80 años atrás, Humo blanco en Asunción

El 21 de enero de 1869, Domenico Sanguigni, arzobispo de Damieta e internuncio apostólico ante el Imperio del Brasil, informó a la Secretaría de Estado del papa Pio IX que el obispo del Paraguay, monseñor Manuel Antonio Palacios, fue fusilado en Itá Ybaté por orden del mariscal Francisco Solano López.

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Monseñor Palacios tenía entonces 46 años y era obispo del Paraguay, la más antigua Diócesis del Cono Sur, desde el 30 de agosto de 1843. Unos años antes, en plena guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, el 25 de marzo de 1865, Buenos Aires fue elevada a la categoría de Arzobispado y era declarada metrópoli de Asunción, capital de otro país independiente y que estaba en guerra con el Gobierno bonaerense.

Diversas situaciones llevaron al internuncio a nombrar vicario foráneo provisional de la Iglesia paraguaya a un italiano, fray Fidelis de Abola, capellán mayor de los ejércitos imperiales de ocupación.

El Gobierno paraguayo envió emisarios a Roma y, mientras tanto, retiró el exequátur a fray De Abola y nombró administrador eclesiástico al padre Manuel Vicente Moreno. Siete meses después, Moreno fallecía, luego de reorganizar la Diócesis del Paraguay. Fue reconocido como sustituto suyo, el presbítero Fidel Maíz. Esto ocasionó numerosas cuestiones en Roma, además de idas y venidas entre el Paraguay, Brasil y la Argentina. Debido a todo esto, Maíz renunció a la administración y asumió interinamente Claudio Arrúa.

El Gobierno, por su parte, hizo gestiones a cargo de José del Rosario Miranda, quien logró el nombramiento del presbítero Dionisio Riveros y consiguió el envío de un obispo encargado de encontrar solución al espinoso tema de la vacancia episcopal, que logró consagrar obispo a Pedro Juan Aponte el 19 de octubre de 1879.

En 1891 falleció Aponte y asumió nuevamente la administración monseñor Arrúa. Luego de varias gestiones entre el Gobierno y la Santa Sede, el 3 de febrero de 1893 fue consagrado obispo del Paraguay, por monseñor Luis Lasagna, el joven sacerdote Juan Sinforiano Bogarín, de larga y proficua actuación al frente de la Iglesia paraguaya.

En agosto de 1928 empezaron las tratativas para la creación del Arzobispado de Asunción, lo que significó la creación de una provincia eclesiástica independiente de todo poder foráneo, como era la situación vivida en la Iglesia paraguaya desde que fue dispuesta su sufraganeidad de la Iglesia argentina, desde 1865.

Habemus obispos

Un profundo y prolongado debate parlamentario precedió a la creación del Arzobispado que se extendió a la opinión pública.

Fruto de aquel debate parlamentario fue la aprobación de la ley de creación del Arzobispado y de dos obispados en el Paraguay. Dicha ley aprobada por el Congreso Nacional dice:

“El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Paraguaya, reunidos en Congreso, sancionan con fuerza de Ley:“Artículo 1°. Autorízase al Poder Ejecutivo a gestionar de la Santa Sede la elevación del Obispado de la Asunción a la categoría y dignidad de Arzobispado, con la dotación de los obispos del Chaco y Villa Rica.

“Artículo 2°. Las partidas correspondientes a subvenir a las dignidades eclesiásticas, cuya creación se autoriza por la presente ley, serán incluidas en el presupuesto general de gastos después de que se haya otorgado el pase a la correspondiente bula papal.

“Artículo 3°. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

Dada en la sala de sesiones de Diputados, a los cinco días del mes de setiembre de 1928.

La bula papal que creó el Arzobispado y las diócesis de Villa Rica y Concepción y Chaco, además de independizar la Diócesis paraguaya de la jurisdicción del Arzobispado de Buenos Aires. El arzobispo, monseñor Juan Sinforiano Bogarín, se recibió de su sede eclesiástica el 15 de agosto de 1930.

También estableció que el Arzobispado asunceño tenía jurisdicción, además de Asunción, sobre Alberdi, Altos, Areguá, Atyrá, Caacupé, Capiátá, Emboscada, Guarambaré, Itá, Itauguá, Limpio, Luque, Ñemby, Paraguarí, Pirayú, Piribebuy, San Antonio, San Bernardino, San Lorenzo, Tobatí, Yaguarón, Ypacaraí, Ypané, Villa Franca, Villa Oliva y Villeta.

La Diócesis de Villa Rica estaba conformada por Villa Rica, Escobar, Sapucái, Caballero, Ybytymí, Coronel Martínez, Hy’aty, Itapé, Yataity, Mbocayaty, Yhacanguazú, Iturbe, Caazapá, San Juan Nepomuceno, Maciel, Yegros, Yuty, San Pedro del Paraná, Cangó, Bobí, Coronel Bogado, Carmen, San Cosme, Jesús y Trinidad, Encarnación, Carapeguá, Tabapy, Acahay, Quiindy, Ybycu’i, Mbuyapey, Quyquyhó, Caapucú, Florida, San Miguel, San Juan Bautista, San Ignacio, Santa María, Santa Rosa, San Patricio, Santiago, Ayolas, Yabebyry, Laureles, Desmochados, Pedro González, Paso de Patria, Humaitá, Isla Umbú, Pilar, Guazucuá, Tacuaras, San Juan, Ajos, Carayaó, San Joaquín, Yhú y Caaguazú.

Por su parte, la Diócesis de Concepción y Chaco estuvo integrada por Concepción, Bella Vista, Pedro Juan Caballero, Capitán Bado, Horqueta, Belén, Tacuatí, Loreto, San Pedro, Lima, Rosario, Itacurubí del Rosario, San Estanislao, Unión, Curuguaty, Ygatimí, Arroyos y Esteros, Caraguatay, Barrero Grande, Itacurubí de la Cordillera, Valenzuela, San José de los Arroyos, Tacurupucú y Villa Hayes.

Las sedes de estas diócesis eran Villa Rica y Concepción, y los obispos nombrados, Agustín Rodríguez y Emilio Sosa Gaona, consagrados el 15 de mayo de 1932, hace 80 años, y cuyas imágenes de tan solemne acto publicamos hoy.

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