Hay quienes se manifiestan leales a su patria, a su bandera, a su equipo de fútbol, a su club de pertenencia, pero les cuesta un montón demostrar lealtad con sus sentimientos, se muestran distantes, evitan el diálogo, practican el ghostly, fantasmean, desaparecen. Prefieren confidenciar con personas extrañas, con la empleada del servicio doméstico, con el chofer del taxi, con su estilista o con su coach, antes que dialogar con alguien de su familia.
La lealtad familiar implica una relación de afecto y cuidado mutuo, una relación en la cual prima el cariño, la estima, donde el interés por la otra persona no deriva de expectativas amañadas y posibles ventajas materiales en torno a beneficios personales.
Lealtad significa estar ahí para alguien en las buenas y en las malas y permanecer a su lado sin importar las circunstancias. La lealtad implica aceptar y querer a alguien tal como es y no desaparecer del mapa cuando las cosas se ponen difíciles. Es no hablar mal de la otra persona ni comentar con cualquiera sobre sus intimidades, defectos y errores.
La familia sigue en pie con su complejidad de vínculos, entre el apoyo y la tensión. La familia, ese lugar donde nos vemos en la obligación de convivir con extraños, decía un escritor español. El afecto, el amor, la simpatía no se puede imponer ni forzar. El cariño se construye en base a relaciones saludables, respeto mutuo y muestras de afecto sinceras que a veces no se dan, o con el tiempo se desgastan, porque las mejores relaciones suelen destruirse por la excesiva proximidad.
En cuanto a la lealtad entre amiwis tiene que haber afecto recíproco y la disposición mutua de compartir un conjunto de hechos, entusiasmo, alegrías y sin sabores. La amistad es un valor intrínseco no es un medio para alcanzar fines provechosos. Si bien el afecto y la disposición pueden haber tenido su origen en acontecimientos contingentes, no son éstos los que otorgan valor a la relación.
Entre la sumisión y la ambición, a diario cometemos pequeñas o grandes traiciones. Asistimos a la metamorfosis de una sociedad avasallada por el dinero, el mal uso de la tecnología y la frivolidad.
La superficialidad en la sociedad actual prioriza la apariencia y la imagen, desdeñando el contenido y los valores internos.
¿Existe un protocolo de comportamiento que nos oriente cómo proceder cuando dos personas queridas se distancian? ¿Debo dejar de hablar con ambas partes? ¿Me comunico a escondidas con la una y la otra?
Es conocido el caso de una madre y una hija que dejaron de hablarse. Para aumentar el daño, la mejor amiga de la hija se convirtió en la nueva hija de la madre en cuestión.
La daga más afilada, aquella herida que más duele, es la que te clava la mano de una persona querida.
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