Los mochileros, hombres y mujeres del oficio (exploradores, escaladores), son personas experimentadas tanto por sus años de práctica como preparación académica. Uno de los conceptos claves en la mente de estos profesionales trata de la diferencia entre riesgo y peligro, palabras mal utilizadas como sinónimos. Riesgo es una posibilidad (cualitativo), peligro es una probabilidad (cuantitativo). Existen muchas causas de peligros que los seres humanos no podemos evitar, pero sí podemos reducir los riesgos. En una definición útil, leemos: “El peligro no siempre reside en las cosas, sino en la manera errónea, insegura o negligente en que manejamos e interactuamos con ellas: por ejemplo una embarcación de por sí no es peligrosa, pero sí es peligroso salir en ella cuando hay tormentas”.
No siempre la teoría se aplica en la práctica, por menosprecio, por desconocimiento, por inmadurez. Comentan preocupados padres que hoy en día es imposible detener a los jóvenes que, apenas cumplida la mayoría de edad, deciden irse de mochileros. Pero aún así los papás no deben bajar la guardia. Incluso como maestros; sobre aquellas dos turistas francesas asesinadas, me decía una profesora: “Una fue mi alumna en la universidad. Allá (en Francia) se está cuestionando que los profesores alienten a los estudiantes –sobre todo de Humanidades– a que viajen a lugares ‘exóticos’. Hay un gran debate sobre ese tema”.
Estamos en un tiempo turbulento, el clima está cambiando en todo sentido, hay desorden, confusión, pobreza interior, irrespeto a la vida y a las creencias más profundas. En este contexto es irracional, irresponsable y criminal azuzar a las jovencitas a “liberarse de estereotipos machistas”. Ser mochilero implica madurez porque se viaja con poco dinero, se deben tener los sentidos bien despiertos para comprender la cultura del lugar donde se llega; en fin, muchos detalles esenciales.
Tratemos de ser padres que transmitan autoridad y valores firmes, para que nuestros hijos sepan esperar la madurez para cada acción; tarde o temprano serán más hábiles, fuertes e intuitivos. La dueña del hostal declaró que las chicas dejaban la puerta abierta de su habitación, sus celulares y dinero sobre la cama, que siempre les decía que fueran cuidadosas. Además de otros detalles que van saliendo a luz, todo revela inexperiencia, que eran dos niñas.
Repensemos lo básico, lo lógico y enseñémoselo a nuestros hijos. A las niñas, que la prevención nunca significa debilidad ni renuncia, y sí inteligencia en un mundo que no dejará de albergar personas peligrosas y terribles crímenes; pero que eso no anula el que podrán, en tiempo y forma, recorrerlo y disfrutarlo.
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