La última función de Robin Williams

El cómico triste, el gran showman que divertía a chicos y grandes con sus bromas y sus expresiones, a veces exageradas, el gran Robin Williams ha realizado su última función en su casa, a solas, sin despedirse del gran público. Pero en el recuerdo quedarán sus grandes interpretaciones y la alegría que exportó gracias a la gran pantalla.

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Robin Williams tenía 63 años y sufría depresión, por lo que las autoridades piensan que, a falta de la autopsia correspondiente, el gran actor nacido en Chicago, y con un Óscar y cinco Globos de Oro, pudo haberse suicidado en su domicilio de Tiburón, en el área de la bahía de San Francisco, California.

Desde que se supo el hecho, miles de conciudadanos anónimos han ofrecido en los medios y las redes sociales mensajes de condolencia, así como grandes de la industria cinematográfica, como Zoe Saldana, quien dijo: “No encuentro palabras para poder expresar la tristeza por esta pérdida trágica”, o su compañera Michelle Rodríguez, quien recordó con nostalgia los momentos de risa y llanto que vivió con el actor.

El cantante Lenny Kravitz dijo un escueto pero emotivo: “Fue un honor conocerte”, mientras colgaba en las redes sociales una foto del rodaje de The Butler en Nueva Orleans.

Otro de sus compañeros cómicos, Steve Martin, comentó en una conocida red social: “No podría quedarme más de piedra por la pérdida de Robin Williams, buena gente, talento genial, compañero actor y alma genuina”.

Pero a esta muestra de pesar se han unido docenas de famosos artistas como Lindsay Lohan, Mara Shriver, Shannen Doherty, Mia Farrow, Kevin Spacey, John Cusack o Faye Dunaway, entre otros.

Una vida profesional

El intérprete de títulos ya míticos en el océano cinematográfico de Hollywood, como Mrs. Doubtfire, Dead Poets Society, Aladdin, The Fisher King o Jumanji, también dio vida a personajes con mucha sorna y difíciles como los de Good Morning Vietnam o Good Will Hunting. Quienes lo conocían íntimamente hablaban de que era un hombre que utilizaba la risa para ocultar el llanto.

Williams fue hijo único de un ejecutivo de una empresa automovilística y su madre fue una actriz frustrada, quien fue despertando en Robin el interés por la interpretación, aunque lo primero que estudió fueron Ciencias Políticas en la Universidad de Claremont. De aquella época, el malogrado actor siempre ha hablado a sus íntimos de la soledad que tenía que soportar al trasladarse sus padres de ciudad con cierta frecuencia.

Harto de unos estudios que no entraban en consonancia con su personalidad, Williams comenzó a probar el veneno de las tablas estudiando Arte Dramático en la escuela Juilliard de Nueva York, donde conoció a Christopher Reeve, del que se hizo gran amigo y con quien permaneció hasta el fallecimiento del gran Superman.

Tras sus estudios pertinentes, comenzó a trabajar desde la base en los locales y clubes de San Francisco, haciendo monólogos y ofreciendo un ramillete de gestos que sería, a lo largo de su carrera, seña de identidad del actor.

Durante esta época fue descubierto para la televisión y trabajó varios años en la serie Mork & Mindy, en la segunda mitad de la década del 70, que le permitió ganar el primer Globo de Oro de su palmarés.

En cine debutó como protagonista en el filme Popeye, en 1980, a las órdenes de Robert Altman. Y luego canalizó su sentido del humor y su vena de showman en el gran filme Good morning, Vietnam (Barry Levinson, 1987). Un personaje muy auténtico, de locutor de radio que alentaba a las tropas estadounidenses en Saigón. Este trabajo le valió otro Globo y una nominación al Óscar.

Después vendrían otros títulos míticos de su filmografía, como Dead Poets Society, de Peter Weir, en la que daba vida a un heterodoxo profesor que se preocupaba y alentaba a sus alumnos a que vivieran plenamente y no se encerraran en los libros, y The Fisher King, de su ídolo cómico, Terry Gilliam, líder del grupo británico Monty Python, en la que se metía en el papel de un fabulador.

Otras grandes actuaciones de Williams se pudieron ver con Awakenings, de Penny Marshall; Hook, de Steven Spielberg; Mrs. Doubtfire (1993), en la que hacía un doble papel de hombre-mujer, gracias al que logró otro Globo de Oro; Jumanji; Jack, de la mano de Francis Ford Coppola; con Kenneth Branagh en Hamlet, o dirigido por Woody Allen en Deconstructing Harry.

El Óscar le llegó a la cuarta nominación en 1997, en un papel como actor secundario del psiquiatra viudo de Good Will Hunting, dirigido por Gus van Sant. Había sido nominado al premio de la Academia como mejor actor principal por The Fisher King, en 1991; por Dead Poets Society, en 1989, y por Good morning, Vietnam, en 1987.

Altibajos

En lo personal, el actor ha tenido muchas crisis y fue, según confesión propia, adicto a la cocaína y el alcohol. Al parecer, el actor sufrió un shock emocional cuando murió su íntimo amigo John Belushi, también humorista, de sobredosis de drogas en 1982. Williams estaba acompañándole cuando falleció, al igual que el también actor Robert De Niro.

Aquel suceso llevó a Williams a ingresar a un programa de desintoxicación, y los fantasmas del trágico acontecimiento vivido al lado de su amigo le siguieron acechando años después.

Cuando cumplió los 60 años y tras ser operado del corazón satisfactoriamente, comentaba a los medios: “Alcanzar los 60 años no ha cambiado nada mi vida; me siento genial, muy feliz”.

En la vida sentimental, también pasó por una montaña rusa. Se casó por primera vez en junio de 1978 con la bailarina Valerie Velardi y su relación funcionó bien. Tuvieron a su hijo Zachary, pero el actor mantuvo una relación extramatrimonial con la camarera Tish Carter, que duró varios años y concluyó en 1986. Tras el escándalo, su esposa solicitó el divorcio y se lo concedieron en 1988.

El 30 de abril de 1989, el actor se volvió a casar con la niñera que había tenido su hijo, Marsha Graces, a quien había dejado embarazada y con quien convivió durante más de diez años. Incluso trabajaron juntos, ya que ella se convirtió en productora, en filmes como Patch Adams o Mrs. Doubtfire. Fruto de esta unión fueron su hijo Cody Allan y su hija Zelda.

En octubre de 2011, pocos meses después de confirmarse el divorcio de Marsha, Robin Williams volvía a contraer nuevas nupcias, esta vez con la diseñadora gráfica Susan Schneider, quien a través de un comunicado ha dicho: “Perdí a mi marido y mi mejor amigo. El mundo perdió a uno de sus mejores artistas y personas”.

Efectivamente, el público ha perdido a un humorista, un gran intérprete y, también, una buena persona que, a través de sus trabajos, ha sabido ofrecer la alegría de vivir, lo positivo que tienen siempre situaciones complicadas. Lástima que él no ha podido impregnarse de ese espíritu tan benefactor que proyectaba.

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