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Conociéndolo a Caballero, su natural prudencia, el cuidado que ha puesto siempre en sus palabras cada vez que habla en público cuidando no agredir a nadie ni herir susceptibilidades, que haya hablado de “nuestra incompetencia” tiene que ser tomado con mucha mayor gravedad de lo que podría haber sido en boca de cualquier otra persona. Aun así, no comparto el criterio de haber utilizado la palabra “incompetencia”. Creo que tendría que haber utilizado otra de mayor dureza. Los problemas que están viviendo actualmente los pobladores de Pilar y Alberdi no se deben a la incompetencia, sino a nuestra vergonzosa irresponsabilidad.
Es costumbre nuestra que ante una situación determinada conflictiva, delicada, compleja, decidamos mirar hacia otro lado desentendiéndonos del problema. Por si esto no fuera poco, agregamos con un encogimiento de hombros: “El tema no es conmigo”. También hay otras salidas como “el asunto no es grave”, “se está exagerando”, “ya se va a solucionar con el tiempo”, “esto no puede pasar”, etcétera. Esta falta de responsabilidad tendría que ser considerada como una actitud delictiva que merece su correspondiente castigo.
Acabamos de ver con motivo de las últimas elecciones municipales los esfuerzos hechos por los candidatos de los diferentes municipios por mostrarse (hipócritamente) preocupados por los problemas de sus conciudadanos, comenzando por el bochornoso espectáculo ofrecido por Arnaldo Samaniego. Es cierto que perdió y fue la manera en que la ciudadanía castigó su catastrófica administración municipal, una de las peores que se hayan visto en varias décadas. Este castigo no es satisfactorio. Tiene que hacerse responsable, desde la llanura, del daño que nos ha hecho a todos y que nos sigue haciendo, ya que no puedo imaginarme de qué modo Mario Ferreiro podrá solucionar las desprolijidades con que ejerció su cargo de intendente. Resulta muy fácil candidatarse para un puesto, asumirlo, aprovecharse de todos los privilegios que lo acompañan, darse la gran vida, satisfacer su exagerada vanidad y luego regresar a su casa como si nada hubiera pasado.
Hasta el momento se ha escrito mucho sobre Pilar y Alberdi: la resistencia heroica de sus habitantes, la solidaridad entre ellos, el trabajo conjunto que realizan todos para poder salvar la ciudad, el desafío a la voracidad del río que un día baja unos pocos centímetros y las semanas siguientes no para de subir. Son conmovedoras las imágenes publicadas por la prensa de los ciudadanos llenando bolsas de arena para evitar las filtraciones del muro de contención. En fin, no creo que sea necesario extenderse sobre algo que todos saben, que conocen a través de las noticias o lo ven por televisión o, penosamente, por experiencia propia.
Cuando esta emergencia pase –aunque dure varios meses– es imprescindible que no olvidemos lo que ha sucedido, lo que se han visto obligados a vivir miles de ciudadanos y se determine quien es el responsable de tener un sistema de contención del río, que sea fiable, seguro y, sobre todo, duradero. Alguien tiene que haber, con nombre y apellido, que decidió mirar para otro lado diciendo “El problema no es conmigo” o, peor, “No, no va a suceder nada. Ya se va a arreglar todo”. Como alguien decía: sólo los éxitos tienen paternidad conocida. Los fracasos son huérfanos de padre y madre. Entendamos en su verdadera dimensión lo que quiso decir Caballero Vargas, porque no somos incompetentes. Lo que en verdad somos es irresponsables y de alguna vez por todas debemos aprender la lección para no permitir que la gente sufra de manera innecesaria.
jesus.ruiznestosa@gmail.com