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“La impunidad es lo que alimenta y promueve la corrupción. El sistema es un modelo político, económico y social que solo busca salvaguardar a los sinvergüenzas. El mismo no tiene límites si no hay sanción”, sostuvo Medina. Afirmó además que la Iglesia combate la corrupción con la formación humana y animando a las personas a que denuncien los robos de bienes públicos que se realizan en sus respectivas unidades.
Señaló que la Iglesia también debería estudiar la posibilidad de dar una sanción canónica a los corruptos, tales como la excomunión, pues ya no bastan los castigos morales. La corrupción y el robo son pecados muy graves que ameritan sanciones canónicas, sostuvo. La ciudadanía no tiene una cultura de protestar por los abusos pues durante la dictadura se le enseñó y obligó a ser sumisa y resignarse ante los atropellos. “Se acepta la dilapidación, la corrupción y el robo descarado de los bienes públicos como si fuera algo normal; esto no puede seguir”, enfatizó.