Cine y bisturí, una intensa relación

La arruga es bella, pero no en la gran pantalla. Así debe pensar el gran número de actores y actrices que han pasado por el quirófano para cambiar su fisonomía. La que también se sumó a esta lista fue Marilyn Monroe, que se retocó nariz y barbilla, según desvela ahora un informe médico de ella subastado esta semana.

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Ni maquillaje ni Photoshop, el mejor aliado de actores y actrices es el bisturí. En una profesión del culto a la juventud eterna, pocos son los que reniegan del paso por el quirófano para mejorar su aspecto y muchos los que callan discretamente ante el peaje más común para seguir en activo.

La última en reconocer –sin ella quererlo– su paso por el quirófano ha sido Marilyn Monroe. Según desvelan los informes médicos de la actriz, subastados recientemente por la casa Julien en Berbelly Hills, la protagonista de Con faldas y a lo loco pasó por el quirófano para retocarse el mentón, porque pensaba que lo tenía deformado, y la nariz, tras una caída que sufrió un par de meses antes de fallecer.

Nadie parece haber puesto el grito en el cielo por este descubrimiento. Al contrario, el paso por el quirófano de profesionales de la gran y de la pequeña pantallas es tan común que la rareza está en renegar de las ventajas de la cirugía plástica.

Algunas actrices, incluso, han llegado a bromear con la idea de crear una “Liga contra la cirugía”, según aseguró la actriz Kate Winslet, una de las más entregadas combatientes del culto a una belleza saludable. Incluso, parece que ha embarcado en este proyecto a otras dos actrices que también rehúyen pasar por el quirófano o utilizar Botox, como son Rachel Weisz y Emma Thompson. Pero son raras por su condición.

Ceder a la presión

A pocos les gusta reconocerlo, pero en una industria en la que la apariencia está constantemente bajo la atenta mirada de los focos, es difícil negar la evidencia. Actrices como Nicole Kidmam, Cher o Meg Ryan han sucumbido a los estragos de la cirugía plástica para tratar de evitar el paso del tiempo, pero no han sido las únicas ni serán las últimas.

En el caso de la actriz australiana, ha reconocido que se inyectó Botox, pero que se arrepintió, porque le restó movilidad a su expresión facial, el gran aliado de los actores.

Según The Guardian, directores como Baz Luhrmann y Martin Scorsese han alertado sobre el uso de este producto, ya que en la actualidad es prácticamente imposible encontrar actrices que puedan expresar emoción no verbal y hasta parecer enfadadas.

No obstante, por otro lado, la industria cinematográfica parece presionar indirectamente hacia este tipo de tratamientos. La actriz Robin Wright ha llegado a decir que, en Hollywood, “sin Botox, no hay trabajo”, en referencia a la falta de papeles para mujeres maduras.

Una situación que ha parecido llevar a activistas de la “arruga es bella” como Susan Sarandon a dejarse tentar por el lifting. La actriz reconoció recientemente que se arregló la papada y lanzó un mensaje de apoyo para todas aquellas personas que quieran operarse, de modo que conserven la esencia de quienes son y “no se le vaya de las manos”, según señaló en una entrevista con el diario español El País.

Las intervenciones más comunes del séptimo arte son las inyecciones de Botox para eliminar arrugas, y de colágeno para rellenar pómulos y labios, junto a implantes de todo tipo, entre los que se destacan los senos.

Los casos más evidentes de este tipo de intervenciones son los de Melanie Griffith, Mickey Rourke o la francesa Catherine Deneuve, que ha reconocido utilizar hilos de oro que se implanta en la piel a modo de lifting. Aunque los más logrados son, sin duda, los de Demi Moore o Sharon Stone.

El caso más llamativo es probablemente el de Michael Jackson, cuyo radical proceso de cambio le varió totalmente la fisonomía y hasta el color de piel. A pesar de que él mismo desmintiera en varias ocasiones los cientos de operaciones estéticas que se le atribuyeron.

En su autobiografía Moonwalk (1988), el músico solo admitió dos intervenciones: una rinoplastia (nariz) y una operación para ponerse un hoyuelo en la barbilla. En cuanto al color blanquecino de su piel, lo atribuyó a que padecía vitíligo, una enfermedad que causa despigmentación.

Los que dicen no

En una industria acostumbrada a los rejuvenecimientos súbitos, pocos son los que se destacan por renegar de las bondades de la cirugía plástica. Actrices como Victoria Abril y Salma Hayek, junto a iconos de la gran pantalla como Audrey Hepburn y Brigitte Bardot, se han negado a tocarse un solo músculo de cara y cuerpo.

“Nada de arreglos de cirugía ni Botox. Creo que es terrible, esas chicas cerca de los 30 que se inyectan sus caras y labios. Una me dijo: ‘Si mato mis músculos ahora, nunca tendré arrugas’. ¿Te lo puedes imaginar?”, señaló la actriz mexicana al ser preguntada si alguna vez había pasado por el quirófano.

Entre estas filas también se encuentra la bella Scarlett Johansson, quien incluso llegó a emprender acciones legales contra una revista que aseguraba que se había operado la nariz. “Siempre he sido muy franca con la prensa sobre mi apariencia física”, aseguró la protagonista de Vicky, Cristina, Barcelona, quien se declaró “preocupada” porque sus seguidores o los directores que trabajan con ella se puedan sentir “engañados”.

Otra fan de la arruga, aunque no tan combativa, es Geraldine Chaplin. No ha pasado por el quirófano, ya que por el momento asegura que sus arrugas le dan trabajo, pero, cuando eso no suceda, cree que no dudará en someterse a la dictadura del bisturí.

EFE Reportajes

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