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Los movimientos que cito han desaparecido, se desintegraron solos por el delirio de sus ideologías, pero siguen presentes otros que actúan de la misma manera. En estos días, al finalizar las vacaciones estudiantiles por las fiestas de fin de año, la Sociedad Civil Catalana, preocupada por la deriva que ha tomado el movimiento independentista en Cataluña, ha enviado una carta a la consejera en funciones (hasta hoy no se ha logrado formar Gobierno) de Enseñanza, Irene Rigau, instándole a “retirar de los centros educativos públicos y concertados [colegios privados subvencionados por el Gobierno] todos los símbolos partidistas, por entender que son una intromisión política reprobable tanto desde una perspectiva ética como legal. Identificar la cohesión social con la defensa de un modelo monolingüe en un territorio claramente bilingüe como Cataluña resulta injustificable”.
En la misma carta, la Sociedad Civil Catalana “considera imprescindible pasar página cuanto antes a esta etapa de esterilidad política enormemente dañina para la gobernabilidad y la convivencia entre los catalanes” para exigir luego “el respeto al principio de neutralidad institucional tanto de las administraciones catalanas, los medios públicos de comunicación, como de los centros educativos, evitando en este particular la injerencia ideológica del discurso nacionalista en las aulas”.
La carta fue acompañada de un vídeo en el que se puede constatar “la presencia de las pancartas de Somescola.cat y de ‘esteladas’ [bandera nacionalista catalana] en los espacios educativos, (y) se recogen muestras de la presión institucional sobre los cuerpos docentes, del sectarismo de los proyectos lingüísticos de los centros de enseñanza, de la tendenciosidad de los libros de texto, de la instrumentalización de los actos lúdicos y de la puesta de escuelas e institutos (incluidas sus páginas web) a disposición de las diversas movilizaciones separatistas”.
Esta denuncia coincidió con la decisión tomada en Venezuela por los miembros de la Asamblea Nacional (corresponde al Congreso) de retirar del lugar todas las fotografías, carteles alusivos y demás material de propaganda del fallecido Hugo Chávez y del actual presidente Nicolás Maduro. Ante la pregunta de los periodistas que asistieron al “desahucio” chavista, el presidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup, respondió que nunca, a lo largo de toda la historia de Venezuela, se habían puesto allí las fotografías de los presidentes. Solo estuvo el retrato de Simón Bolívar. En realidad es sorprendente que en sitio en que funciona la Asamblea Nacional, el poder encargado de contrapesar el poder del Ejecutivo y controlar además sus actos, esté lleno de propaganda alusiva a la persona del presidente y otras figuras importantes de su mismo movimiento. El dilema que se le plantea ahora a los venezolanos es el destino que correrá ese material. Unos piden que vaya al panteón de Chávez mientras otros opinan que lo manden a Sabaneta, el pueblo en que nació Chávez y otros a La Bonanza, el relleno sanitario de Caracas.
Estas dos situaciones me hicieron pensar que no estamos muy lejos de ellas ya que es frecuente ver (a través de fotografías, claro está) a ministros del Poder Ejecutivo y otras altas autoridades que al lado de su escritorio tienen la bandera nacional y al lado, de igual tamaño e igual relevancia, la bandera del partido al que pertenecen; habitualmente la del Partido Colorado. Este acto de soberbia ha sido tan frecuente que a la mayoría ya no le llama la atención y lo tiene como natural, cuando en un Estado auténticamente democrático, ese cargo, ese puesto que se ocupa, se debe a toda la ciudadanía y no a unos simples colores partidarios. Los símbolos no son gratuitos, tienen una carga muy grande de significado, por lo tanto se debe prestar atención a la manera en que son utilizados y nos causaría una gran alegría ver que desaparecen de espacios donde de manera directa o indirecta, estamos todos presentes.
jesus.ruiznestosa@gmail.com