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La figura femenina ha conquistado los dos principales lugares de la última edición de uno de los premios más importantes del campo de las artes visuales en nuestro medio, el Premio Matisse 2021. El segundo puesto ha sido para la artista visual Tim Raquel (Raquel Cuella), a cuya obra nos aproximaremos a continuación.
«Pienso, sin embargo –escribe el filósofo italiano Giorgio Agamben–, que la potencia que el acto de creación libera debe ser una potencia interna al mismo acto, como interno a él debe ser también el acto de resistencia. Solo de esta forma la relación entre resistencia y creación, y entre creación y potencia, se vuelve comprensible» (Agamben, 2014, p. 37).
A través de la obra seleccionada por el jurado, la videoinstalación «Zurcir la herida», la artista visual emana esa potencia creadora suya que se refleja en la manera de resolver las inquietudes que la atraviesan, inquietudes que se resisten a ser olvidadas y que, al quedar plasmadas en una producción visual, devenidas obra de arte, se inscriben dentro de los parámetros de lo contemporáneo. Y en este punto me parece oportuno que nos acerquemos a ese concepto, el de lo contemporáneo. Según la curadora y crítica de arte mexicana Ruth Estévez, «El lenguaje del artista contemporáneo sigue siendo muy diferente al del público en general y no tiene que ver el medio en sí, sino su forma de hablar y de reflexionar acerca de ello» (citada en: Magaril, 2016). Sin embargo, aun con sus dificultades y disonancias, tal como las menciona Estévez, la experiencia general de lo contemporáneo se relaciona con nuestra primera cita –la de Agamben, sobre el acto de creación– si la conectamos con esa fuerza visual en la cual desembocó la exploración de la artista, que nos adentra en un mundo íntimo donde el dolor está plasmado en un elemento tan poderosamente connotativo como la sangre. Sabemos, o sentimos, frente a la obra que en esta convergencia se está suturando algo, que se está tratando de atajar, de contener, algo que pasa: una herida sangrante nos deja entender, a través del vídeo performático, que se trata de una experiencia personal que vive la artista. Así plasmadas, estas experiencias interpelan al espectador, y en esa interpelación son capaces de sugerirle innumerables connotaciones acerca de lo que está mirando.
El vestido que queda como parte de la obra / instalación –y que es, claramente, el vestigio de lo que fue la performance que observamos en el video– da su fuerza al mensaje que la artista transmite. Cabe decir que todo el significado de la obra reside en la resistencia a que un determinado momento sea olvidado, e incluso que ahí se encierra la potencia de la obra, instalada en el propósito de cristalizar un momento, juego de la artista que queda plasmado en una obra de arte.
Las producciones visuales de Tim Raquel giran en torno a sus vivencias personales, que se presentan como abiertamente configuradas por una circunstancia decisiva, el hecho de ser mujer en un contexto social marcado por el patriarcado; experiencias que, por eso mismo, son también colectivas, y que motivan tanto sus fotografías como su acercamiento a las instalaciones y a los actos performáticos, medios que constituyen actualmente su canal de expresión.
Obras citadas
- Giorgio Agamben, El fuego y el relato, Editorial Sexto Piso, 2015.
- Ruth Estévez, en: Florencia Magaril, «El arte de definir qué es arte (contemporáneo)», revista Hipermédula, abril de 2013.