El año del saxo

Sadao Watanabe en Tokio, Peter King en Londres, Fela Anikulapo Kuti en Lagos, Ornette Colleman en Dallas, Gato Barbieri en Buenos Aires y París, Paquito D’Rivera en La Habana; Stan Getz, John Coltrane y Woody Allen en Nueva York, Pedro Iturralde en Madrid, Jorge Pardo en Oakland, Hermeto Pascoal en Minas Gerais…, Bill Clinton en Praga y, en la televisión, Lisa Simpson, la hija de Homero. Entre nos, Nene Vázquez, el finado Palito Miranda y muchos otros. Todos, todos con un instrumento común: el saxofón.

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El 4 de febrero pasado se cumplieron 180 años de la muerte del belga Adolf Sax. Y en noviembre próximo, el 6, se cumplirán 200 años de su nacimiento. Efectivamente, este año es el del saxo, pues, como dijimos, se cumplen dos siglos del nacimiento de su inventor, en Dinant, Bélgica.

Adolfo Sax fue el creador de uno de los instrumentos más hermosos y de sonoridad sensual y cautivante: el saxófono, saxofón o simplemente, saxo. Es el único instrumento musical con pedigrí. Pues se conoce quién lo inventó, cuándo y dónde. Los demás instrumentos musicales –la mayoría, por no decir todos– derivan de otros desarrollados anteriormente, cuyos orígenes se pierden en la noche de los siglos, que con el correr del tiempo “experimentaron cambios notables, mudanzas, a través de las distintas épocas; en fin, todos se han perfeccionado mediante un progreso lento”, como decía hacia 1855 el francés F. J. Fétis, fundador de La Revista Universal.

Un siglo después de la muerte de monsieur Sax, su invento, el saxofón, suena en todos los rincones del mundo para expresar los sentimientos de las más diversas culturas.

Un invento genial

“Un saxo tenor, dulcemente mecido o imperiosamente exigido por un músico de jazz, es una de las imágenes clásicas del siglo XX”, decía años atrás Federico González, un periodista español.

Desde 1840, año de su invención, el saxo pasea por el mundo su curvada figura y sonido cautivante para deleite de los melómanos. El instrumento nació de la asociación de una embocadura de lengüeta simple, como la del clarinete, con un tubo de sección cónica, como el del oboe.

Su lugar de nacimiento fue Bruselas, pero se dio a conocer en París, en 1842. Dos años después hizo su aparición en un concierto, siendo muy alabado por la prensa especializada y, al año siguiente, numerosas bandas militares lo incorporaron entre sus instrumentales.

La polémica

Envidiosos del éxito del saxofón, muchos luthiers criticaron acremente el invento de Sax, objetando el supuesto carácter híbrido y “monstruoso” del mismo y negándole originalidad.

Luego de largos años de pleito, Adolfo Sax superó todas esas controversias cuando finalmente, en 1857, su invento fue declarado un instrumento original. Durante sus años de lucha por afianzarlo, monsieur Sax fue apoyado por artistas de primerísimo nivel como Berlioz, Hálevy, Rossini, entre otros, quienes emplearon el saxofón en sus obras.

Radiografía

El saxofón se compone de cinco partes: cuerpo, culata, pabellón, boquilla y pico.

Las tres primeras están soldadas entre sí, mientras que la boquilla y el pico son desmontables (salvo en el saxo sopranino y en el soprano).

La boquilla se fija en la parte superior del cuerpo y el pico en el extremo de aquella. En la parte inferior del pico está sujeta la lengüeta de caña. El cuerpo, la culata y el pabellón tienen varios agujeros que se obturan por medio de unos platillos accionados directamente con los dedos o unas llaves.

Una familia numerosa

El saxo es un instrumento que posee una gran flexibilidad de matices y su timbre es penetrante, algo velado y sensual. El registro grave es sonoro e intenso. Pero a partir de la nota re del registro medio, el sonido se caracteriza por ser más cálido e íntimo. A medida que asciende en el registro agudo, el sonido va empobreciéndose, perdiendo el timbre característico.

La familia del saxofón, bastante numerosa por cierto, comprende el saxo sopranino en mi bemol, el saxo soprano en si bemol, el saxo tenor en si bemol, el saxo barítono en mi bemol, el saxo bajo en si bemol y el saxo contrabajo en mi bemol. Estos dos últimos, solo usados en bandas militares de música.

El saxo sopranino y el soprano se distinguen porque generalmente son rectos; los otros, en cambio, tienen un pabellón curado en forma de pipa. El saxo más usado en las orquestas sinfónicas es el contralto, aunque también, pero más raramente, el saxo tenor, el barítono y el soprano.

Muerte y resurrección

Luego de su fugaz éxito, el saxo conoció malos momentos, siendo virtualmente olvidado y quedando relegado a unas pocas bandas, preferentemente militares. Posteriormente, compositores de la talla de Bizet, Massenet, Ravel y Strauss, entre otros, se interesaron seriamente en el invento del belga y decidieron emplearlo cada vez con mayor frecuencia.

A principios del siglo XX, las autoridades del Boston Club Orchestra se sumaron a este intento de revitalizar el instrumento, con el encargo de varias obras para saxo a compositores franceses como Debussy y, D’Indy y el alemán Schmitt. Esta situación dio al saxo un repertorio propio del que hasta entonces había carecido, teniendo que recurrir a transcripciones o fantasías.

El baile, el vodevil, las ferias agrarias popularizaron el saxo de la mano de talentos como el americano Rudy Wiedoeft y los franceses Jules Viart y Paul Romby. Mientras, un género musical se venía abriendo paso: el jazz, pero no fue sino a principios de los años 20 del siglo pasado que lo incorporó como uno de sus instrumentos principales.

Los músicos negros y los prejazzeros de Nueva York, Chicago o Nueva Orleans, aunque no lo rechazaron, no apreciaron suficientemente el instrumento hasta que un convicto de una cárcel de Chicago, Milton Mezzrow, aprendió a tocar el saxo alto y el famoso clarinetista Sidney Bechet se compró un saxo soprano en una tienda de Londres. Este fue el origen del célebre Estilo de Chicago.

Sinónimo de jazz

Según los estudiosos del instrumento, la relación entre el brillante metal y el jazzman es casi mágica. Y para entender esa relación, dice el ya mencionado Federico González, “hay que saltar el decorado e ir mucho más allá de la mera referencia visual: uno le pone voz a una sensibilidad especial que no encuentra cauce en otros instrumentos; el otro le insufla aliento a una aleación nacida para expresar la pasión”.

De instrumento relegado a funciones secundarias, se convirtió en el más popular del jazz. El saxo alcanzó su plenitud al ser incorporado a ese género musical.

Esa situación marginal no se debió a la incapacidad o las limitaciones del instrumento, sino a la inexperiencia de los músicos, como quedó demostrado por el famoso exclarinetista Sidney Bechet al adoptar el saxo soprano, con el cual logró alcanzar, gracias a la técnica rayana al virtuosismo, altísimos niveles expresivos “y un considerable nivel creativo, incluso sobre canciones discutibles, realzadas por el bellísimo sonido y vehemente vibrato de su autor”, según el español Federico González.

Luego de Bechet viene toda una constelación de estrellas que conquistaron fama y millones, como Coleman Hawkins, quien en 1939 grabó Body and Soul, prueba de fuego desde entonces de todos los saxofonistas; Lester Young, gran solista; Charlie Parker, John Coltrane, Sonny Rollins, Stan Getz, Ornette Coleman, Steve Lacy, Joe Hernderson, entre otros.

Saxo visual

El saxofón protagoniza, con su gama de sonidos, desde un corto publicitario en la pantalla gigante, pasando por series televisivas.

Baretta, La canción triste de Hill Street y La ley de los Ángeles son algunos ejemplos.

En el cine, muchas veces, desempeñó papeles estelares: Round midnight, con Dexter Gordon; Bird, Clint Eastwood; La conversación, con Gene Hackman; New York, New York, con Liza Minelli, entre otros.

surucua@abc.com.py

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