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La obra del papa Francisco, publicada inicialmente en Italia y posteriormente en más de 80 países, invita al lector a un viaje personal a través de la memoria del papa, comenzando con una historia familiar que bien podría haber cambiado el curso de su existencia. El libro se abre con el relato del naufragio del transatlántico Princesa Mafalda, un suceso que resonó con fuerza en la memoria familiar de Francisco.
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Calificado como el Titanic italiano, este trágico evento, según el papa, fue “minimizado o encubierto por los órganos del régimen” de la época. La historia de este naufragio adquiere un significado especial al conocer que los abuelos y el padre del papa, Mario, estuvieron a punto de embarcar en ese fatídico viaje.
“Mis abuelos y su único hijo, Mario, el muchacho que iba a ser mi padre, compraron el pasaje para esa larga travesía en aquel buque que zarpó del puerto de Génova el 11 de octubre de 1927 rumbo a Buenos Aires. Pero no embarcaron. Por mucho que lo intentaron, no consiguieron vender a tiempo cuanto tenían. Al cabo, muy a su pesar, los Bergoglio tuvieron que devolver el pasaje y aplazar la partida para Argentina”, relata Francisco en Esperanza.
Este giro del destino, esta postergación del viaje, se convierte en un punto crucial en la narrativa del papa. Con una profunda gratitud, Francisco reflexiona: “Por eso estoy ahora aquí. No se imaginan la de veces que se lo he agradecido a la Divina Providencia”. Esta anécdota familiar no solo introduce al lector en el contexto de la inmigración italiana a Argentina, sino que también revela la profunda fe del papa y su convicción de que su vida está guiada por un designio superior.
En Esperanza, el papa comparte sus experiencias recorriendo las “villas”, los barrios marginales de Buenos Aires: “Cuando alguien dice que soy un papa villero, solo rezo para ser siempre digno de ello”.
Bergoglio: Membrillar al 531
El libro transporta a la infancia de Jorge Bergoglio en Buenos Aires. Con una prosa sencilla y evocadora, el papa describe su hogar en la calle Membrillar número 531: “Desde mi segundo año de vida, hasta que cumplí los veintiuno, siempre he vivido en el número 531 de la calle Membrillar. Una casa de una sola planta, con tres habitaciones –la de mis padres, la que teníamos los varones y la de mi hermana–, un cuarto de baño, una cocina con comedor, un comedor más formal y una azotea. Esa casa y esa calle han sido para mí las raíces de Buenos Aires y las de toda Argentina”.
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El papa también presenta un retrato vívido de su barrio, un microcosmos de la sociedad porteña de la época. Con una mirada comprensiva y sin juicios, Francisco comparte anécdotas sobre los vecinos que marcaron su infancia.
Con una mirada comprensiva y sin juicios, Francisco comparte anécdotas sobre los vecinos que marcaron su infancia.
Uno de estos recuerdos se centra en una peluquera llamada Margot: “…y que tenía una hermana, que era prostituta. Un día Margot tuvo un hijo. Yo no sabía quién era el padre, y eso me asombraba y me intrigaba, pero al barrio no parecía preocuparle mucho”. Este relato, lejos de ser un mero chisme de vecindario, revela la mirada abierta y tolerante del joven Jorge, su capacidad para observar la realidad sin prejuicios morales.
El papa también recuerda a “otras dos chicas del barrio, también hermanas, eran prostitutas. Pero ellas eran de lujo: fijaban citas por teléfono, las recogían en coche. Las llamaban la Ciche y la Porota, y las conocían en todo el barrio”. Esta anécdota adquiere un significado aún mayor cuando Francisco revela que, años más tarde, cuando ya era obispo auxiliar de Buenos Aires, la Porota lo buscó porque había cambiado de vida y se dedicaba a cuidar ancianos: “El día del aniversario de su muerte nunca me olvido de rezar por ella”. Este encuentro posterior demuestra la capacidad de redención y transformación de las personas, un tema recurrente en el mensaje del papa Francisco.
El Papa Villero
El compromiso del papa Francisco con los más vulnerables es una característica distintiva de su pontificado. En Esperanza, el papa comparte sus experiencias recorriendo las “villas”, los barrios marginales de Buenos Aires: “Cuando alguien dice que soy un papa villero, solo rezo para ser siempre digno de ello”. Esta frase no es una simple declaración; es un reflejo de su profunda conexión con la realidad social, de su compromiso con los que sufren, de su deseo de ser un pastor cercano a su pueblo.
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El libro también aborda episodios dolorosos de la adolescencia del papa. Francisco describe por primera vez dos tragedias que lo marcaron profundamente: el caso de un compañero de clase que cometió un asesinato y que, tras salir de la cárcel, se suicidó, y el de otro joven conocido que mató a su madre. Estos relatos crudos y conmovedores nos permiten comprender el impacto que la violencia y el sufrimiento pueden tener en la vida de una persona, incluso en la de quien se convertiría en el líder de la Iglesia católica.
Dios, fútbol y familia
El libro también aborda los gustos y afectos del papa. Francisco habla de su parentesco con el futbolista Omar Sivori, comparte su pasión por el club San Lorenzo de Almagro y relata un legendario partido de su infancia. Estas anécdotas personales humanizan la figura del papa, mostrándolo como un hombre con aficiones y sentimientos comunes.
Esperanza no es solo la autobiografía del papa Francisco; es un testimonio de vida, un relato de fe, un mensaje de esperanza. A través de sus recuerdos, el papa nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas, sobre la importancia de las raíces, sobre el valor de la comunidad, sobre el poder de la redención.