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Guimarães Rosa decía que el portugués brasileño era más rico que el de Portugal porque incorporaba aportes de otras lenguas, principalmente indígenas y africanas, lo que le brindaba (a él, Rosa) un mayor rango de expresividad. Llega a afirmar que el portugués de Portugal era una lengua esclerótica. ¿Cómo percibes estas declaraciones de Rosa y las diferencias entre el portugués brasileño y el europeo?
No sé en qué contexto Rosa dijo eso, pero estoy de acuerdo y en desacuerdo. Es muy probable que, en su dimensión referencial, el portugués brasileño sea más rico que el europeo. Y, obviamente, debido a la afluencia de sistemas lingüísticos amerindios y africanos. Usamos muchas palabras indígenas y africanas, y en todas las clases sociales. Basta pensar en una palabra como bunda (1), por ejemplo. No es culo, no es nalga, no es la fesse de los franceses, no es raja. Es un concepto bantú que habla de una totalidad, de una entidad carnal completa. Y ese concepto no existe en portugués.
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Pero esta visión del dialecto lusitano como lengua esclerótica y del brasileño como algo nuevo y vibrante, defendida por primera vez por José de Alencar en su prédica romántica del nacionalismo lingüístico, no me convence. La autonomía política de Brasil, lograda en 1822, desató un correspondiente proyecto de autonomía lingüística. Más tarde, en las décadas de 1860 y 1870, la conversación resurgió. Fue el nativismo lingüístico el que intentó, una vez más, separarnos de la matriz portuguesa. Y se sumó Alencar, que era lector de Max Müller, quizás el mayor lingüista de la época. Pensaba que la lengua portuguesa, arraigada en el trópico, daría origen a «una nueva lengua sonora, exuberante y vigorosa». Mário de Andrade también coqueteó con esto.
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Pero era sólo deseo, fantasía. Además, los brasileños hablan y escriben cada vez peor, muy pobremente. Aquí surgió una variante mestiza, flexible, plástica y muy creativa de la lengua portuguesa. Al mismo tiempo, un negro o mulato con educación media en Cabo Verde tiene un dominio del portugués superior al de la media de nuestros periodistas, por ejemplo. Me siento más cercano a Rosa en el campo del barroco que en el nacionalismo lingüístico. Entonces es cuando habla de su amor por esta palabra rara. Del «borde ileso» de la palabra poco utilizada, «mejor si nunca se dice». Esto, estéticamente, me seduce –y mucho–.
Eres autor de letras de canciones muy conocidas en Brasil. Para los trovadores provenzales no había diferencia entre motz y son, palabra y melodía. Letras como las de Caetano, Leminski, Itamar Assumpção, Arnaldo Antunes y las de tu libro Carnaval Ijexá pueden leerse como poemas. ¿Ves diferencias entre escribir un poema y la letra de una canción?
La diferencia es enorme. Por supuesto, puedes poner música a cualquier texto. Caetano musicalizó admirablemente un pasaje de Minha Formação, de Joaquim Nabuco. Pero la prosa es prosa, un poema escrito es un poema escrito, un poema hablado es un poema hablado, las letras de las canciones son letras de canciones –y la verdad es que cada palabra (escrita, hablada, cantada) tiene su poesía, su especificidad en términos de dimensión estética del lenguaje. No importa que ciertas «letras» estén sostenidas en papel: cuando se cantan, se transfiguran. La palabra escrita existe en un espacio visual, la palabra cantada existe en un espacio sonoro.
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Vea la diferencia en un ejemplo: cuando Jorge Ben canta Xica da Silva. La repetición del nombre en el espacio sonoro tiene un ritmo maravilloso, pero escrita en papel es una tontería: «Xica da, Xica da, Xica da Silva». Cuando se canta, xikadá-xikadá-xikadá aparece con un vigor rítmico tremendo, algo realmente enérgico. Y hay muchas otras diferencias. La palabra, plantada en el espacio gráfico, es como un monumento, un tótem, un obelisco. Creo que fue Octavio Paz quien utilizó esta imagen del obelisco. La palabra cantada, decía Joyce, es una palabra voladora. La palabra ondula en el espacio-tiempo sonoro, tiene otro tipo de vida. De hecho, en la Odisea hay una expresión recurrente, que se aplica bien al caso: palabras aladas.

En algunos poemas de Outrossim hay palabras yoruba, tupí-guaraní y de otras lenguas. Una de las bases de tu poesía parece ser mezclar lenguas extranjeras con tu portugués brasileño. También organizaste Oriki Orixá, un estudio de la poética yoruba acompañado de traducciones. ¿Qué importancia tienen el oriki, la poética y las lenguas africanas en tu poesía y tus letras?
Te diré una cosa: no suelo pensar en la poesía que produzco. No es que no lo crea importante. Sí, mucho. Basta pensar en Poe, Eliot, Pound o Maiakovski pensando en la praxis poética en general y en la suya. Es maravilloso, fundamental. Pero no transito mucho esa senda. A menudo digo, tal vez un tanto caricaturescamente, que dejo a mis ensayos la reflexión, la actuación metalingüística y el razonamiento objetivo. Cuando surge un poema, dejo que suceda. No me organizo intelectualmente en base a eso. Entonces, suceden cosas. Y todo lo que llegue a conocer (lenguas, pueblos, formas y géneros de poesía, etc., etc.), en la medida en que forme parte de mi personalidad, inevitablemente pasará a formar parte de mi obra poética.
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Outrossim recoge tu producción poética hasta la actualidad. En lugar de reunir libro por libro, cronológicamente, optaste por reunir todos los poemas de todos los libros publicados de forma sincrónica en un nuevo libro. ¿Qué libros has publicado anteriormente? ¿Cómo organizaste este nuevo libro a partir de tus libros publicados entre 1974 y 2020?
Publiqué dos poemarios: Fetiche y Brasibraseiro –este último, en colaboración con Frederico Barbosa–. Hubo una publicación anterior, un librito llamado A Banda do Companheiro Mágico, con poemas y letras de canciones. Pero no puedo considerarlo mi libro, por bonita que haya sido la iniciativa. Fue un regalo que me hicieron mi padre y el poeta André Luyz Santos. Mi padre lo financió y André lo montó y lo produjo. Incluso puso mi nombre en el proyecto gráfico, porque le hice algunas sugerencias. Pero la verdad es que yo no publicaría un libro con mi retrato en la portada, ni con esa pirotecnia gráfica. Por eso le puse este título, A Banda do Companheiro Mágico (que era el hermoso nombre de una banda de rock-jazz de Bahía de cuando yo era adolescente), a un libro que escribí, una novela para niños que salió publicada [en Brasil] por Publifolha. Así, en Outrossim hay tanto poemas de Fetiche y de Brasibraseiro, como poemas que estaban dispersos en diversas publicaciones y poemas inéditos. El orden que les di a los poemas no es muy racional, simplemente los coloqué de manera que la lectura resulte placentera o atractiva, en la medida de lo posible.
(Continuará...)

Notas
(1) Cola, nalga, en portugués-brasileño.
*Douglas Diegues es poeta, editor y traductor y está considerado el principal exponente del portuñol selvagem. Hay textos suyos en antologías internacionales de narrativa y poesía como Neues vom Fluss (Alemania) o Los chongos de Roa Bastos (Argentina). Ha publicado Dá gusto andar desnudo por estas selvas (2002), Astronauta Paraguayo (2007), TripleFrontera Dreams (2017) y Maravillosos transdelirios (2023), entre otros libros.
*Antonio Risério es antropólogo por la Universidad Federal de Bahía, ensayista y poeta. Ha publicado Carnaval Ijexá (1981), Fetiche (1996), Que você é esse? (2016), Sobre o relativismo pós-moderno e a fantasia fascista da esquerda identitária (2019), As sinhás pretas da Bahia: Suas escravas, suas joias (2021), Outrossim (2021) e Identitarismo (2024), entre otros libros.
