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Tres muestras que no son de la colección permanente del MALBA giran en torno a lo textil, explica Lia Colombino, curadora de la exposición que reúne piezas de diferentes artistas vinculados de alguna manera a nuestro país.
Cada uno de ellos trabaja lo textil desde distintos lugares y la muestra fue un comisionamiento sobre el tema. Desde lugares muy diversos se estudia a lo textil, al hilo, y este evento gira en torno a esa constelación, comenta la curadora.
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Si bien en la escena no hay arte textil en sí, se notan dos líneas básicas en torno al hilo en esta puesta: una tiene que ver con la idea de trabajar el textil tradicional relacionado al Paraguay (como el ao po’i, el ñandutí); y por otro lado lo doméstico en diferentes instancias.
De impacto, con espacio suficiente para circundar cada obra como se merece, dejan huella ante la primera mirada el blanco, crudo y terrosos presentes en gran parte del acervo. Y cada pieza en solitario también tiene algo que contar. La muestra tiene algo de “íntima”; invita al acercamiento para poder leer lo que ofrece cada pieza que desde lejos aún no revela todo su ser. “Con todo se establece un diálogo”, dice.
Al abrigo del tejido
Feliciano Centurión, paraguayo que desde muy pequeño vivió y produjo en Buenos Aires, está presente con sus frazadas, muy relacionadas a lo íntimo, lo doméstico. Son piezas que pintaba en los 90, y también están presentes otras más pequeñas en las que los retazos y bordados toman protagonismo. Todo tiene que ver con la ternura y el humor; la obra de Centurión está impregnada de ello pues esa era su forma de ver el mundo, relata Colombino.
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Esas frazadas también cuentan un poco de él, de un momento de su vida. “Según un dato que otorga Ticio Escobar en un texto de él, esa cuestión de las frazadas se da a partir de una conversación que él (Centurión) tiene con Ricardo Migliorisi; y Ricardo lo acompaña a comprar la frazada al Mercado 4. Ahí se tejen también otras cosas muy lindas que no siempre son visibles pero que hacen al sustrato del por qué él está en esa muestra: no solo porque nació en el Paraguay, sino que esas frazadas dan cuenta de un momento de él. Creo yo que lo reconectaban a él con su infancia”.
Con esas frazadas el artista había ganado una bienal Martel de Arte Contemporáneo en los años 90, época en la que se había creado un puente también entre su círculo de Buenos Aires que venía a Asunción a exponer y algunos paraguayos iban a su vez a la capital argentina.
Inserto también en el mundo de lo doméstico se puede apreciar una obra de Félix Cardozo, quien en contraposición con Feliciano toma el poyvi, las mantas de algodón de Carapeguá. “El va a trabajar con las tejedoras de Carapeguá, de hecho la manta que está ahí está trabajada por la artesana Celeste Delgado. Él conversa con estas mujeres, sabe cuántos hijos tienen, cuáles son sus ritmos de trabajo, y se dio cuenta en un momento que todas tienen como ciertas plegarias”, relata Colombino y agrega que estos rezos tenían que ver con la protección de un ser querido. En esas mismas mantas que ellas tejen para el cobijo de los hijos él borda las plegarias.
La huella en el hilo
De padre paraguayo, Karina Yaluk es una artista de Misiones, Argentina; pero realizó sus estudios de arquitectura y arte en Paraguay. De ella se observa en el Malba una obra de principios de los 2000. Consiste en unos retazos de satén blanco, muy relacionados a la ropa de cama como camisones, o a las telas de sábanas lujosas; en contraposición a eso ella trabaja mucho con los restos, con lo que se degrada, describe la curadora.
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En ese mismo recorrido de los restos que se dejan en las telas hay una obra de Marcos Benítez, Ao Proyecto herbolario; esa línea la viene trabajando el artista a partir de una residencia artística en Puerto Casado, en la que Benítez envolvió todo un muelle de quebracho con una tela humedecida en el río; el tiempo hizo su trabajo y las vetas del muelle quedaron impresas en aquel textil, como un sudario, esclarece Colombino y añade que eso él traslada a otras preocupaciones que aborda en obras, como Pohá ñaña que tiene que ver con la deforestación y la pérdida del Bosque Atlántico de Alto Paraná. El artista busca en Asunción árboles endémicos y los envuelve con la misma técnica en ao po’i, en una especie de ritual, y luego deja que los agentes naturales hagan lo suyo. Parte de aquello se puede ver actualmente en el Malba.
El Gran Manto: pañal y mortaja
Un lugar preponderante en la muestra lo ocupa esta obra gigante de Ricardo Migliorisi. El Gran Manto está formado por gobelinos, especie de tapices que el artista había venido trabajando hacía un tiempo.
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De una marcada estética de escenas europeas, de amor romántico y paisajes montañosos del siglo XVIII y XIV, estos tapices se ven ajenos a la cultura paraguaya; “hay una pretensión en ese tener gobelinos”, recalca la curadora y explica que el artista se acercó a esas cuestiones con simpatía, no con una crítica despiadada. Muy al estilo de Ricardo, él fue cambiando las escenas con humor y absoluta irreverencia.
Para unir los gobelinos en una especie de patchwork sobre arpillera se recurrió a la ayuda de mujeres de la Fundación Princesa Diana y el resultado es una obra colosal que conquista a primera vista pero atrapa aun más cuando se recorren los recovecos cargados de detalles.
Cada gobelino tiene bordada una frase de un texto de Ricardo; además, el artista tradujo las frases con el corrector de Google a un sinfín de idiomas, en una imperfección celebrada. La carga emotiva de esta obra es enorme, puesto que sobre ella fue velado Migliorisi, recuerda Lia y añade que esta es la última gran obra de él, de entre 2018-2019. En un fragmento del texto de El Gran Manto se lee “pañal y mortaja”: aquello que te trae al mundo y lo que te despide.
El desandar del tejido y la interpelación de la obra
Arnaldo Cristaldo es un artista que hace tiempo trabaja con la tela de ao po’i y con los símbolos oficiales. Su obra en la exposición es un díptico en blanco sobre blanco y negro sobre negro, bordado y desbordado. “Quizás Arnaldo está tratando de reescribir la historia oficial”, dice Colombino en referencia a esta obra que toma la imagen de los símbolos patrios.
En la línea del deshacer se encuentra también una obra de Joaquín Sánchez, artista paraguayo residente en Bolivia, quien presenta un ovillo formado por las banderas paraguaya y boliviana deshilachadas e hiladas en un mismo ovillo; una pieza que en un gesto muy simple encierra toda una historia que vincula a dos países.
También del mismo artista se puede ver la obra Sí, quería. Esta es una versión de una obra del 2001, que se encuentra en el Museo Nacional de Arte de La Paz, Bolivia. Muestra un vestido de novia -el original es de la madre de Joaquín- con un rojo corazón de ñandutí en una caja de vidrio que hace las veces de vitrina. Dentro de la caja también hay fotos de familiares, una cuestión que tiene que ver con la memoria personal, ilustra Colombino e instala la pregunta sobre el título:” ¿qué quiere decir que sí, quería? En ese título se alojan varias interrogantes.
A propósito del ñandutí de la obra de Sánchez la curadora comenta que esta manifestación sirvió y sirve hasta el día de hoy a muchas mujeres, no solamente por tratarse de una expresión propia de una comunidad. “Mi papá solía decir que el ñandutí era el encaje de la independencia del Paraguay, pero no de la Independencia de 1811; la independencia del Paraguay es cuando las mujeres pudieron decidir qué hacer con su plata. Por esto creo que el ñandutí guarda un poco de una emancipación”. Y hace una suerte de paralelismo al acotar que “las arañas si no tejen su tela no comen, no atrapan su comida”.
“Salí del encierro oliendo a intemperie”
Una reedición de una obra de los 90 de Osvaldo Salerno es lo que presenta el artista para esta oportunidad. La obra en cuestión es Wage die Stille, pieza que parte de una frase de Heidegger que significa nada menos que “atrévete al silencio”.
Se trata de un bordado industrial sobre entretela de unos 3 m. El texto bordado en múltiples líneas es una frase de Augusto Roa Bastos “salí del encierro oliendo a intemperie”, que Salerno utiliza en referencia a la dictadura, y se vale de la repetición en una suerte de insistencia con la que intenta convencer de su discurso a quien lo necesite.
El texto además está espejado, y en un paño aledaño borda el mismo texto pero del derecho y en guaraní, lo cual complejiza aún más la obra y habla de una frontera lingüística, explica la curadora de la muestra, y agrega que aquello es también herencia de la dictadura y las no-políticas lingüísticas. “Todo está preparado para el castellano a nivel oficial, aunque en todos lados aparezca que somos un país bilingüe. Yo tomo lo que dice Meliá: que en realidad somos un país disglósico. Hay dos lenguas pero una es dominada”, señala.
El universo de lo femenino y comunitario
Ya hace mucho que Claudia Casarino trabaja con textiles. En la muestra se cuenta con dos de sus obras: Corolas y Apyte ao. La primera son mangas confeccionadas en plastillera, el material de acopio para alimentos como granos o frutas. “Tiene que ver con un trabajo de fuerza, y en Paraguay hay muchísimas mujeres que hacen trabajo pesado desde tiempos inmemoriales, desde las estibadoras de naranja en el Puerto de San Antonio”, comenta Colombino. Adheridas a esas bolsas hay un pespunte de ñandutí, porque al mismo tiempo a esa mujer que hace trabajo bruto se le pide delicadeza, señala la misma. En Apyte ao Casarino dispone esa especie de nido o canasto de tela en el suelo y lo despliega hacia arriba con vestidos confeccionados en un leve lienzo crudo.
Por su parte, Mónica Millán al igual que Yaluk nació en Misiones, Argentina, y se sintió muy identificada con el Paraguay; en los 90 comenzó a venir al país y su interés en el ao po’i creció tanto que pasó unos meses en Yataity en profundo contacto con las artesanas y mantiene esa relación durante años, relata Colombino.
De esta colaboración nacen objetos de encaje ju como los que Millán presenta en el Malba, hechos por Petrona Martínez, una encajera. Los objetos recuerdan a tacurús y tienen que ver con el paisaje registrado por la artista; también en base a una fotografía en la que se observa a Sara López -hermana de Digna López Viuda de Narvaja, una de las últimas artesanas del ao po’i ete- con un mantel de flores de encaje ju colgado, Millán pide a Petrona Martínez que recree la fotografía en encaje ju. Ecos de aquellas rondas de mujeres que entre conversaciones, risas y la magia del hilo se sientan a tejer.
Más info
La muestra se puede visitar hasta el 2 de agosto de 2022 en la Avda. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires.
Instagram: @museomalba