Bruno Montané: «Todos llegamos al exilio por razones políticas o económicas, que también son políticas»

Nuestro corresponsal en España, Gian P. Codarlupo, conversa con el escritor chileno Bruno Montané, uno de los fundadores del infrarrealismo, junto con Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro, y uno de los principales autores de las posvanguardias latinoamericanas. Desde Barcelona, en exclusiva para El Suplemento Cultural.

Bruno Montané.
Bruno Montané.

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Bruno Montané es uno de los autores más importantes de las denominadas «posvanguardias» latinoamericanas. Nacido en Chile, tuvo que emigrar a México por el golpe de Estado de Pinochet. Ahí se encontró con Roberto Bolaño y con Mario Santiago Papasquiaro y formó parte del movimiento infrarrealista. Más adelante se afincó en Barcelona, donde radica actualmente. Han pasado más de 40 años de aquellos sucesos. En Barcelona, en el Bar La Principal, tuvimos esta conversación.

¿Cuál es la vigencia de las posvanguardias en las que participaste?

A ver, primero que nada, me gustaría creer que in situ, en el momento mismo en que acontecía lo «infra», éramos de verdad una vanguardia. Pero tengo la sensación de que esta relectura generacional que hace Roberto de algún modo es propositiva por la potencia de su escritura y de su fabulación. Yo me atrevo a decir, modestamente, que el infrarrealismo nunca acabó de nacer y nunca acabó de morir. Yo diría que el infrarrealismo fue una invención de Roberto Bolaño y de Mario Santiago porque ahí hubo una colisión, echaron chispas y se abrasaron por un rato dos mentes geniales. Lo mejor fue sin duda el «déjenlo todo nuevamente, láncense a los caminos», esa frase memorable de Roberto.

Los infra comenzaron a tener fama de peligrosos e intolerantes; eso pertenece absolutamente al mito. Sabrás esta anécdota, cuando se supone que interrumpieron una lectura de Octavio Paz. Pues fue José Luis Benites, que estaba tan borracho, poco menos que tirado en el suelo, y escuchó, se enganchó a la palabra luz, que habrá dicho en más de una ocasión Octavio Paz, y entonces comenzó a citar a Goethe. Y eso acabó con los infra echados a empujones, fuera del recital, cosa que luego he pensado y he llegado a la conclusión de que fue totalmente clasista. Digamos, universitarios ya instalados, gente que postulaba a la academia, echando a empujones a un grupo de estudiantes barbudos, de pelo largo y mal vestidos.

Grupo de infrarrealistas; de pie, se distingue a Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro (segundo y tercero desde la izquierda); abajo, a la derecha, Bruno Montané. México, 1975.
Grupo de infrarrealistas; de pie, se distingue a Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro (segundo y tercero desde la izquierda); abajo, a la derecha, Bruno Montané. Parque de Chapultepec, Ciudad de México, septiembre de 1975.

Cuéntanos de tu papel como editor.

Hubo las condiciones materiales para hacerlo, había conexión con una imprenta a través de Ana María Chagra, que es muy importante en el proyecto por su generosa capacidad de organizar. Yo me preocupo por los textos; entre los dos, las relaciones con la gente que hace los prólogos. Somos absolutamente modestos porque simplemente no hay más dinero. Estamos dentro de las cantidades de tiraje típicas de la poesía: 150 o 200 ejemplares. Había un montón de textos y libros que estaban inéditos o con una difusión mínima en México y aquí ni se diga, en el caso del infrarrealismo y también de Hora Zero. Todo esto tiene que ver con el arco vital de las lecturas. En su momento, tanto Roberto como yo leímos Ave Soul. Fue absolutamente iluminador. Para todo esto hay una historia bonita. Diana Bellessi, poeta argentina que todavía vive y que edita mucho y trabaja dando talleres en cárceles y universidades, mochileando desde Buenos Aires, pasó por Lima y ahí conoció a los horazerianos. Llegó meses después a México con la mochila llena de libros. Ella fue la conexión.

Horazerianos Jorge Pimentel y Tulio Mora con Ana María Chagra, Lima, 1977.
Horazerianos Jorge Pimentel y Tulio Mora con Ana María Chagra, Lima, 1977.

¿Por qué Ediciones Sin Fin?

Teníamos el poema de Mario Santiago: Sueño sin fin. Este poema fue el producto de una recopilación que hicimos Roberto y yo de todos los versos en las portadillas de los libros que le prestabas a Mario. Esta historia no la conoces. Pasamos eso en limpio y lo montamos como un texto. Siguió la vida, vino la muerte de Mario y años después, con un trabajo previo de selección de la antología de Mario que publicó el Fondo de Cultura Económica, revisando ese material vi que estaba este poema, que teníamos fotocopias que trajo amablemente desde México Juan Villoro. Vi que el poema estaba totalmente intervenido, Mario lo había seguido escribiendo. Y luego editamos otro de Mario: Inspiración del laberinto. Es una bonita edición, una antología que hizo su compañera y madre de sus hijos, que también descansa en paz. La inspiración de Ediciones Sin Fin es un directo homenaje a Sueño sin fin de Mario Santiago, que a su vez es un homenaje a Samuel Beckett, está sacado de un epígrafe de este autor, pero es un contratítulo del Muerte sin fin de Gorostiza.

El poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro. Foto de archivo familiar.
El poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro. Foto de archivo familiar.

Tu padre parte al exilio hacia México, era antropólogo y cartógrafo.

Él había estado en el congreso de americanistas en el año 68. En ese momento mi padre era antropólogo en sentido muy amplio, siempre fue muy polivalente. Pero en Chile estuvo sobre todo en arqueología, más precisamente en paleoarqueología; su generación fue la pionera en los yacimientos más tempranos. Cuando fue el golpe de Estado, él estaba regresando de Valparaíso de dar clase.

¿Él era militante también?

Lo había sido de joven. Siguió siendo siempre simpatizante del Partido Comunista, que en Chile es una institución político-cultural de algún modo, y de hecho se puede decir que es el único partido histórico que sigue teniendo un organigrama ideológico prácticamente incólume, con todos sus aciertos y errores, que uno puede mencionar muy cómodamente tomándose un cafecito con leche en Barcelona. Mi madre era pintora, se llevaba muy bien con Roberto. De hecho, la primera entrevista que hace Roberto, que es un cuestionario que publica en El Nacional del D.F., es una entrevista a mi madre. Le pasó cinco preguntas y salió en la revista de la Universidad de Sonora. Mis padres acabaron viviendo ahí.

Hay un nexo con la cartografía, porque mi padre coordinó la publicación de un atlas. Yo creo que es de los pocos, si no el único estado de México que tiene un atlas de esas características. Hay mapas geológicos, botánicos, de las lenguas, etc. Y eso, porque supongo que tendrás referencia, que Bolaño llegó a tener el libro casi eternamente. Nunca me lo devolvió; bien hecho por la literatura, pero para mí no.

El arqueólogo Julio Montané y la artista plástica Helga Krebs, década de 1950.
El arqueólogo Julio Montané y la artista plástica Helga Krebs, década de 1950.

¿La familia se reúne en el 74?

Exacto. Tardamos unos meses en llegar a México porque no le daban la visa familiar a mi padre. El gobierno de Echevarría acogió a los asilados que estaban en la embajada, pero mientras tanto daban a cuentagotas las visas. Había cinco mil peticiones. Cuando llegamos en mayo del 74 nuestro padre estaba súper delgado, había pasado meses de estrés y tensión total. Lo entiendo. Salió por piernas, dejó a su señora y sus hijos en Chile. Al final conseguimos juntarnos. Para mi hermano y para mí era nuestro primer viaje fuera de Chile, se mezclaba esta cosa de la excitación juvenil por conocer el mundo y a la vez dejar atrás una tragedia con la que seguías íntimamente conectado. Siempre que se habla del exilio se le relaciona con estos movimientos, estas presiones violentas, este sentido dramático de la huida para salvar la vida, pero el inmigrante vive lo mismo. Tu caso es el mismo, ¿por qué agregarte una tragedia política ominosa para decir que lo tuyo no es exilio? Son servidumbres del lenguaje a cosas que obviamente tienen nombre. Todos llegamos al exilio por razones políticas o económicas, que también son políticas.

Leyendo <i>El futuro</i>, editado por Candaya, pienso que encontraste un estilo desde <i>El maletín de Stevenson</i>.

Sí. Pero mira, ahí hay un prurito maniático. Casualmente ando con una libretita. Me gusta que entre todo en la página. El acontecimiento quiero que esté a la vista, y mira que es fácil girar la página. Ahora estoy mal con las fechas. Las primeras ediciones que hicimos de El maletín de Stevenson son del 84 y las elaboramos tipo fanzine. Incluyo a Roberto porque era el inductor espiritual de Rimbaud vuelve a casa, porque ahí hicimos la Berthe Trépat, la revista.

Roberto Bolaño y Bruno Montané: Rimbaud vuelve a casa. Rimbaud Press, 1977.
Roberto Bolaño y Bruno Montané: Rimbaud vuelve a casa. Rimbaud Press, 1977.

¿Cuáles consideras las especificidades lingüísticas o simbólicas del infrarrealismo?

La verdad es que no había nada programático si lo comparamos con el surrealismo, que era una técnica muy clara. Jamás se llegó a eso como grupo. Simplemente la gente escribía como podía, como sabía que podía escribir en ese momento, y ya está. Estando inundados, impregnados del deseo de escribir y siendo ya un poco leídos a pesar de ser relativamente chavitos. Dejándonos de tonterías, a los 14 años Rimbaud había leído a los clásicos y mucho más que lo que habían leído todos los infrarrealistas juntos. Quizás Roberto y Mario sí lo habían hecho. Lo que pasa es que cuando la lectura forma parte de la vida no hay un límite, como la escritura también. Además, yo pienso que todo eso tiene que ver con la fuerza y la vitalidad de la juventud. Tienes ese fuego interior para lanzarte a todo. Estás hablando con un señor de casi 67 años. No es que ahora sea más juicioso, es que ya estoy más cansado, tengo que trabajar, tengo una mujer y un hijo.

Bruno Montané Krebs en una calle de Barcelona (Foto: Ana Jiménez)
Bruno Montané Krebs en una calle de Barcelona (Foto: Ana Jiménez)

*Gian Pierre Codarlupo Alvarado (Paita, 1997) es escritor, periodista, miembro del equipo editorial de la revista cultural chilena Mal de Ojo y de la Editorial Conunhueno, de Valparaíso, y colaborador en El Suplemento Cultural. Ha publicado el libro de poemas Caída de un pájaro en el mar (Universidad Nacional de Piura, 2018). Actualmente, vive en Madrid.

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