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Sucede que estos seres con alas, suelen tomarse horas y días libres, o se quedan jugando entre las nubes con otros ángeles y el destino aprovecha para darnos un golpe certero: nos manda una muy dolorosa artritis en la rodilla, un documento judicial notificándonos de una demanda por rescisión de contrato o nos descompone el auto. Cuando nuestro ángel quiere tomar cartas en el asunto, es tarde, la cosa ya salió de su jurisdicción porque los ángeles son únicamente preventivos y hay que recurrir a los terapeutas humanos, médico, abogado, mecánico de algún taller.
En cualquiera de los casos hay que tener cuidado con la elección del terapeuta, ya que quedamos prácticamente en sus manos. Nos toca un médico chambón, un abogado negligente o un mecánico enredista y atájate Catalina. Si el mecánico es un suplicio para el dueño de un vehículo, la experiencia indica que es mucho peor para la dueña de un cochecito vaicué. Ella, debe cargar con los problemas que le acarrea el desperfecto automotor, más los comentarios burlones de un mecánico estándar de barrio.
Cuando consultamos con el médico, sin conocer un ápice de medicina, al menos podemos decirle: doctor me duele aquí. Pero es una tortura intentar explicarle a un erudito de las leyes universales de la mecánica automotriz, que nuestro cochecito tiene una arritmia en el motor. Con aires de suficiencia destapa el capó. Mira los fierros con la preocupación de quien sabe que llegó el fin del mundo. Toca aquí, desconecta por allá, se mete abajo, va al costado, acelera, corta, desconecta cables y mangueras mientras masculla que se partió el esturke de la trombina aurio arexal del carburador.
A lo mejor está listo para mañana porque tengo mucho trabajo, certifica el ínclito vertebrado, haciendo oídos sordos al discurso acerca de la necesidad de vida o muerte de un transporte propio en un día hábil. Para nada se inmuta ante la enumeración de los motivos que hacen, del quedarse a pie, una catástrofe de la vida doméstica. Impertérrito no afloja, hasta que el ángel se despabila y empuja a un amigo a pasar por el lugar. Éste se entera de los detalles y ahora resulta que el coche tiene una simple basurita, estará listo para la tardecita y el precio es una sonserita.
Moraleja: cuando se te descompone el vehículo y tenés que llevarlo a un mecánico artesanal estándar, acordate que sos mujer, rezale a tu ángel de la guarda, olvídate de tus tres títulos, dos idiomas de tu especialización en Harvard, de tus múltiples habilidades de ama de casa, dedicada madre y respetable compañera y pedile a algún atento señor que te acompañe, porque casi todos los mecánicos guaraníes solo saben hablar en masculino.