“Ya no tengo a Díaz…”

Hoy se cumplen 150 años de la muerte del general José Eduvigis Díaz, el victorioso conductor de la batalla de Curupayty. Díaz es una de las pocas figuras históricas cuyo prestigio está consensuado por sus compatriotas.

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“Ya no tengo a Díaz”, expresado por el mismo mariscal Francisco Solano López, es el mayor elogio en pocas palabras, rendido al heroico defensor de Curupayty, fallecido un día como hoy, el 7 de febrero de 1867, como consecuencia de las heridas recibidas durante un momento de temeridad frente a la flota aliada, a orillas del río Paraguay.

El hombre

José Eduvigis Díaz nació en el paraje conocido como Cerro Verá en la jurisdicción de la ciudad de Pirayú, el 17 de octubre de 1833, hijo del matrimonio formado por don Juan Andrés Díaz Barboza y doña Dolores Vera. Huérfano de padre a temprana edad, sus estudios primarios los realizó en su pueblo natal, alternándolo con actividades propias del medio rural. Siendo adolescente se trasladó a la capital del país para servir en el Ejército, e ingresó el 12 de mayo de 1852, en un batallón de Infantería, al mando del coronel Venancio López.

Jefe de policía

De carácter vivaz, responsable y de físico envidiable, cuando su comandante de compañía, Hilario Marcó, fue designado jefe de policía, le llevó consigo y, años después, en 1864 fue nombrado jefe de Policía.

Pero antes, había acompañado a Francisco Solano López a misiones en el extranjero.

La policía comandada por Díaz demostró eficiencia a través de un efectivo cuerpo de informantes a quienes nada se les escapaba, lo que redundó en una efectiva acción de control y previsión de delitos.

En la guerra

Con diligencia, supo granjearse la confianza plena del presidente López y al iniciarse las hostilidades fue nombrado para organizar el Batallón 40, que tantos honores conquistó en los campos de combate.

José Eduvigis Díaz Vera tuvo una brillante carrera militar y tuvo destacada actuación en importantes batallas como Corrales, Tuyutí, Boquerón y otras, hasta su brillante protagonismo en la defensa de Curupayty.

López tenía una fe ciega en el pirayuense, a tal punto que le designó inspector general del Ejército, le confió el comando de las mejores unidades y las más difíciles misiones.

Fue ascendido a general de brigada a raíz de la batalla de Tuyutí, y tuvo destacada actuación en las batallas de Boquerón y Sauce. José Eduvigis Díaz fue el principal responsable de la defensa de Curupayty y gracias a la eficiente organización defensiva, nuestro ejército tuvo una rotunda victoria en la batalla del 22 de setiembre de 1866.

De carácter enérgico, implacable, endurecido por la guerra sin piedad ante las flaquezas. No sorprende pues que haya tenido que realizar la ingrata tarea de diezmar un batallón, a raíz del desbande protagonizado en la batalla de Curuzú, en días previos a la victoriosa batalla de Curupayty.

Luego de esta batalla, que tuvo lugar el 22 de setiembre de 1866, y que costó unos 5.000 muertos a las tropas aliadas y apenas poco menos que el centenar a los paraguayos, el mariscal le ofreció una cena en su campamento de Paso Pucú, a la que asistieron también Elisa Lynch, el obispo Palacios y varios oficiales y personalidades destacadas. Durante el brindis que siguió, el mariscal López, entre otras cosas expresó: “Vuestro nombre, mi general, vivirá eternamente en el corazón de vuestros ciudadanos. Habéis merecido este día, el bien de la patria”.

Encuentro con la parca

El impacto que tuvo Curupayty fue enorme. Paralizó la prosecución de la guerra durante un año. En la Argentina se levantaron voces de censura hacia el conflicto y la situación derivó en una guerra civil , llevando al Gobierno federal a verse en serio riesgo de derrumbarse.

El presidente Mitre tuvo que abandonar el teatro de operaciones y se trasladó a Buenos Aires, para desde allí enfrentar a los rebeldes. La misma Alianza sufrió serias divisiones internas. La prensa apostrofaba severamente a los gobiernos, a los jefes y a los propios ejércitos por su papel y fracaso en Curupayty, y poniendo en duda la efectividad de la continuidad de la campaña bélica.

José Eduvigis Díaz Vera, como celoso vigía, se mantuvo en Curupayty, como queriendo proteger ese sitio victoriosamente mantenido en posesión paraguaya. Pero la inactividad le fastidiaba, se afanaba en conseguir datos precisos sobre la posición y número de la escuadra aliada.

A finales de enero de 1867, un temerario gesto le llevó a ponerse al alcance de la artillería de la flota enemiga, durante una jornada de observación de las posiciones y número de barcos de la escuadra brasileña, a bordo de una canoa en compañía de varios ayudantes, los tripulantes de uno de los buques lo divisaron y lo pusieron en una posición que facilitara disparar sus cañones.

Un disparo de cañón advirtió a los otros buques. El proyectil, que venía rebotando sobre la superficie del río, estalló al impactar con la canoa, matando a dos de los ayudantes de Díaz, e hiriendo a otro y al mismo general, destrozándole la pierna.

Díaz cayó al agua y fue rescatado por el canoero, sargento Cuatî, ayudante y ahijado suyo.

El propio Díaz comunicó el hecho al mariscal, pidiendo que se le amputara la pierna, lo que fue realizado por el doctor Skiner en Curupayty. Esa tarde fue trasladado en la carroza de madame Lynch hasta Paso Pucú, donde permaneció internado.

Su recuperación parecía ir bastante bien. El 7 de febrero de 1867 amaneció mejor que nunca, pero a mediodía empezó a ponerse mal. Comprendiendo su final, se dispuso a esperar la parca con serenidad. Recibió la extremaunción de manos del obispo Palacios. Se despidió del presidente López y, a las 15:45 de aquel 7 de febrero de 1867, hace siglo y medio, exhaló su último suspiro.

El Ejército en armas le despidió con honores y la apoteosis de la ciudadanía fue admirable. Su ataúd fue trasladada a Asunción , donde la población se volcó a las calles para rendirle su homenaje.

En cierta ocasión, cuando le propusieron a López llevar a cabo una riesgosa acción, respondió: “Sí, eso hubiera hecho si hubiese estado vivo Díaz, pero yo ya no tengo a Díaz para tentar con probabilidad de éxito tan ardua empresa...”.

“Ya no tengo a Díaz...”

Indudablemente, la memoria del general José Eduvigis Díaz está siempre presente en el imaginario del paraguayo. Así lo atestiguan monumentos y nombres de calles y lugares públicos, sus efigies en monedas y billetes, el nombre de la principal casa de estudios policiales, de clubes deportivos, ciudades y fortines, etc.

En otras palabras, el permanente reconocimiento de todo un país.

José E. Díaz en el tiempo

Apoteósica fue la despedida de los restos mortales del general José Eduvigis Díaz Vera. Desde los campos de batalla en los esterales del Ñeembucú, hasta que fueron depositados en el cementerio de la Recoleta.

Su nombre nunca fue olvidado. Los guerreros convalecientes del hospital de sangre de la estación ferroviaria acudieron en masa a los ventanales para ver pasar su féretro. Importantes demostraciones se hicieron a principios del siglo XX.

También se reconstruyó su casa natal en Cerro Verá, donde hoy se le hará un homenaje.

surucua@abc.com.py

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