Las instalaciones de Skydive Paraclete XP de la ciudad de Raeford, Estados Unidos, fueron escenario de una proeza aérea que no solo desafió los límites de la física y la coordinación humana, sino que también forjó lazos de camaradería regional: el Récord Sudamericano de Grandes Formaciones.
Pero, ¿en qué consiste exactamente este récord que eleva el paracaidismo a la categoría de arte colectivo? No se trata de un simple salto, sino de la meticulosa construcción de una figura preestablecida en caída libre, donde cada paracaidista ocupa una posición específica y se entrelaza físicamente con otros para dar forma lo que algunos llaman una “obra maestra en el aire”, aunque este arte-deporte es efímero, su significación cobra relevancia en diversos aspectos: deportivo, físico y de resistencia mental.

La complejidad se consolida mediante la precisión milimétrica y la sincronización perfecta de una disciplina para pocos elegidos. Una vez lograda, la formación es juzgada y homologada por la Federación Aeronáutica Internacional (FAI), la máxima autoridad global en deportes aéreos.
Validación
La validación de esta gesta no es “un capricho”; para que el récord sea reconocido, se deben cumplir reglas de seguridad superestrictas. Esto incluye la altura del salto, la visibilidad vertical, la altura de separación de los paracaidistas en caída libre, la altura mínima para la apertura de los paracaídas y los lugares designados para el aterrizaje. Cada detalle es crucial para la integridad de los atletas y la legitimidad del récord.
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De acuerdo al Ing. Alejandro Rojas, uno de los paracaidistas paraguayos que participó en este récord, el evento congregó inicialmente a 120 paracaidistas, una cifra ambiciosa que, por motivos técnicos inherentes a la complejidad de la formación, fue ajustándose durante el transcurso de los días para garantizar el éxito colectivo.
Finalmente, fueron 104 valientes quienes lograron formar la figura establecida, sellando así el récord homologado. Esta diferencia entre el número inicial de participantes y los que lograron la formación final se debe a la necesidad de garantizar la cohesión y perfección técnica del récord, ajustando el equipo para maximizar las probabilidades de éxito.
La elección de Skydive Paraclete XP en Raeford, Carolina del Norte, no fue casual. Esta zona de saltos, con su impresionante infraestructura, que incluye la capacidad de lanzar a todos los paracaidistas con cinco aviones simultáneamente, además de un vasto espacio físico, fue el escenario ideal para esta monumental hazaña.
Delegación paraguaya
La hazaña fue un esfuerzo conjunto de la comunidad paracaidista sudamericana, con la participación de países como Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Chile y, por supuesto, Paraguay. La delegación paraguaya brilló con luz propia, compuesta por seis experimentados atletas: Raúl Cardozo, Lorena Sevilla, Alejandro Rojas, Diana Amarilla, Roberto González y Noelia Crovato.
El equipo paraguayo no solo mostró un admirable equilibrio entre hombres y mujeres, sino que todos sus integrantes participaron del récord de principio a fin, sin sufrir ninguna baja por motivos técnicos, lo que habla de su nivel de preparación y resiliencia.
Entre los protagonistas de esta epopeya aérea se encontraba Rojas, quien tiene 27 años de trayectoria y más de 2.200 saltos en su haber, una vida dedicada a la pasión por el cielo. Su participación no solo representa la pericia técnica, sino también el espíritu humano que se teje en estas experiencias límite. Para Alejandro, fue una “gran experiencia” volver a convivir en un ambiente deportivo con amigos que comparten la misma pasión, una oportunidad para reforzar los lazos de compañerismo regional.
Convivencia, un capítulo aparte
La convivencia fue un capítulo aparte: compartir alojamiento con ocho personas de Paraguay, Uruguay y Argentina en una casa común generó un ambiente relajado y hasta acogedor. Allí, las diferencias culturales se transformaron en anécdotas compartidas, desde las particularidades de cómo se prepara el mate en cada país, hasta los secretos del asado.
Fue una oportunidad para desconectarse de la intensidad de las largas horas en la zona de salto y recargar energías entre risas y charlas, forjando lazos que trascendieron la disciplina deportiva. Una anécdota, que Alejandro recuerda con especial cariño, ilustra a la perfección este espíritu de solidaridad.
El día en que el equipo paraguayo debía regresar a casa, tras realizar las últimas compras y disfrutar de un almuerzo tranquilo, recibieron una llamada inesperada. Era una pareja de paracaidistas uruguayos, con quienes habían compartido gran parte de la estadía, pidiendo ayuda: se habían quedado sin combustible en plena autopista, de camino al aeropuerto.
Sin dudarlo un instante, los paraguayos cancelaron sus planes, corrieron a comprar un bidón y les llevaron el combustible necesario. Este gesto, simple pero significativo, pinta un retrato de los lazos profundos que se forjaron más allá de las fronteras y de la búsqueda de un récord, demostrando que en el paracaidismo la altura del vuelo se mide también por la grandeza del espíritu humano.
@marta_escurra