En todo caso, estas tilínguicas son diatribas que serán estudiadas por las generaciones futuras, están destinadas a relatar las patéticas maniobras del tilingo del micrófono y para ello utilizo cierta sorna e irónica punición en el relato.
Una mañana de frío otoño, esgrimiendo el objeto acústico de comunicación, el tilingo del micrófono se autocoronó como redentor de Stroessner y rescatador histórico del estronismo de calidad. Con una maléfica vara por él inventada y su ordinaria y trivial visión de la perversidad, se puso a medir la inconmensurable banalidad del mal concepto clave en la filosofía política de Hannah Arendt, quien describe cómo la maldad puede ser el resultado de la normalización de la violencia y la falta de reflexión crítica. El tilingo comparó las atrocidades de la dictadura argentina con el tamaño y número de las monstruosidades cometidas por la dictadura estronista.
La oscura vara del tilingo del micrófono pretendería controlar los pensamientos, sentimientos y acciones de su audiencia, convirtiéndolos en esclavos o herramientas de sus rarófilos propósitos. Así fue entonces que, según su inventada vara maléfica, mil muertos son, en tamaño, más colosal crueldad que cien muertos. Treinta mil desaparecidos corresponden a una maldad astronómica ante el guarismo menor de tres mil desaparecidos o trescientas personas lanzadas a tierra desde aviones, prácticas conocidas como volantes, que eran utilizadas para eliminar a opositores políticos y otras personas consideradas amenazas al régimen. Las personas volantes eran transportadas en aviones de manera sorpresiva y secreta, sin previo aviso. Esta era una de las formas en las que la dictadura de Stroessner utilizaba la violencia para silenciar a la oposición y mantener el control sobre la población. El régimen estronista controlaba estrictamente los medios de comunicación, censurando la información y cercenando la libertad de expresión.
En un acto de digno de Calígula, el irresponsable tilingo del micrófono decidió redimir a Stroessner aquella mañana y, en un sapyaité, se consiguió la vara para medir el tamaño de la crueldad. Su vara podía actuar como un canal para comunicarse con entidades oscuras (¿Trump? ), demonios o dioses malignos, incluso conseguir la ayuda de estas entidades infames.
Como ya lo expliqué en entregas anteriores, aquel tilingo del micrófono alimentaba un odio vil hacia ciertas personas trabajadoras y un rencor implacable contra algunas instituciones que no seguían los lineamientos de este histérico Nerón de la prensa. Como se sabe, la personalidad de Nerón era ególatra, superficial e influenciable. Si no le gustaba la opinión de alguien, lo bloqueaba en las redes. Alguna vez dijo: “Quiero conseguir la atención e impresionar a la gente”. También expresó poco antes de suicidarse: “Qué gran poeta pierde el mundo”.
Pd: Mi agradecimiento a la IA que me proporcionó datos de muy buena fuente.
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