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Algunas madres llegaron a la madrugada en que festejan su día trabajando. Así las encontramos y conversamos con ellas.
En la Avda. Eusebio Ayala c/ República Argentina, cerca de las 04:30 de la madrugada de ayer, termo en mano, una mujer se apega al máximo contra la pared, con la intención de guarecerse de la lluvia que caía a esa hora. Ella es Digna Beatriz Giménez (55), quien esperaba un ómnibus de la Línea 18 desde hacía rato, luego de haber salido del trabajo en un restaurante de San Lorenzo desde las 16:00 del día anterior.
Madre de seis hijos, todos ya mayores, personas trabajadoras y de bien, según dijo en tono orgulloso, con quienes tenía su almuerzo por el Día de la Madre en la siesta de ayer. Debió ser padre y madre a la vez y sacó adelante a su familia vendiendo primero empanadas por la calle: “Cuando mis hijos ya se pusieron grandes estudié cocina y desde hace 6 años trabajo en un restaurante en San Lorenzo”.
Para ella no hay frío, lluvia ni feriados que la atajen: “Qué mejor ejemplo les puedo dar a mis hijos”.
Josefina Pereira, madre de un chico de 13 años, cumplió sus labores de modista todo el día martes y desde entrada la noche comenzó a ayudarle a su cuñado Gustavo en la venta de hamburguesas, lomitos y panchos, en Gral. Santos y José Asunción Flores.
Considera que la vida es dura y hay que trabajar, “a brazo partido”, para sacar adelante a la familia. La mujer explicó que dormiría un poco y a la mañana iba a ir a Arroyos y Esteros, donde vive su mamá de 73 años, Leandra Vera Vda. de Pereira: “Cada Día de la Madre nos juntamos los 14 hermanos en casa de mamá, le preparamos asado, sopa y le llevamos regalos. Gracias a su ejemplo y dedicación, todos salimos bien”.
En la Avda. Eusebio Ayala y Kubitschek una mujer coloca pacientemente remedios yuyos en una mesa, e intenta que las gruesas gotas de lluvia no la alcancen. Es Aurelia Tomasa Núñez de Torres (53), del barrio San José de Fernando de la Mora, quien hace 23 años se dedica a la venta de hierbas medicinales en el lugar. Su rutina es levantarse a las 03:00 de la madrugada para que su marido la traiga al mercado a comprar los yuyos: “Tengo dos hijas, una de ellas estudió gracias a este trabajo, se recibió de enfermera y hace 6 años está en España. Mi otra hija está por terminar el colegio. Son lo mejor que tengo en la vida”.
Asegura que cuando uno ve que sus hijos salen bien, se da cuenta de que el sacrificio valió la pena. Comentó que también desde hace un tiempo se dedica a la venta de diarios, cuyas ganancias ayudan en la casa.
Blanca Paredes (45) se gana la vida vendiendo distintos productos en la calle. Esta vez se colocó en la Avenida 5ª y Estados Unidos de nuestra capital junto con su hija Bianca Benítez, para vender rosas a 10.000 guaraníes. Ella nos contó que iba a amanecer en la esquina vendiendo las flores. “Estas fechas son especiales y hay que vender, para poder ahorrar un poco y así soportar lo que venga en el año”.
Desde hace 23 años esta mujer se dedica a vender rosas en fechas especiales y con las ganancias ayuda a su marido con quien está casada hace 30 años: “Mis cuatro hijos estudian, tienen salud, no les falta nada. La vida es sacrificada, hay que buscarle la vuelta para trabajar”.
En los meses de diciembre, enero, febrero y marzo viaja a la zona de San Bernardo, en Argentina, a vender flores, porque es la época en que hay muchos turistas allí. “Eso significa que no paso la Navidad, Año Nuevo, con mi familia. Pero qué le vamos a hacer, kuña Paraguay ningo che, por eso lo soporto todo. Hoy (por ayer) de día vamos a celebrar el Día de la Madre en mi casa del barrio Roberto L. Pettit, con el fruto de un trabajo honesto”.
Otra mujer, madre soltera de cinco hijos, es Maribel Villagra, quien todas las tardes llega desde su casa de Isla Bogado, Luque, hasta San Martín c/ España. Ella se dedica la venta de galletitas en los micros, pero en esta ocasión iba a amanecer vendiendo rosas.
Cada mañana lleva a sus cuatro hijos menores a la escuela. Además tiene un bebé de un año. A la tarde prepara sus productos y le deja sus hijos a una sobrina para el rebusque. “La vida es cara, no hay trabajo, y si uno no tiene estudios, menos encuentra”, dijo mientras hacía una pausa para comer un asadito con mandioca.
Por el Día de la Madre se iba a regalar un gran asado en familia.