Tony Montana y los chivos expiatorios de la historiografía paraguaya

Pocas investigaciones tan incómodas para la sociedad paraguaya como la del colaboracionismo cultural con el régimen de Stroessner; pocas tan necesarias. Alguien tenía que emprenderla, y Mariano Damián Montero lo hace en un libro destinado a causar revuelo. Este artículo nos introduce en el espíritu de ese volumen de más de 400 páginas, que se presentará el viernes.

Luis G. Benítez en la mesa y su guardaespaldas, Juan E. O’Leary (los tipos malos). A la derecha, Beatriz Rodríguez Alcalá y Julio César Chaves.
Luis G. Benítez en la mesa y su guardaespaldas, Juan E. O’Leary (los tipos malos). A la derecha, Beatriz Rodríguez Alcalá y Julio César Chaves.Artist-freed

Mientras en los campos historiográficos de otras sociedades que también transitaron regímenes dictatoriales se llevaron a cabo revisiones del pasado de sus maestros, en el caso paraguayo fueron y son los mismos historiadores quienes ponen trabas a esta necesaria tarea mediante mecanismos de invisibilización o tergiversación de la trayectoria de sus mentores.

Desde hace aproximadamente quince años se vienen publicando libros y artículos arbitrados en revistas científicas donde diferentes académicos (1) caen en lo que se me ocurrió denominar la falacia del tipo malo y la falacia del libro único. Ambas son tácticas exculpatorias para encubrir el colaboracionismo cultural con la dictadura que historiadores como Julio César Chaves, Ramón Antonio Ramos, Juan B. Gill Aguinaga, Hipólito Sánchez Quell, Beatriz Rodríguez Alcalá, Idalia Flores de Zarza, Carlos Pusineri Scala, entre otros/as, nucleados en la Academia Paraguaya de la Historia (APH), practicaron entre 1956 y 1989.

En una escena de Scarface (1983), Tony Montana (Al Pacino) está cenando con su esposa (Michelle Pfeiffer) y su socio Manny (Steven Bauer) en un restaurant exclusivo concurrido por lo más alto de la sociedad. El matrimonio discute por asuntos que no vienen al caso aquí, ella se levanta y abandona el lugar, seguida por murmullos y miradas del resto de los comensales. Tony, girando la cabeza a un lado y a otro, los mira a todos y exclama: «Ustedes son un montón de imbéciles, ¿saben por qué? No tienen las agallas para ser lo que quieren ser… Ustedes necesitan tipos como yo (borracho, se levanta y se tambalea). Necesitan tipos como yo para señalarnos con sus putos dedos y decir “ese es el tipo malo”… Entonces ¿qué hace eso de ustedes? ¿Buenos? Ustedes no son buenos, solo saben esconderse y mentir».

¿Qué significa esta escena? Básicamente que Tony Montana es ese «tipo malo» al que todos condenamos porque es narcotraficante y asesino. Sin embargo, cuando se retira del restaurant se encarga de hacerles saber al resto de los comensales que ellos tampoco son buenos, ya que la gran mayoría forma parte de una clase social privilegiada que mantiene su estatus gracias a una sociedad desigual, pero que al hacerlo con mecanismos legales frente a los ilegales de Tony conservan sus conciencias en paz: «solo saben esconderse y mentir».

Ingresando al salón, los tipos malos Francisco Barreiro Maffiodo y Luis G. Benítez. Sentados, desde la izquierda, Carlos Pusineri Scala, Ramón Antonio Ramos, Idalia Flores de Zarza, Olinda Massare de Kostianovsky y Manuel Peña Villamil.
Ingresando al salón, los tipos malos Francisco Barreiro Maffiodo y Luis G. Benítez. Sentados, desde la izquierda, Carlos Pusineri Scala, Ramón Antonio Ramos, Idalia Flores de Zarza, Olinda Massare de Kostianovsky y Manuel Peña Villamil.

Los actuales miembros de la APH que impulsan la falacia del tipo malo realizan la siguiente operación: detallan minuciosamente los roles y contactos estrechos con la dictadura de aquellos historiadores más comprometidos públicamente con la misma, empezando por Juan E. O’Leary y continuando por Luis G. Benítez. Bien, todos estamos de acuerdo en que ellos son los «tipos malos». Acto seguido, describen a los historiadores nucleados alrededor de la figura de Julio César Chaves como intelectuales neutros que debieron desarrollar sus investigaciones y sus carreras en los «confines» o «márgenes» del sistema dictatorial, límites tanto políticos como epistemológicos. Claramente, el resultado de esta operación historiográfica es que O’Leary y Benítez actúan como chivos expiatorios exculpando al resto y condicionando a los investigadores a no ir más allá de ellos. ¿Para qué? ¿Si ya sabemos que ellos fueron los tipos malos de la historiografía paraguaya? Entiendo que la operación es muy simple, pero no es culpa de quien escribe estas líneas sino de los autores que la proponen sin explicitarla. Si O’Leary y Benítez, entre otros, son los tipos malos, entonces el resto son los buenos. Tony Montana, al reconocerse como el «tipo malo», les pregunta a los comensales: «¿Qué hace eso de ustedes? ¿Buenos?».

A la falacia del tipo malo unen la del libro único. Este dato erróneo fue iniciado por Capdevila en 2008 y repetido sin cuestionarlo por Liliana Brezzo y Tomás Sansón Corbo, entre otros, lo que demuestra un alarmante desconocimiento del tema, ya que los manuales de historia de Luis G. Benítez circularon junto a los escritos por Julio César Chaves (1958, 1960, 1962, 1966), Rafael Eladio Velázquez (1965 y reeditado once veces durante el estronismo), Víctor N. Vasconcellos (1959 y reeditado varias veces) y Víctor Ayala Queirolo (1959, 1966 y 1969), todos miembros reconocidos de la APH. Claramente, la hipótesis del libro único colabora en la tarea exculpatoria para el resto de los historiadores, cuyos manuales circularon libremente y fueron promocionados y usados en diferentes establecimientos escolares. Pero lo más importante es que estos otros manuales no presentan diferencias significativas con la matriz disciplinaria de la historia impulsada por el estronismo. Incluso algunos pasajes de los manuales de Julio César Chaves fueron más funcionales a la construcción del mito heroico lopizta que los de Benítez, añadiendo, además, una romantización del conflicto bélico ausente en el texto de aquel. En los manuales de Chaves también se incorpora a Stroessner como protagonista contemporáneo de los últimos años de la historia paraguaya, remarcando la «creciente industrialización del país» y que «Paraguay se aleja cada vez más de la política del aislamiento que tanto pesara en su destino y se ensambla con el concierto americano» (2), además de subrayar que se recuperó la autonomía universitaria y el «establecimiento de la jubilación universitaria sobre bases generosas y amplias» (3).

Es oportuno mencionar algunos detalles ausentes en los textos de Brezzo y Sansón Corbo. Estos historiadores (Julio César Chaves, Ramón Antonio Ramos, Jesús Blanco Sánchez, Marco Antonio Laconich) fueron funcionarios y consejeros del régimen estronista en materia de relaciones exteriores que, como tales, sostuvieron repetidas audiencias con el dictador, a la vez que miembros de comisiones nacionales de conmemoraciones y museos (Julio César Chaves, Juan B. Gill Aguinaga, Roberto Quevedo Pfannl, Carlos Pusineri Scala, Manuel Peña Villamil, entre otros) nombrados por decreto del mismo Stroessner. Historiadoras como Beatriz Rodríguez Alcalá e Idalia Flores de Zarza incorporaron a Eligia Mora de Stroessner como «Presidenta Honoraria» a la Comisión Pro Monumento a la Reconstructora del 70. Varios de ellos (Chaves, Gill Aguinaga, Ramos, Peña Villamil, entre otros) fueron asesores históricos del ministro del Interior comprometido en actos de violación a los derechos humanos, Edgar Ynsfrán. Juan B. Gill Aguinaga defendió al peor de los represores del régimen, Patricio Colmán, firmando una solicitada de apoyo luego del enfrentamiento con Agapito Valiente en mayo de 1970. Tomás Mateo Pignataro estuvo involucrado en desalojos violentos de comunidades campesinas y en la desaparición de Doroteo Brandel en 1978. Organizaron encuentros internacionales con intelectuales españoles que estrecharon los lazos culturales entre Stroessner y Franco. Su principal líder, Julio César Chaves, tuvo tres audiencias con el dictador español Francisco Franco, en 1959, 1962 y 1968, a la manera de un jefe de Estado. Sus libros eran publicados, distribuidos y promocionados en los principales medios y eran invitados asiduamente a reuniones que autoridades del régimen mantenían con representantes diplomáticos, formales e informales.

El grupo de historiadores nucleados en la APH formó parte del corazón del régimen dictatorial, no de sus «márgenes» o «confines», y definitivamente no fueron los tipos buenos que pretenden presentarnos desde 1989. Se parecieron mucho a los comensales del lugar del que se retiró Tony Montana, aquellos que «solo saben esconderse y mentir».

Luis G. Benítez.
Luis G. Benítez.

Si en el caso de las condenas por violaciones a los derechos humanos durante el estronismo solamente pagaron algunos torturadores contados con los dedos de una mano, otro tanto sucedió en el campo historiográfico, en el que las culpas y responsabilidades por el colaboracionismo cultural de la profesión se limitaron a O’Leary y Benítez. La comunidad de historiadores de estas tierras todavía está a la espera de su Congreso de Frankfurt (4).

*Este artículo condensa ideas y pasajes del libro Super omnia veritas. La Academia Paraguaya de la Historia y la dictadura de Stroessner (Arandurã, 2025), que se presentará el 20 de junio en la Biblioteca Las Sinsombrero del Centro Cultural de España «Juan de Salazar».

Referencias

(1) Ver Capdevila, Luc (2008), «Para una historia del tiempo presente paraguayo. Del pasado/presente entre dictadura y democracia: los historiadores bajo la dictadura», Revista Res Gesta, nº 46, pp. 37-58; Brezzo, Liliana (2016), «Institucionalizar la escritura del pasado. La Academia Paraguaya de la Historia (1937-1965)», Anuario de Estudios Americanos, vol. 73, nº 1, pp. 291-317; Sansón Corbo, Tomás. (2021), «Francisco Franco, Alfredo Stroessner y sus amanuenses. Contribución para un estudio sobre la escritura de la historia en contextos autoritarios», Confluenze, vol. XIII, nº 1, pp. 321-357.

(2) Chaves, Julio César (1962). Compendio de Historia Paraguaya, p. 238.

(3) Ibid., p. 239.

(4) En 1998 se celebró en Frankfurt, Alemania, un congreso de historiadores cuyo tema principal fue el papel de la comunidad profesional durante el nazismo, especialmente de aquellos historiadores que tuvieron una destacada trayectoria, ocultando su pasado colaboracionista, en la Alemania democrática pos-1945.

*Mariano Damián Montero es historiador por la Universidad de Buenos Aires, maestrando en Historia Intelectual por la Universidad Nacional de Quilmes, investigador y autor de artículos sobre historia reciente del Paraguay publicados en revistas de diversos países. Ha publicado los libros Agapito Valiente. Stroessner kyhyjeha (Arandurã, 2019), Lincoln Silva: Obras completas (Arandurã, 2021) y Super omnia veritas (Arandurã, 2025).

Mariano Damián Montero: "Super Omnia Veritas. La Academia Paraguaya de la Historia y la dictadura de Stroessner" (Asunción, Editorial Arandurã, 2025, 470 pp.).
Mariano Damián Montero: "Super Omnia Veritas. La Academia Paraguaya de la Historia y la dictadura de Stroessner" (Asunción, Editorial Arandurã, 2025, 470 pp.).

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