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Porque entre lo que ya debo asumir como la melodía de los engranajes, seriales y metálicos, donde todo trabajo implica en todo momento aceptar tácitamente un daño a cualquier otro, mis manos se vuelven únicamente mías y cada vez mas mías solo cuando decido lastimarme a mí mismo.
En la década de los 80, la escena musical en algunos rincones de Europa y el mundo estaba concentrada en los grandes hits comerciales. El synth pop, el funk, el gothic y el post punk resonaban en las radios y en los medios de comunicación masiva. Sin embargo, la transición entre el punk y el post punk abría grietas e intersticios por donde se colaban otras expresiones musicales más experimentales, dando aire a una generación que, alejada de las certezas de los hi-hats y d-beats del punk, necesitaba ubicar en otro lugar esa inconsistencia propia de los contemporáneos del «fin de la historia» y, aturdida por el contexto cultural que la atravesaba, forzaba sus parlantes para estar en consonancia con la incertidumbre que la gestó.
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Margaret Thatcher gobernó el Reino Unido desde 1979 hasta 1990, el periodo inmediatamente previo al nacimiento del shoegaze, dando plataforma a varias de las bandas antecesoras del género, casi todas de Inglaterra, Escocia o Irlanda. No es sorpresa que este periodo, marcado por las altas tensiones sociales producto de privatizaciones, aumento del desempleo y radicalización de la precarización laboral, haya gestado proyectos musicales que enfocaron la alienación del mercado y sus brillantes y baratos espejos, así como la ansiedad generalizada por un porvenir incierto. «El pasto crece más verde del otro lado. El maíz crece más dulce del otro lado. Y yo miro y miro y miro y miro, y veo demasiado», cantaban los hermanos Reid, de The Jesus and Mary Chain, mientras las huelgas obreras se multiplicaban por Europa, donde el neoliberalismo rampante se expandía por las venas financieras de sus circuitos bancarios y la ilusión de la alternativa socialista llegaba a su fin.
El álbum Psycho Candy de The Jesus and Mary Chain, principales precursores del shoegaze, veía la luz en 1985, mismo año en el que Mijail Gorbachov asume como líder de una ya estancada Unión Soviética, la crónica de una muerte anunciada. Estos hitos, aparentemente desvinculados, en realidad dan luz verde a la premisa principal de la tesis de Francis Fukuyama del «fin de la historia», a concretarse con la caída de la URSS en 1989; el capitalismo venció, sus alternativas demostraron ser un fracaso y el neoliberalismo y su expresión exacerbada de fundamentalismo de mercado son el único camino posible para el desarrollo de una sociedad cada vez más dependiente del espectáculo y el consumo inmediato. «Esta es la forma, la forma en la que tiene que ser. Esta es la forma en la que todos vamos a ir. Esclavizarse por un poco de paz», cantaría The Pale Saints, otra banda británica antecedente del shoegaze, en el tema «The Way the World is», primer track del álbum The Comforts of Madness, publicado en 1990.
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Mirar al suelo
«Después de un minuto te preguntas qué está ocurriendo. Después de otro minuto es confusión total. El ruido comienza a doler. El ruido continúa. Después de tres minutos comienzas a respirar hondo. Después de cuatro minutos, la calma impera», reseña David Cavanagh (1) una de las presentaciones en vivo de la mítica banda My Bloody Valentine, cuyo álbum Loveless (1991) logra darle un cuerpo concreto a lo que posteriormente pasaría a llamarse shoegaze (2). Este álbum casi lleva a la quiebra a su sello discográfico, luego de grabarse en 19 estudios diferentes y con numerosos ingenieros de sonidos contratados y despedidos por un frenético Kevin Shields, vocalista y guitarrista de la banda, que buscaba un sonido particular y exacto para esta propuesta que se lanzó con una portada de color rosáceo-rojizo, parecido al de una cicatriz. El shoegaze saluda al mundo como la cicatrización de las alternativas fracasadas, drenadas de contención y afecto: Loveless.
Loveless (1991) de My Bloody Valentine es el pilar histórico principal del subgénero shoegaze, conocido por su densa atmósfera que combina texturas sonoras etéreas con una agresividad y oscuridad veladas por numerosas decisiones efectistas. Kevin Shields utilizó técnicas como glide guitar, creando paisajes saturados y abrasivos con varias capas de distorsión y reversed reverb, siendo pioneros de la técnica. Las voces, susurradas y casi inaudibles, aportan un contraste onírico al sonido, mientras que la producción captura un equilibrio entre lo melódico y lo disonante. Su intensidad emocional y su exploración de la melancolía y el caos lo convierten en una obra profundamente inmersiva y pionera en su género.
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La crítica empezó a utilizar peyorativamente el término shoegaze (de shoe, zapato, y gaze, mirada) en alusión a la performatividad escénica de los músicos, que, combinando la interpretación melancólica, agresiva y altisonante y la constante utilización de enormes pedales con efectos diversos y solapados entre ellos, mantenían la mirada casi ininterrumpidamente en el suelo. En un gesto irónico, la materia y el espíritu de la propuesta se hicieron uno, y el nombre fue adoptado por la generación de músicos que desconfían del horizonte.
You Made Me Realise
La crítica musical llegó a posicionar la presentación en vivo de My Bloody Valentine como «la gira más ruidosa de la historia» (3), y debió serlo, ya que su estridencia trascendió no solo en decibeles sino también en influencia. Grandes figuras de la música asumen el legado del álbum, tanto para hacer suyo el género como para expandir sus fronteras.
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El amplio espectro musical de los artistas que toman como antecedente a Loveless es diverso y multifacético. Desde The Smashing Pumpkins hasta Tame Impala, pasando por Radiohead, Nine Inch Nails y Deftones asumen en su propuesta una herencia directa del álbum dirigido por Kevin Shields, abriendo el paraguas de versatilidad del shoegaze, desde sus versiones más oscuras, pesadas y góticas hasta las más lisérgicas y psicodélicas, pasando inclusive por facetas próximas al pop rock. En Latinoamérica, el álbum Dynamo, de Soda Stereo, es considerado uno de los principales exponentes y pioneros del género. Sin embargo, el shoegaze tarda en expandirse por estas latitudes, dadas las limitaciones en la distribución física de los materiales y el acceso a internet.
La escena local
Durante los 11 minutos que dura el tema «Mi Sueño Póstumo», del EP Mi Sueño Póstumo, de la banda Mi Sueño Póstumo, un drone, elemento característico del shoegaze, atraviesa la música. Un público mayormente joven (casi pos-adolescente) revela lo que ya se manifestaba en otras latitudes: el resurgimiento, también nacional, del género. La presencia constante de los sonidos provenientes de la técnica glide guitar ejecutada por Santiago Florentín, primera guitarra, y el uso excesivo, lúdico y estridente de los efectos de los pedales tanto en los instrumentos como en la voz de Rafael Coscia, vocalista, hacen de Mi Sueño Póstumo una referencia ineludible del shoegaze local. Ismael Olmedo en la batería y Sofía Ferreira en el bajo completan la formación de esta joven banda que combina elementos de shoegaze, dream pop y noise rock, entre otros, integrados estéticamente con complementos de la cultura queer.
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Lo más probable es que en el mismo concierto que toque Mi Sueño Póstumo también suene otra banda local, tan hermana de la primera que hasta comparten algunos integrantes. Esta es Invierno del 92, cuyo vocalista y guitarra principal, Esteban Peralta, autor del 100% de los temas, se mantiene centrado y purista dentro del shoegaze haciendo de su primer álbum un ejemplo clásico del género. Considerado uno de los mejores álbumes nacionales de 2024 según el ranking de Los Buenos Oídos (4), Despertar, la ópera prima de Invierno del 92, genera expectativas a nivel regional sobre la escena shoegaze paraguaya. Tan fiel es Esteban Peralta al género, que la portada de Despertar es una referencia directa a Loveless, emulando su textura nebulosa y etérea solo que en un azul nostálgico en lugar del rosáceo-rojizo del álbum de My Bloody Valentine.
Pero Invierno del 92 y Mi Sueño Póstumo no son las únicas bandas que hacen suya la tradición del shoegaze en Paraguay. Suspiria también incorpora elementos del género, así como características del grunge, dando conciertos cargados de distorsión con una melódica y potente voz femenina. Chicoplastic, una incipiente banda de shoegaze-noise rock, dio un potente primer concierto en Literaity, combinando diversos elementos del rock alternativo, y anunciándose también como un proyecto audiovisual. Otras formaciones musicales que se van asomando con propuestas que beben de la tradición del shoegaze son El Ojo de Orión, con dos singles publicados, que se inclinan más hacia lo psicodélico, y Drakengard, con un sonido más próximo al metal, inspirados por Deftones.
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Desde los estruendosos ecos de Loveless hasta las resonancias actuales en Paraguay, cada banda y cada acorde parecen mirar no solo al suelo, sino hacia dentro, en un gesto introspectivo que invita a habitar la incertidumbre. El verdadero legado de cada uno de estos artistas no es solo su música, sino también la vibración en la piel luego de dejarse abrazar por la distorsión ensordecedora y por sobre todo ese agudo zumbido en el tímpano luego de terminar el último estridente acorde. Ese zumbido, que materializa el camino al silencio, es la cicatrización de la enorme herida que implica desconfiar de las intenciones del mundo. Una cicatriz rosáceo-rojiza, nebulosa y etérea, resultado de transitar la realidad alienados, estériles y sin amor.
Notas
(1) Cavanagh, David (2000). The Creation Records Story: My Magpie Eyes Are Hungry for the Prize. Virgin Books.
(2) Puede ser parcial escribir un artículo sobre el shoegaze sin mencionar el dream pop, corriente musical hermana gestada al mismo tiempo y en la misma escena musical. De hecho, hasta hoy diferentes críticos musicales las consideran tan próximas que casi ni vale la pena diferenciarlas; sin embargo, sus más fervientes seguidores establecen claras distancias entre ambas. Pese a ello, con intenciones de no extendernos excesivamente, en esta ocasión se hace foco exclusivo en el shoegaze, dejando el dream pop para un siguiente artículo.
(3) Trynka, Paul (diciembre de 2000). «The Grateful Dead». Mojo (en inglés).
(4) Delgado, Vidal (18 de diciembre de 2024). «Mis 10 álbumes/EPs paraguayos favoritos de este año». Los Buenos Oídos (https://www.instagram.com/reel/DDux9zev6pc/).
*Agradecimientos especiales a Santiago Florentín, que me ayudó señalando elementos técnicos musicales que no hubiese sido capaz de identificar sin su apoyo.
*Nq Martinez es gestor cultural y militante del partido Fuerza Común. Productor Ejecutivo de Cuarto Mundo, organización que desarrolla proyectos culturales de contenido social y defiende y promueve los derechos culturales. Colaborador de El Suplemento Cultural, con artículos sobre cultura, política y medios.