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El hombre es un ser social, llamado a vivir con otros, compartir proyectos, buscar soluciones a los problemas comunes y realizarse conviviendo con otros. Así puede entenderse la sociedad: un cuerpo cuyos miembros son seres humanos que conviven, siempre que por convivencia se entienda no el mero hecho de vivir juntos, sino la ayuda recíproca. Cuando se cumplen estos requisitos de una forma estable, hay sociedad.
Así lo entiende Luis Ayala, representante del movimiento de Comunión y Liberación (CL), que recientemente celebró 60 años de fundación. Su creador, el sacerdote Luigi Giussani, considerado uno de los principales exponentes del catolicismo contemporáneo en Italia y Europa, impulsó una educación cristiana y la colaboración con la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad.
En la actualidad está presente en más de 90 países –el Paraguay entre ellos–, siendo considerada una de las fraternidades más importantes de Sudamérica, con más de 30 años. Como cabeza, Luis Ayala rememora que los comienzos se dieron en el ambiente estudiantil italiano, entre bachilleres y, a partir de 1968, entre adultos y universitarios.
“El fin es darles herramientas a los jóvenes para que puedan enfrentar la realidad y realizar una tarea de ayuda desde el ámbito que les toca actuar. Apunta hacia la educación cristiana madura de sus miembros y la colaboración en las misiones de la Iglesia católica de hoy en la sociedad. Generó tal fascinación en los jóvenes que su doctrina se fue expandiendo a otros países y cada año está más afianzado. Cuenta con miembros de todas las edades y estilos de vida. No existe tarjeta de presentación, sino el deseo libre e individual que tiene cada persona para participar”, expresa Ayala.
La vida del movimiento está sustentada económicamente por la libre y voluntaria contribución de sus miembros. Los adultos, totalmente bajo su propia responsabilidad, crearon trabajos de carácter cultural, caritativo y empresarial. “Fomentamos que los jóvenes busquen modificar su entorno, generen acciones positivas de cambios para el bienestar propio y de quienes les rodean, desarrollándose como personas e inculcando buenos valores en las futuras generaciones. Si todos nos aplicamos a la tarea, podemos lograr cambios importantísimos a nivel agregado”, afirma la cabeza de CL.
Definitivamente, esto sí tiene sentido y es fortaleza mental: ignorar a quien “resta” y subirse al carro de los que “suman”, y trabajar con los jóvenes que son el futuro. Por lo tanto, si queremos un futuro mejor, tenemos que actuar sobre quienes van a tener la responsabilidad de tomar decisiones cuando nosotros ya estemos “en fase de aterrizaje”.
El papa también sumó sus expresiones de satisfacción al recordar dos efemérides: el 60.º cumpleaños del movimiento y el 10.º aniversario del fallecimiento del fundador, cuya causa de beatificación comenzó en el 2012. Fue ante 80.000 miembros y amigos de Comunión y Liberación al confesarles, en la Plaza de San Pedro, “el bien que me ha hecho vuestro fundador, don Luigi Giussani, a través de la lectura de sus libros y artículos”.
En un toque de atención, que puede ser útil a otros movimientos e instituciones, el vicario de Cristo les invitó a “rechazar la autorreferencialidad en todas sus formas”, sabiendo “escuchar a quien no es como nosotros, aprendiendo de todos con humildad sincera”.
El papa Francisco les recordó una frase que dijo a los nuevos cardenales: “El camino de la Iglesia consiste en no condenar eternamente a nadie, sino en difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero”.
Con los hombres y mujeres que participan en la fraternidad de Comunión y Liberación en sus actividades de espiritualidad, ayudan a los demás. “Para la venida del pastor universal, todos los integrantes de CL ya están trabajando en su comunidad, ya sea en la organización, los coros, como también recibiendo a otras familias. De eso se trata: que ellos vayan haciendo camino tomando como instrumento la cultura, misión y caridad, abarcando todos los aspectos de la sociedad, viendo de qué manera podemos ayudar y afianzar que la fe tiene que ver con la realidad. Los jóvenes trabajan en su realidad. Están los que asisten a la educación secundaria, la universidad, los que están insertos en la vida laboral y que todavía no contrajeron matrimonio, y las familias, la realidad más grande del movimiento. Todos trabajamos en forma conjunta; no toda la responsabilidad recae en la cabeza, sino más bien es una misión en equipo”, dice Ayala.
San Juan Pablo II también testimonió la confianza que siente por los jóvenes, en todos los países en los que están formados los movimientos. Resaltó su confianza en el entusiasmo generoso por toda causa noble y grande, en su disponibilidad pronta y desinteresada hasta el sacrificio por los ideales en los que creen.
“Instamos a los jóvenes a seguir las verdaderas consignas que tienen en su corazón y busquen ser felices. El primer paso en el crecimiento espiritual es empezar por cambiar la manera de pensar; esto determina cómo se siente y va a influir en el actuar o proceder. Los jóvenes, si están bien educados, pueden ser constructores de paz, y es la obligación de cada generación formar jóvenes en el camino de la justicia, armonía y conciliación”, finaliza.
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Fotos ABC Color/Gustavo Báez/Gentileza.