La cadena del tereré

Los tres últimos sorbos de agua fresca que se hacen desde una bombilla colocada en un recipiente con yerba mate parece ser el origen onomatopéyico y guaraní de la palabra “tereré”. Algunos argumentan que esa palabra tiene su base en el latín y que sería una creación jesuítica acomodada al guaraní dado el acento que se le da en la última sílaba y “terere”, sin el acento, tiene el significado latino de moler, triturar o desmenuzar.

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El diputado Dionisio Ortega, en el año 2011, propuso celebrar el último sábado de cada mes de febrero el “Día Nacional del Tereré” y así saltó y se soltó la Ley 4261/11 como día oficial de esta bebida, ya que los brasileños, una vez más, intentaron declarar a este brebaje como bebida nacional en Mato Groso do Sul y de todo el Brasil. En algo teníamos que ganar a los brasileños. Hay que destacar que se toma también el tereré en muchas regiones del Brasil, Argentina y Bolivia.

Es parte de nuestra identidad y tiene la marca registrada de “made in Paraguay”, ya que su consumo se registra con los guaraníes mucho antes de la llegada de los españoles, estos lo difundieron y el uso de la yerba mate (Ilex paraguariensis) llegó al Brasil, norte de la Argentina, a Chile y Perú en el siglo XVI. Eran cosechadas las plantas silvestres que existían en los bosques inmensos, sobre todo del Paraguay y Brasil.

La yerba mate fue el principal producto del Paraguay por mucho tiempo, ya que su uso se hizo corriente. Los jesuitas fueron los primeros en instaurar y domesticar las plantaciones en las reducciones de Misiones y así se implantó una tenaz competencia entre jesuitas y los que cosechaban la yerba silvestre del Brasil y del noreste argentino. La yerba entró en decadencia tras la expulsión de los jesuitas en 1770, pero siguió siendo un rubro de valor y decayó casi totalmente después de la Guerra del 70.

Un franco-argentino, Carlos Thays, estudió y logró la germinación a escala industrial a fines del siglo XIX en el Jardín Botánico de Buenos Aires. Comprobó que la buena germinación ocurría luego de que las semillas traspasasen el aparato digestivo de las gallinas emulando a lo que ocurría con la diseminación natural de los yerbales a cargo de las aves del Paraguay. Luego la provincia de Misiones hizo de la Argentina el mayor productor y consumidor desde 1930, donde también los jesuitas tuvieron enormes plantaciones. El naturalista franco-argentino Aimé Bonpland (1773-1858), quien vivió entre nosotros, ya experimentó todo eso pero sus trabajos fueron perdidos.

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La yerba paraguaya fue ganando espacio y hoy se tienen unas 20.650 hectáreas y una producción total de 110.000 toneladas/año de hojas verdes. Itapúa es lejos el mayor productor con 12.000 has/67.000 tn; Guairá con 3.780 has/18.300 tn; Alto Paraná tiene 1.550 has/5.900 tn: Canindeyú 700 has/3.560 tn y Caazapá 660 has/3.300 tn.

Rescato la cadena de valor que tiene el tereré: el cultivo de la yerba mate y todo su manejo de siembra, cosecha y comercialización (suelo, impuestos, máquinas, implementos, instalaciones, electricidad, leña, mano de obra, envases, transporte, propaganda), los termos y mochilas (cueros y forrados), bombillas, guampas, las plantas medicinales, el mortero, hielo y el tereré rupa impulsan la cadena productiva.

Según mi cuate y paisano Helio Vera, el tereré exige conocimiento herbolario, disciplina militar y sabiduría popular. Facilita el relacionamiento social, regula el orden jerárquico para cebar, alimenta el ingenio, promueve el buen humor, ayuda al relajamiento muscular, estimula la chacota, el chisme y la haraganería. Y en los intervalos que deja la ronda, también permite trabajar.

Felicidades a todos los “terereceros” y una mención a los albañiles porque casi nunca usan alguna plantita medicinal de mi producción...

caio.scavone@abc.com.py

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