El retorno de los colorados

En dos días se cumple un año de la victoria electoral de los colorados en las presidenciales. Después de un descanso de cinco años volvieron a poner a su candidato como presidente de la República.

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El electo no fue un hombre con historia colorada. No fue un hombre de partido, como gusta decir a la militancia partidaria. La coyuntura no lo permitía, así que tomaron prestada una figura exitosa del mundo empresarial sabiendo que lo importante era retomar el poder. Después se vería cómo hacer para mantenerlo controlado y a disposición de los intereses crematísticos.

Los roces vinieron aun antes de tomar el cargo en agosto de 2013. La elección de los ministros no fue del agrado de buena parte de la dirigencia colorada. Institucionalmente no había objeciones, pero varios de los caudillos colorados estaban incómodos por no poner a su ministro o quedarse con alguna entidad pública. Solo la promesa de que más adelante tendrían alguna incidencia en las decisiones del Ejecutivo o que en algunas semanas más se abriría espacio para la dirigencia partidaria trajo un poco de calma.

Esa quietud duró apenas unos días. La tranquilidad para gobernar estaba lejos y el Presidente electo lo sabía. Le llevó unos meses poder acomodar un poco las piezas. Apoyado en la conducción partidaria empezó a dar respuesta a los reclamos partidarios, pero de un modo distinto. Esta vez los cargos ya no estarían alegremente repartidos y la administración pública no sería dividida conforme a los caudillos que reclamaban espacios. La resolución cayó mal y fue aceptada de mala gana por los sectores que sostenían que el Partido Colorado había llegado al poder y por tanto, conforme a la tradición, la administración y el dinero público estaban a disposición de sus líderes.

El Presidente electo venía de otro sector, con otra visión y sobre todo sin necesidad de hacer caja para el futuro, como ordinariamente venía haciendo la dirigencia política. No sabía muy bien cómo sería, pero su objetivo era hacer historia, aunque eso significara chocar con importantes sectores de la antigua dirigencia política que seguía atornillada a los cargos.

Esto generó un clara división dentro del Partido Colorado. Unos se alinearon al Ejecutivo, otros empezaron a trabajar para mantener sus privilegios a pesar del Gobierno; algunos se quedaron en medio, en ese espacio gris de las conveniencias coyunturales.

A diario esta ruptura se hace más profunda. La trinchera por ahora es el Congreso que tiene que elegir a su mesa directiva en junio. Con el manejo del Parlamento se tienen el espacio y el arsenal suficiente para intentar condicionar a la administración presidencial. En los próximos meses todo se trasladará a las internas partidarias para definir los candidatos para las municipales.

A un año de ganar las elecciones en el Partido Colorado no todos festejan. Son demasiados los que conspiran para forzar un golpe de mano en la conducción de gobierno. El Presidente de la República lo sabe. Necesita resultados. Eso explica por qué anda alterado por la falta de hechos palpables que puedan tener eco en la población.

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