Tuyutí, la gran batalla

Hoy se cumple el sesquicentenario de la batalla más grande librada en el continente sudamericano, en la Guerra contra la Triple Alianza. Una batalla donde no valieron las experiencias ajenas y en la que el derroche de coraje no sirvió de nada.

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Luego de las batallas iniciales de la guerra contra el Paraguay llevadas a cabo al sur del río Paraná, las fuerzas de la Tríplice –más de 20.000 hombres– invadieron el territorio paraguayo desembarcando entre el 16 y 19 de abril en un lugar frente a la laguna Verá, a tres kilómetros aguas arriba de la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay.

Bajaron hasta Itapirú, luego avanzaron hacia Paso de Patria casi sin ninguna resistencia, excepto pequeñas fuerzas que fueron arrolladas por los invasores.

Ante este avance las fuerzas paraguayas se replegaron iniciando una campaña defensiva.

El escenario

El teatro donde se realizarían las operaciones bélicas de lo que se dio en llamar “Campaña de Humaitá”, era una extensa llanura, en gran parte inundable, densos bosques y casi nada de carretera, excepto vestigios del viejo camino real que iba desde Asunción hacia el sur. Las pocas llanuras –entre bosques, esteros y lagunas– la conformaban los lugares llamados Tuyutí, Curupayty, Paso Pukú, Humaitá y Tuyucué, con contadas y pequeñas alturas del terreno, que en algo sobresalían de la planicie circundante.

Los paraguayos tenían por aliadas las condiciones del terreno, muy difíciles para las operaciones ofensivas de los ejércitos enemigos.

Tuyutí era una llanura de 4 por 2,5 kilómetros de norte a sur, rodeada de esteros, palmares y un denso bosque circundante.

Las primeras acciones en el Paraguay

El 30 de abril de 1866 tuvo lugar la batalla de Estero Bellaco, el 2 de mayo, la fulminante acción de los paraguayos sobre fuerzas brasileñas y uruguayas, pero, no se ganó gran cosa y se perdió mucho, en el sentido de que se alertó al enemigo acerca de futuras acciones.

La batalla de Tuyutí

Siguiendo su repliegue, el mariscal López instaló su puesto de comando en Pasó Pucú, en medio de extensos naranjales silvestres y sólidos muros terraplenados y vallados de maderos.

El ejército paraguayo contaba con de 40.000 hombres (25.000 distribuidos entre Sauce, Paso Gómez, Angulo y Espinillo, en una formidable línea defensiva. 7.000 entre Humaitá, Curupayty y Curuzú y una reserva de 8.000 hombres en Paso Pucú.

En la batalla llevada a cabo el 24 de mayo, se enfrentaron, por el lado paraguayo, 15.000 hombres, más 8.000 de caballería y una artillería de 4 cañones. Por el lado aliado, un ejército de 34.600 hombres, más 60 cañones.

Cuatro días antes, el 20 de mayo, el ejército aliado avanzó hacia el norte, acampando en Tuyutí. Los paraguayos se encontraban al norte de estas posiciones en Potrero Rojas, separados de Tuyutí por el Estero Bellaco norte.

En vísperas de la batalla, el mariscal López convocó a sus comandantes a quienes dio la orden de atacar a las fuerzas aliadas, aun prescindiendo de las necesarias tareas de reconocimiento. Una orden audaz y, sobre todo, temeraria.

En vez de esperar al enemigo y buscar debilitarlo en sus posiciones defensivas, para retrucarlo con un fulminante ataque ofensivo, hizo al revés. Llevó un ataque, si se quiere suicida, a un ejército sólidamente posicionado, bien armado y apoyado por una escuadra naval imponente.

Por su parte, nuestras fuerzas, con armamento obsoleto, con una caballería debilitada por falta de pastos y forrajes.

Según el chino Sun-Tzu, para atacar a un enemigo atrincherado, hay que hacerlo con fuerzas tres veces superiores, como mínimo. Los paraguayos hicimos al revés.

El ataque

Las fuerzas paraguayas contaban con 5.030 hombres, 7 batallones, comandados por José E. Díaz; 4.200 hombres, 8 batallones, comandados por Hilario Marcó, para un ataque frontal; 6.300 hombres, 8 regimientos de caballería y 2 batallones de Infantería, al mando de Isidoro Resquín, por la izquierda; 8.700 hombres, comandados por Vicente Barrios, compuestos por 10 batallones al mando de Antonio L. González, y 2 regimientos al mando de José M. Delgado. Más una batería de cuatro cañones y cohetes incendiarios. En total, 24.230 hombres frente a unos 40.000.

Los aliados, atrincherados, contaban con un primer escalón defensivo al mando de Venancio Flores, apoyados por un regimiento de artillería con 28 cañones modernos, más otros regimientos de artillería uruguayos y argentinos, apoyados por 3 divisiones de infantería, una argentina y dos brasileñas.

Un segundo escalón, 2 batallones de artillería brasileña, dos divisiones de infantería brasileñas y el II Cuerpo del Ejército argentino.

El tercer escalón, atrincherado en una loma, compuesto por una división de caballería, una brigada de la misma arma, y otras dos divisiones de caballería.

El ejército aliado lo componían: Brasileños: 21.500 hombres en Tuyutí, más 1.500 de la escuadra brasileña y 3.000 guarnecidos en Paso de Patria.

Argentinos: 10.600 hombres.

Uruguay, una división de 1.360 hombres.

Dice el coronel Teodoro Ramón Delgado: “López necesitaba 96.000 hombres para tener posibilidades de éxito, pero obvió 30 siglos de experiencia bélica”.

A medianoche entre el 23 y 24 de mayo, las unidades paraguayas empezaron su movilización y llegaron frente al enemigo al amanecer, menos la división Barrios, que luego de un penoso avance por bosques desconocidos, llegó al campo de batalla exhausta al filo del mediodía.

Una vez completadas las fuerzas de ataque, los paraguayos se lanzan contra las posiciones enemigas en una azarosa y desesperada porfía, con numerosísimas bajas, debido a las condiciones de la batalla, adversas para nuestras fuerzas.

A las pocas horas de inicio de la batalla, el ímpetu de los paraguayos decayó, ya sea por el hambre, o el cansancio de más de 12 horas de avance…

Al mediar la tarde, toda posibilidad de éxito estaba descartada para los paraguayos. La cantidad de bajas fue muy alta y no se tenía el suficiente apoyo de artillería y de una reserva efectiva. Además, el conductor estaba varios kilómetros del lugar de batalla.

Aun así, la lucha, desigual y feroz, duró hasta el atardecer, pero finalmente, tuvieron que replegarse y batirse en retirada.

El campo quedó regado de sangre y cadáveres, la mayoría paraguaya.

Todo el horror de la guerra ofrecía su lúgubre espectáculo.

Treinta siglos de experiencia bélica de nada sirvieron: Tuyutí fue una gran batalla –la mayor de América–, decisiva, pero una gran derrota.

Fue “la tumba del más hermoso y denodado ejército que tenía la nación a su servicio”, según escribió el coronel Juan C. Centurión.

surucua@abc.com.py

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