Migración y literatura, dos caminos que se cruzan

Para despedir una semana de conmemoraciones –la llegada de los primeros inmigrantes coreanos a Paraguay el 22 de abril de 1965, y el Día Mundial del Libro, que se celebra cada 23 de abril–, este artículo expone las relaciones entre ambas efemérides.

Inmigración coreana en Paraguay: Won Hong Lee y su esposa en su local, el Copetín Granada, México y Herrera, en 1968 (Foto: Archivo de ABC Color).
Inmigración coreana en Paraguay: Won Hong Lee y su esposa en su local, el Copetín Granada, México y Herrera, en 1968 (Foto: Archivo de ABC Color).

En un mundo cada vez más globalizado, la migración –el «movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual, sea a través de una frontera internacional o dentro de un país» (1)ya no es una rareza. Por diversas razones –económicas, políticas, religiosas...–, muchas personas buscan nuevos horizontes en otros países. Sin embargo, por frecuente que sea en nuestro tiempo, la migración no es un asunto simple. En palabras del periodista mexicano-estadounidense Jorge Ramos, la migración «es un acto de fe. Es dejar atrás lo conocido y aventurarse a lo desconocido. Es renunciar a lo seguro y arriesgarse a lo incierto. Es creer que hay algo mejor más allá del horizonte». Es así: cada migrante debe enfrentar varios desafíos, como la búsqueda constante de identidad, el racismo y la hostilidad en algunos casos, la adaptación a una cultura totalmente diferente de lo acostumbrado. La vida cotidiana se transforma en una constante lucha dualista entre los ideales de la migración y la realidad con la que estos se enfrentan.

Para los que están fuera de su entorno familiar y habitual, la literatura del país natal es un cálido refugio que puede dar un respiro para dejar en libertad sus pensamientos y también para conectar las dos culturas que conviven en el contexto personal de cada migrante. Llamo a la literatura de los migrantes «literatura de nostalgia». El destierro sirvió de inspiración para muchos escritores, e incluso la migración forzada llamada «exilio». Paradójicamente, la migración ha sido un pilar importante de la inspiración literaria de grandes autores, empezando por Homero, que relató el viaje de regreso del rey Odiseo a Ítaca. La aventura de Odiseo es una majestuosa epopeya que habla del instinto humano de búsqueda del hogar. O Ana Frank, la niña judía que se esconde de los nazis en una buhardilla con su familia y junto al refugio físico encuentra otro tipo de refugio, emocional y psicológico, en las páginas de su diario.

La Campana de la Amistad, en el Jardín Coreano del Parque Ñu Guazú, obsequiada a Paraguay en el bicentenario de su independencia. Es una réplica de la Campana Sagrada de la reina Seondeok, de Corea (Wikimedia Commons).
La Campana de la Amistad, en el Jardín Coreano del Parque Ñu Guazú, obsequiada a Paraguay en el bicentenario de su independencia. Es una réplica de la Campana Sagrada de la reina Seondeok, de Corea (Wikimedia Commons).

En el caso de Paraguay, las obras del novelista Augusto Roa Bastos, que escribió sobre la dictadura desde el exilio político, reflejan el dolor del desarraigo. La literatura fue su compañera en los momentos de soledad en el extranjero. Por otro lado, inmigrantes del viejo continente como Rafael Barrett y Josefina Plá dejaron sus huellas en la literatura paraguaya. Rafael Barrett defendió a los paraguayos más oprimidos en su lucha social y dejó escritos vitales en las letras paraguayas del siglo XX. Tanto Rafael Barrett como Josefina Plá, lejos de quedarse en el papel de meros «invitados» o «visitantes», se involucraron profundamente con las problemáticas sociales de Paraguay aportando análisis, conectándose y empatizando con el pueblo paraguayo y confortando sus almas con letras. Hoy en día están surgiendo varios autores inmigrantes o descendientes de inmigrantes que marcan su presencia en su país de residencia, como, por ejemplo, la escritora coreana Min Jin Lee, autora de la novela Pachinco, que llegó a Estados Unidos con sus padres cuando era niña, o el reconocido filósofo coreano Byung Chul Han, naturalizado alemán.

Si bien el migrante hasta hace unas décadas era considerado un simple observador, actualmente cada vez más forma parte de la sociedad donde reside y alza su voz con derecho en diferentes espacios literarios porque la literatura no tiene fronteras ni nacionalidad. La literatura es un espejo que refleja la frágil naturaleza humana, un instrumento en la búsqueda de identidad de los migrantes y un elemento de cohesión de la sociedad, ya que, al compartir ideas y pensamientos diferentes a través de las obras literarias, se fortalece la mutua comprensión.

Boletín de la iglesia coreana del barrio Pettirossi de Asunción.
Boletín de la iglesia coreana del barrio Pettirossi de Asunción.

Reconociendo el valor de la literatura, la Agencia de Coreanos Residentes en el Extranjero realiza desde 1999 un concurso literario dirigido solamente a coreanos residentes en el exterior. El concurso abarca diferentes géneros literarios –novelas, cuentos, poesías, ensayos para adultos, adolescentes y niños– y cada participante puede escribir libremente sobre el tema que desee. A la última edición se presentaron 1304 obras de 53 países. En varias ocasiones han sido galardonados en este concurso talentosos escritores coreanos que residen en Paraguay. Además, fue publicado un ensayo sobre Paraguay titulado «Rapsodia Paraguay» (Sae Bong Myoung), que narra la vida cotidiana de un inmigrante coreano en la sociedad paraguaya.

Escribir es una de las maneras más eficientes de identificar los sentimientos y de hacer catarsis. Como escribió Susan Sontag en El amante del volcán, «Vivir en el extranjero facilita considerar la vida como un espectáculo». Ser inmigrante condiciona a observar la vida de manera única y original y estas experiencias son un paso importante para la producción literaria. Los escritores inmigrantes utilizan el poder de pluma para hacer oír sus voces y expresar su profunda nostalgia y el desafío de adaptarse a otra cultura. Un escritor inmigrante diluye en letras la añoranza. Cada párrafo, cada palabra que se escribe fuera del país de origen evoca sentimientos que quizás por la barrera del idioma no pueden expresarse oralmente de la manera que uno quisiera. El desarraigo de lo conocido y familiar no es fácil de sobrellevar. Obviamente, muchos optaron por salir de su casa con grandes ilusiones y esperanzas, pero es innegable que vivir en un país desconocido es sumergirse en un mar de sentimientos que solamente se pueden expresar con letras.

El cruce de dos o más culturas a través de la migración enriquece la literatura y propicia la diversificación de temas, estilos, conceptos. En nuestra sociedad hiperconectada con tecnología, el mundo se vuelve cada vez más una gran comunidad y las fronteras físicas ya no permiten identificar quién es el verdadero «extranjero». Los encuentros de culturas pueden constituir oportunidades de aprendizaje, y la literatura es, y ojalá lo siga siendo, el mejor vehículo para acercarnos los unos a los otros, porque todos somos forasteros en esta vida.

Plaza de la Amistad Coreano-Paraguaya, barrio Pinozá, Asunción.
Plaza de la Amistad Coreano-Paraguaya, barrio Pinozá, Asunción.

Notas

(1) Organización Internacional para las Migraciones (2019). Glosario de la OIM sobre migración. Ginebra, OIM, 257 pp., p. 124.

*Silvia Jung es licenciada en Letras por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), licenciada en Gestión Cultural y de Arte y oficial consular de la Embajada de Corea en Paraguay.

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