«Antes cerdo que fascista»: 30 años de Porco Rosso

Celebramos las tres décadas del estreno de una película de Hayao Miyazaki, destinada desde su nacimiento a quedar en la historia del cine y el animé.

Porco Rosso.
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Hace treinta años salió a luz la historia de la kafkiana metamorfosis del aviador Marco Pagot, misteriosamente convertido en el cerdo antropoide Porco Rosso en algún momento de aquella «Gran Guerra» en la que participó como piloto de la Fuerza Aérea italiana. Aquella guerra que puso fin, en el breve lapso de cuatro años, entre 1914 y 1918, al mundo hasta entonces conocido, y tras la cual las décadas inmediatamente anteriores, ya con la conciencia de lo irrecuperable y la idealización correspondiente, serían recordadas como la Belle Époque.

La cabeza porcina de Marco / Porco se quedó grabada para siempre en la retina del público desde el día del estreno en los cines japoneses, en 1992, del largometraje animado de Studio Ghibli Kurenai no buta, escrito y dirigido por Hayao Miyazaki y conocido en el resto del planeta como Porco Rosso. Situado en el período de entreguerras, en los años de expansión del fascismo, bajo un cielo infestado de piratas aéreos y con las aguas del Adriático surcadas por lujosos barcos de recreo, Porco Rosso se inspiró en Hikotei Jidai (La época de oro de los hidroaviones), cómic del propio Miyazaki publicado en la revista mensual japonesa Model Graphix, n.14-16, en 1990.

Si Marco lleva el nombre de un colega de Miyazaki –colaborador suyo en el anime steampunk de los 80 Sherlock Hound, e hijo y sobrino, respectivamente, de Nino y Toni, los fratelli Pagot, pioneros de la animación en Italia (1)–, el burlón desafío del sobrenombre, «cerdo rojo», insulto reivindicado con orgullo, queda confirmado cuando escuchamos en la radio, al comienzo, esa vieja canción del communard Jean-Baptiste Clément, con música de Antoine Renard, Le temps des cerises, que Gina cantará después en el Hotel Adriano, melancólico homenaje a los caídos en la Comuna de París (2) y a los ideales enterrados con ella, metáfora de algo esencial y oscuro que Marco / Porco perdió en la guerra.

La magia del vuelo, presente en esta como en tantas otras películas de Miyazaki, es ambivalente: símbolo de muerte ligado al trauma bélico cuando Marco ve las almas de sus compañeros caídos en combate volar en sus aviones hasta desaparecer en las alturas, pero también ejercicio de poder y libertad que Marco / Porco exalta, tajante:

–Un cerdo que no vuela es solo un cerdo.

Homenaje a los sueños perdidos (la Comuna) o imposibles (el vuelo), Porco Rosso es también un homenaje al cine. Su atmósfera está hecha del mismo cóctel de idealismo y desencanto a partes iguales que patentó Casablanca (Michael Curtiz, 1942), y, en consonancia con esto, Porco toma su gabardina y sus cigarrillos –fuma Gitanes– de Humphrey Bogart. Porco lee Cinema. Su rival, Donald Curtis, es un Errol Flynn muy desmejorado pero con el inconfundible bigotito intacto. El jefe de la banda de piratas aéreos, los Mamma Aiuto, desciende del Brutus de la serie de dibujos animados que los hermanos Fleischer crearon en la década de 1930 sobre el cómic Popeye, de E. C. Segar. Gina cantando Le temps des cerises en el Hotel Adriano recuerda a Marilyn Monroe cantando con pareja melancolía River of No Return en el filme homónimo de Otto Preminger (1954). Y el diálogo más famoso de la película es susurrado en la oscuridad de una sala de cine donde se está proyectando una suerte de oda en blanco y negro a las animaciones de Walt Disney y las obras pioneras de Winsor McCay.

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En esa sala de cine, Ferrarin, viejo compañero de sus días en la Fuerza Aérea, le avisa a Porco que hay órdenes de arresto contra él por varios cargos: traición, actividades ilegales, decadencia, pornografía y «ser un cerdo perezoso», le aconseja que vuelva a la Fuerza Aérea antes de que las autoridades incauten su avión y le promete usar todos sus contactos para ayudarlo. Es entonces cuando Porco pronuncia su frase más famosa:

–Antes cerdo que fascista.

Es una frase potente y, en su contexto, una réplica deliciosa y brillante. Pero también debe ser una de las frases más repetidas en los últimos treinta años. Vuelta mil veces cita, meme, remera, eslogan, tuiteada, posteada, desprendida de la historia del antihéroe mutante, lo aplana, y reduce el enigma que encarna al más burdo maniqueísmo. Una vez convertido el disidente en emblema de uno mismo o del propio grupo, narcisistamente identificado con el Bien, los alcances de su pesimismo antropológico quedan radicalmente limitados: todas sus críticas se interpretarán como exclusivamente dirigidas contra nuestros oponentes. Se empobrece así a un personaje que apunta más lejos y que, a los rumores de cambio de gobierno, sabe responder con perfecta indiferencia: «Los cerdos no tienen ni país ni ley». Antes que un fascista o un antifascista –humanos, al cabo–, Porco es un cerdo, un no humano, un renegado de linaje metafísico más que político, cuya sola existencia monstruosa es testimonio mudo de un cuestionamiento mucho más amplio y profundo de lo que cualquier bando es capaz de admitir.

Notas

(1) Nino y Toni Pagot fueron los directores de I fratelli Dinamite, de 1949 que, con La Rosa di Bagdad, de Gino Domeneghini, estrenada el mismo año, es el primer largometraje de animación hecho en Italia.

(2) Clément dedicó su canción «A la valiente ciudadana Louise, enfermera de la rue la Fontaine-au-Roi, domingo 28 de mayo de 1871». Al parecer, ella murió ese día defendiendo la Comuna. También la recuerda la anarquista Louise Michel en su libro La Commune. Histoire et souvenirs (1898), donde escribe: «a la enfermera de la última barricada y de la ultima hora, J.-B. Clément le dedicó mucho después Le temps des cerises».

montserrat.alvarez@abc.com.py

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