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Ingresar en el mundo de Laura Giucich es meterse en la madriguera del conejo. Dejarse sentir un poco más allá de la razón, bastante más allá de la lógica de la rutina. Ser una impertinente Alicia dejándose caer por el pozo sin fin, en tanto los ojos y la piel perciben, sin temor al golpe de la caída.
El trabajo en vidrio hereda una larga tradición de maestres cuya labor meticulosa y precisa nos regala piezas delicadas, de finas terminaciones, resultado de una elaboración súper calculada. Giucich, en la labor creativa de generar mundos, atraviesa esa tradición expandiendo las formas de la transparencia y la de la experiencia: por un lado, en su hacer experimental, por otro, en el diálogo que genera con nosotros, quienes nos encontramos con su obra.
Ensayos del agua fue la muestra que presentó la artista en la galería Casa Mayor, en el marco de la Noche de las Galerías, con la curaduría de Silvana Domínguez. Las esculturas en vidrio que la conforman abren dos caminos de relación con el espectador: el de la contemplación y el de la inmersión (que no deja de ser contemplativa).
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Los invito a lanzarnos al pozo sin fondo, a acompañarme por un tránsito reflexivo a través de las obras de Laura Giucich y las vertientes Ykua y Jesareko que componen la muestra.
De la mano de Alicia. Una búsqueda experimental
Laura viene de una sostenida exploración de su inquietud por crear. Pasó por la fabricación de objetos de uso y accesorios, en un primer momento. Llegó al barro y encontró en la cerámica aprendizajes prácticos y teóricos que la fueron afirmando por un camino. ¿Puede haber algo más parecido a un acto de crear originario que el del moldeado en barro? Partir de la tierra en contacto con las manos, sentir la humedad resbalosa de la arcilla en las yemas de los dedos, dar forma, cuerpo, dotar de entidad. Luego el fuego, sellando la génesis de lo nuevo con su fuerza tenaz. Del fuego y de su fuerza para transformar la materia maleable, la curiosidad creativa de Laura fue empujada hacia el trabajo en vidrio. En él, la artista quizá pudo percibir una relación de resonancia. Dice Hartmut Rosa que:
La resonancia es una forma de relación constituida por la a--fección y e--moción, interés intrínseco y expectativa de autoeficacia, en la cual el sujeto y el mundo se conmueven y a la vez se transforman mutuamente (Rosa, 2019, p. 227).
Afección. En el material y la dinámica del vidrio la artista pudo hallar una respuesta a su inquietud (no todas, una).
Interés intrínseco y expectativa de autoeficacia. Así, vidrio maleable, materia abierta a lo inesperado, la práctica de Giucich no se mantuvo en reproducir para la mera copia y el hacer convencional. Aprehendió las enseñanzas de sus maestros y luego de manejar la técnica del fusingglass (o vitrofusión), la búsqueda de sus obras le planteó incorporar una idea propia, el choque térmico. Con esta innovación, la relación con sus trabajos generó un escenario de creación libre, no determinista.
Emoción. Aunque no lo podamos definir de inmediato, hay algo de imprevisible, de despliegue no calculado, que se intuye al observar sus esculturas de vidrio. Podemos suponer que las formas, giros, voluptuosidades y estallidos de colores tales no son un resultado predeterminado, que es en parte azaroso, que la artista no trabaja su obra como un objeto sometido a su completo control. El gesto de dar cabida a lo espontáneo genera una impresión, una ventana de encuentro con la obra, una apertura al diálogo.
(relación) En la cual el sujeto y el mundo se conmueven y a la vez se transforman mutuamente. Es como si en su recorrido creativo Laura haya ido viviendo encuentros fecundos con los materiales más elementales. La tierra, en la cerámica. El fuego, en el horno. El aire, en la tradición de la fabricación del vidrio. El agua, en donde encuentra la representación de su trabajo.
Dice Rosa, también, que un momento vital en el que los seres humanos revisamos nuestra forma de relación con el mundo se da durante la pubertad. De pronto, lo que se percibía fijo y establecido como algo natural se presenta diferente y difícil, problemático. Una interpretación común del viaje de Alicia al País de las Maravillas es, precisamente, que se trata de la metáfora del tránsito de la niña Alicia a la adolescente. Los diálogos disparatados y las situaciones absurdas serían entonces una forma de afrontar y discutir su entorno, su mundo, de revisarlo. Tras el tránsito tumultuoso de la adolescencia, o través de él, se situarían nuevas relaciones de resonancia con el mundo.
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Así como en el viaje de Alicia la lógica rígida no sirve y las significaciones se revierten, Laura juega un poco en su hacer creativo, invierte el orden común, agrega pigmentos, experimenta, aguarda la forma y el color de eso que no pudo calcular del todo.
Sostengo que en el trabajo de Giucich existe un diálogo resonante entre la artista y su obra donde ambos se conmueven y se transforman mutuamente, a la vez que nos regalan piezas que impresionan y emocionan desde el simple acto de la contemplación.
Jesareko. En la madriguera del conejo
¿Es la contemplación un acto simple?
Si jesareko puede traducirse como el acto de mirar, puede traducirse también como el acto de entretener la mirada. Observar, y no sólo observar.
Dice Rosa que las personas estamos siempre en relación con el mundo, que el estar en relación es anterior a cualquier noción, a cualquier definición. Ese estar en relación esencial lo vivimos a través del cuerpo, por medio de la piel, la mirada, la respiración. Percibimos y nos vinculamos con el mundo, recibimos y respondemos.
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La contemplación, de hecho, no se trata de solamente observar sino de reflexionar sobre lo observado.
En la vertiente Jesareko nos encontramos con piezas lumínicas contenidas en moldes circulares de cerámica. La posición de las mismas, colocadas en las paredes, permite el ejercicio de mirar con detenimiento, de viajar con la vista a pequeños paisajes fascinantes de transparencia, luz y colores que se chocan y fusionan, como en un viaje intergaláctico, como si cada pieza fuese una galaxia-vitral.
Hay algo de táctil en las obras, aunque no sea necesario tocarlas, como si por medio de la vista pudiésemos tocar la forma lisa y convexa de cada burbujita de vidrio. Hay algo de agua también que se palpa, que se gusta, que se huele, en estas piezas.
Jesareko nos ofrece un intercambio donde la aparente pasividad de las piezas (en el sentido de ser piezas estáticas) nos lleva a abstraernos del entorno y sumergirnos en su interior. Un viaje fuera del tiempo, parecido a la caída de Alicia por el agujero sin fondo, una caída interminable en la que solamente le era posible observar, sentir el roce del viento en la piel y reflexionar en su devenir (aunque lo hiciera disparatadamente), como nos ocurre, en cierta forma, frente a esta serie.
Caer en el ykua
Si del pozo sin fin Alicia cayó finalmente sobre suelo firme, Laura nos dirige hasta los pocitos de agua de sus ykua. Fuente de agua. Etimológicamente, hoyo o agujero de agua.
El elemento que nos conforma a los seres vivientes y que compone buena parte del planeta, que nos conecta no solamente con otros cuerpos sino también con otros tiempos, el elemento cíclico, del eterno retorno, es el motivo que Laura nos regala en esta puesta.
La serie Ykua es como un homenaje a la contemplación. En ella las esculturas de vidrio exhiben con completa impudicia la gracia de las formas caprichosas que el fuego y lo imprevisto sellaron.
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Los tiempos que vivimos, consumidos por el afán de productividad y seducidos por la acumulación, nos imponen ritmos acelerados que marginan las acciones de contemplación. Esto deviene en consecuencias en nuestra relación con el mundo. Nos dice Rosa al respecto:
He llegado a la conclusión de que vivimos en una profunda crisis de las relaciones. De las relaciones con la naturaleza: es evidente con la crisis ecológica. De las relaciones con nosotros mismos: el consumo de psicotrópicos ha estallado en el conjunto de los países desarrollados. Pero también es una crisis de las relaciones con los demás. Esta crisis la produce la aceleración, en la medida que ésta no nos deja tiempo para posarnos, de apropiarnos de los seres y del mundo, de entrar verdaderamente en relación con ellos (Rosa, 2018, p. 57).
Me resuena esta reflexión en el sentido que las obras son, por un lado, el efecto de la relación resonante de la artista con su trabajo, por otro, una invitación inevitable a nosotros, los espectadores, a suspender la aceleración de nuestro tiempo y contemplar.
Si en Jesareko los pequeños mundos de luz y color retan a la dimensión de lo profundo, desafían al sentido de la extensión, en Ykua no son las sensaciones de distancia y profundidad las que se perciben con mayor fuerza, como sí la sensación de la suspensión temporal.
Cada pieza congela un instante. Y aunque no sea casual el uso de la palabra, lejos están de parecer de hielo. Cuentan con la calidez del agua dulce de los arroyos. Las gotas en comunidad son aquí las protagonistas, que se elevan contrariando al sentido natural del fluir.
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El brote, la salpicadura, la ebullición, nos sorprenden en este escondite ante la celeridad de nuestros días.
Es imposible no observar las piezas desde un detenimiento mudo, donde todo el cuerpo se dispone a contemplar. Las esculturas de Ykua nos enseñan una solemnidad distinta a la rigidez. Son suaves, expresan ternura y vitalidad.
Faltó poder circundar las piezas para observarlas mejor. De igual modo, en esta serie, la impresión del detenimiento del momento expresado en formas bellísimas es una experiencia que no se vive sin sentirse afectado por algo que la obra quiere mostrar, aunque no sepamos exactamente el mensaje, o aunque no exista mensaje como tal.
Poder vivir la obra en relación
Los trabajos en vidrio de Laura Giucich se nos muestran de alguna manera como esculturas vitales. Nos remiten a sustancias elementales que, aunque no las consideremos vivas, nos dirigen a lo orgánico (tierra, viento, fuego, agua). Nos sumergen en una contemplación que se abstrae del tiempo cotidiano y que nos enseña una percepción macro de la extensión y la distancia (algo parecido a vivir dentro de un microscopio). Habilitan, desde el arte, un espacio de contemplación fuera de la pulsión productivista sobre el tiempo.
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Lo que Hartmut Rosa propone como solución ante la aceleración del tiempo contemporáneo y la instrumentalización del entorno es la recuperación de las relaciones de resonancia con el mundo, es decir, recuperar la percepción sensible del mundo que nos rodea y comunicarnos con él. Volver a ubicarnos en relación, en contraposición a la actitud moderna de someter, gobernar, controlar, objetivizar, como ejercicio de afirmación del ser.
Dicho esto, creo que es posible apreciar las obras de Ensayos del agua como algo más que meros «objetos» de arte. Que es posible afirmar que abren una posibilidad de diálogo, que activan un lugar de resonancia con nosotros, los espectadores, desde una apreciación sensible.
Eso me deja la muestra, la grata sensación de que quienes pasamos por ella no salimos de allí los mismos, y sí, tal como Alicia cuando despertara del sueño.
Bibliografía
Rosa, H. (2019). Resonancia. Una sociología de la relación con el mundo. Katz Editores.
Rosa, H. (2018). Remedio a la aceleración. Ensayos sobre la resonancia. Ned Ediciones
*Mirna Robles Armoa es periodista, con estudios en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), escritora y comunicadora. Ha recibido, entre otros, el primer premio del Concurso de Cuentos Breves Dr. Jorge Ritter 2018 y el segundo premio del concurso literario Cuentos en Red 2021 del Centro Cultural de España Juan de Salazar.