Piratas, loros y corsarios

Siempre me dije que las dos palabras tenían el mismo significado pero había sido que existe una sustancial diferencia entre lo que es una y lo que significa la otra. La confusión se presenta al entenderse que ambas pandillas se dedicaban a hacer lo mismo.

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El pirata era un ladrón que cumplía sus propias órdenes, funcionaba como un cuatrero particular. Todo barco saqueado por los piratas implicaba una acción personal. Consistía en un trabajo como si fuese privado y, como diríamos en idioma paraguayo, el pirata trabajaba por su cuenta.

El corsario, quien también desvalijaba todo barco que se ponía enfrente, atrás y al costado, lo hacía pero normalmente en épocas en que ocurrían guerras y con la licencia de algún gobierno que necesitaba debilitar al país enemigo. Lo que siempre quedó indefinido es el permiso dudoso que daban las naciones a los corsarios o si éstos exageraban con la anuencia y en nombre de una legalidad estatal saqueaban y se llevaban hasta el loro parlero de algún marinero extraviado.

En apretada síntesis, el pirata era un ladrón que navegaba y atacaba lo que a él le parecía conveniente. Era patrón de su propia desgracia. El corsario tenía un patrón exquisito y que consistía en más ladrón que él: el estado o el gobierno.

En el Paraguay también hace tiempo que ejercen los piratas y se despliegan los corsarios. Andan navegando en tierra firme desde hace mucho, en suelo fangoso y con cada creciente y “año del niño” se estorban entre piratas y corsarios. Viven embarcados en solamente sacar lo ajeno, mofarse la guita del Presupuesto General de Gastos de la Nación, chupan casi todo lo que dejan las aguas de las hidroeléctricas, navegan entre la plata dulce que dejan los royalties y el Fonacide, algunos se echan el barro medicinal del Mediterráneo y otros que quedamos meditando la manera de embarrarse de algunos parlamentarios y empleados del gobierno que viajan, con chongo y chonga incluidos, por el mundo y con la plata del mundo.

Algunos corsarios criollos no viajan al océano pero piratean de lo lindo al recibir un mar de dinero en concepto de pasajes, hoteles y viáticos. El combustible que “se usa” y se abusa en muchas oficinas estatales sirve para que los corsarios estatales naveguen en el mar de la tranquilidad económica. Una hasta quiso arreglar el metro de París.

Hay corsarios en todos los estamentos estatales y todos corren a la ligera detrás de la joda, la coima y la dolce vita. No usan ningún antifaz de pirata ya que actúan a cara descubierta, son veloces pues nadie corre con pata de palo, clavan el dinero del pueblo como si todos sus dedos fueran garfios, echan ancla sobre cualquier presupuesto jugoso que se presente y bucean en la abundancia malhabida.

Los corsarios del Ministerio de Educación atracaron a la decencia y la educación al tomar agua mineral tan cara como la que se toma en un crucero del Caribe.

Los planilleros corsarios que tiene este Paraguay le dio pie al presidente Cartes para echarles a patadas a todos. Tantas patadas será difícil que pueda dar a no ser que sea ayudado por Chilavert, Rivelino, Maradona, David Beckham, Nelinho, Messi, Chiqui Arce y una buena destreza de decisión. Para más echó ancla justo entre un cardumen de piratas y corsarios a quienes Morgan les puede pedir autógrafos.

Un Presidente no solo debe cuidarse de los piratas y corsarios –que nunca faltan en un gobierno– sino de los que son como los loros del pirata: esos que te hablan mansa y cariñosamente al oído y te cagan en la espalda. El Paraguay está lleno de corsarios, de piratas y ni qué decir de esos loros...

caio.scavone@abc.com.py

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