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En su alocución se presentó como un vencedor, en menos de un año, de la guerra contra la extrema necesidad. Enfatizó que actualmente son menos los compatriotas carenciados.
Evidentemente, sus asesores y ministros se equivocaron en los datos relacionados a la pobreza en Caaguazú. Porque la realidad es otra.
Centenares de familias campesinas emigran a diario hacia otras ciudades como Coronel Oviedo, Caaguazú o J. Eulogio Estigarribia por la expansión de la agroproducción.
Los pequeños productores están abandonados, sin asistencia del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Con apremiantes necesidades no encuentran otro camino que vender sus lotes y mudarse a las capitales departamentales, ampliando el cinturón de pobreza de esas urbes del interior.
Cada año se pudren en las chacras millones de kilos de hortalizas y otros cultivos tradicionales por falta de caminos de todo tiempo, que ayuden a sacar la producción en forma hacia los centros de mercadeo.
Labran sus tierras esperanzados en tener mejor suerte en cada cosecha, ante la incertidumbre generada por la inexistencia de políticas de mercado que les aseguren la comercialización justa de su producción.
En las comunidades rurales de esta región los niños van a escuelas y colegios precarios. Los puestos de salud carecen de medicamentos, enfermeros y médicos. Mientras, parcialidades indígenas deambulan explorando la selva de cemento, mendigando y reclamando un pedazo de tierra.
Si realmente se redujo la pobreza, no entendemos por qué, Señor Presidente, la gente hurta en mandiocales y recurre al abigeato para alimentarse. Excepto, Señor Presidente, que su informe sea de otro país y no precisamente de Paraguay.
godoy@abc.com.py