Esta edición, la XXXI (2025), lleva por lema “Kuave’ê Mitã Ruparã Rekávo” o En Busca de Ofertas de Pesebres y pone en vidriera a la tradición de moldear el barro y la arcilla en Areguá. Este conocimiento fue heredado de generación en generación y es uno de los motores principales que mueven la economía de esta ciudad erigida a orillas del lago Ypacaraí.

En ese contexto, numerosas familias han construido sueños y proyectos en base a su herencia cultural como Teodoro Olazar, quien lleva más de 20 años en la cerámica. Sentado frente a su torno que gira tiñendo de rojo sus curtidas manos mientras da forma a una pieza, recuerda haber comenzado a experimentar con la arcilla cuando apenas tenía 10 años, guiado por su padre, Patricio Olazar.

Sin embargo, su camino no siempre fue el del barro. Teodoro se dedicó a otras profesiones e incluso viajó a Argentina, donde trabajó en albañilería antes de darse cuenta de que su verdadera pasión eran el torno y la arcilla que constituyen su fuerza creativa y sostiene su economía. Hoy, considera un privilegio trabajar al lado de su padre, quien lo observa orgulloso en la habitación de ladrillo, sede del taller de alfarería de la Asociación de Artesanos de Areguá.

En la otra punta de la ciudad, Carina Rivas, artesana de la nueva generación, enfatiza que la herencia familiar es la base de todo el oficio aregüeño. Mientras sus padres son los productores que “amasan y sacan el molde” de los pesebres, ella y su generación se dedican a la pintura de los personajes, algo que ella considera como “algo maravilloso” porque permite que su trabajo incluso a veces viaje “por todo el mundo”, sirviendo como recuerdo de Paraguay para otras culturas.
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Colorinches y noborigamas
Una nota llamativa de la feria es que no solo se encuentran los tradicionales pesebres de colores vivos (colorinches). Los visitantes también pueden encontrar piezas elaboradas con la técnica de la cerámica de alta temperatura, cocidas en el horno noborigama. En este tipo de horno, construido en la Asociación, la cocción se mantiene generalmente a una temperatura de 1.300 °C o más.

El manejo del mismo se realiza por intuición del artesano, quien necesita una considerable pericia. En contrapartida, este proceso da como resultado productos más duraderos y fáciles de mantener.

Teodoro Olazar explica que la quema en este horno genera una “ansia” porque nunca se sabe el resultado final: los colores salen “totalmente diferentes”, nunca uniformes y en ese hecho radica la magia. Además de pesebres hechos con esta técnica, se encuentran utensilios de mesa esmaltados, como bowls y jarras, que buscan revivir la tradición de cómo se vivía la Navidad antes, cuando se usaba cerámica en vez del plástico.

Este modo de vida mediante el barro, más allá del arte, es un motor económico. Sentada en su stand atestado de “nacimientos” de tamaños variopintos, Mirta Delvalle, licenciada en Matemática y ahora jubilada, quien pinta desde que se “sintió”, cuenta que nunca quiso dejar su pasión por considerarla su “terapia” y señala que, para los alfareros y aregüeños, la Navidad es crucial. La venta de la Expo Pesebre ayuda a juntar dinero para la inversión del año y para “pasar bien la Navidad”.

Celsa Villamayor, vendedora en la expo desde hace 6 años, relató emocionada que las ganancias de cada año le han servido para “pagar todas las cuentas”, mantener a sus hijos y costear sus estudios. En cuanto a cumplir los sueños, Carina Rivas mencionó que las ganancias les permiten construir y renovar su “casa propia”.

Teodoro Olazar considera que lo que más gana al dedicarse a la artesanía es la libertad de manejar su propio tiempo, lo que le permite mantener la cultura, ver crecer a su hija Milagros Ana Teresa (quien a sus 7 años ya practica y vende sus propias piezas) y compartir con su esposa, Estela Marys Barriento, con quien también comparte el oficio del barro.

Testimonios tangibles
La Expo Pesebre se realiza sobre la Avenida Mariscal Estigarribia. Entre las curiosidades que invitan a visitarla, se encuentran los pesebres gigantes distribuidos por el centro. Además, Vidalia Rolón, con más de 35 años de experiencia, no solo vende sus creaciones, sino que también ofrece un taller de reparación para aquellas piezas antiguas que “guardan historias”.

A lo largo de la avenida empedrada, la variedad de pesebres es vasta, y los precios se ajustan a todos los presupuestos. Los pequeños, ideales para rincones o regalos, van desde G. 25.000 (la Sagrada Familia chiquita) hasta G. 60.000. Los medianos, muy solicitados por su relación calidad-precio y versatilidad, rondan entre los G. 250.000 y 350.000.

Para coleccionistas o instituciones, se exhiben “verdaderas obras monumentales”, como las piezas de 1,20 metros de altura, cuyo precio puede ascender hasta G. 30.000.000. También hay pesebres exclusivos, hechos totalmente a mano con diseños originales, valorados en G. 4.800.000. De manera general, un pesebre completo cualquiera sea su tamaño tradicionalmente tiene 17 piezas, incluyendo a José, María, el Niño, los tres Reyes Magos, sus camellos, ovejas, el ángel, el gallo, la vaca y el burro.

Para la gente que prefiere regalos minimalistas o para departamentos, se ofrecen sets pequeños de la Sagrada Familia, explica Carina Rivas. De pronto, de un lado de la larga fila de stands de carpas de lona, emerge Miguel, un vivaz niño de nueve años quien ayuda en el stand de su abuela María Celsa y que sueña con dedicarse al torno y crear “gorditas” y “pesebritos a mano”. El niño, ilusionado con ganar experiencia y también dinero para la familia invita directamente: “¡Vengan a comprar!”.

La Expo Pesebre de Areguá es como una llama que se aviva cada fin de año: no solo ilumina la Avenida Mariscal Estigarribia con colores y figuras, sino que también enciende la fe y sustenta la vida de cientos de familias. Es el testimonio tangible de que la devoción, cuando se trabaja con el corazón, genera arte, economía y un profundo sentido de identidad paraguaya.
Texto y fotos: Marta Escurra @marta_escurra

