Durante las largas décadas de la dictadura de Stroessner fue difícil hacer y, por supuesto, escribir teatro en Paraguay: una Honorable Junta de Calificación analizaba los textos y seleccionaba, con un criterio moral y político, qué se podía representar, qué no y, en algunos casos, qué se podía pero cambiando ciertas expresiones o incluso ciertas partes. Hacer teatro era, de alguna manera, un acto subversivo, que conllevaba el peligro de tener problemas con la policía, y hasta de ser apresado.
Dramaturgia en tiempos de dictadura
No obstante, existieron dramaturgos. Como Mario Halley Mora, que escribió, básicamente, sobre nuestras costumbres e idiosincrasia; Ovidio Benítez Pereira, que, con mirada más crítica, recurría a metáforas para pasar la censura; José María Rivarola Matto (recordado por títulos como El fin de Chipi González) y Juan Bautista Rivarola Matto (con la comedia Vidas y muerte de Chirito Aldama entre otras obras memorables); Ernesto Báez, que abordó el problema de la tierra; Néstor Romero Valdovinos, que escribió gran parte de su obra desde el exilio.

También el artista plástico Carlos Colombino escribió teatro en esos años. Mujeres como Erenia López, Edda de los Ríos, Pepa Kostianovsky, Nila López se lanzaron a escribir obras de teatro. Creaciones propias y adaptaciones de textos extranjeros eran presentadas por grupos de teatro independiente, como el Teatro Experimental Asunceno (TEA), con Tito Jara Román, el Teatro Estudio Libre (TEL), con Rudy Torga, el Teatro Popular de Vanguardia (TPV), con Antonio Pecci, o Aty Ñe’e, que marcó fuerte presencia trabajando con dos grandes dramaturgos, Alcibiades González Delvalle y Tony Carmona, y llevando a gran parte del país un teatro diferente, de reflexión.
Otro grupo que recorrió el país fue la Compañía de Roque Sánchez y Graciela Pastor, que sigue activa. Adaptaron textos de Julio Correa, uno de los principales exponentes de nuestro teatro popular, e incursionaron con gran éxito, y excelente calidad de voces, en el radioteatro.

Héctor de los Ríos, actor español radicado en Paraguay, fundó su reconocida compañía familiar de teatro, con obras tanto del repertorio universal como de su propia creación. Tiempoovillo irrumpió en el espacio escénico tradicional apostando fuertemente a propuestas estéticas innovadoras y a una nueva forma de entrenamiento actoral.
Era un momento difícil. Todo estaba muy controlado, y junto a la censura existía la autocensura. Fue el caso de Gloria Muñoz, notable dramaturga y narradora, y conocida opositora que durante la dictadura se negó a escribir como acto de rebeldía. Con el advenimiento de la democracia, vuelve a la escritura y su adaptación de Yo el Supremo (de Roa Bastos) se considera uno de los grandes éxitos del teatro nacional.

Y pese a toda la problemática de la dramaturgia, y pese a toda la represión, Moncho Azuaga, abogado de profesión, fundador del grupo Che Burrito, posiblemente fue el dramaturgo que más escribió en ese tiempo. Muchas de sus obras de teatro callejero fueron montadas con la directora y actriz Teresa González Meyer. Obras que abarcan siempre personajes nuestros, característicos, estereotípicos, analizados con profundidad, a veces con un drama muy bien elaborado, otras con un humor desbordante. Poeta y narrador además de dramaturgo, y uno de los talentos literarios más prolíficos y más galardonados de su generación, Moncho ha hecho teatro tanto para espacios alternativos como para salas. Muy comprometido con la realidad y el momento histórico que le tocó vivir, y que aun vivimos, Moncho sigue ofreciendo su producción, sobre todo a los jóvenes trabajadores de la escena.
…Y después de la dictadura
Desde la caída de la dictadura de Stroessner en 1989, autores de conocida calidad continúan aportando obras importantes, siempre buscando divertir y hacer reflexionar. Siguen firmes nombres como los de Moncho Azuaga y Raquel Rojas, con notables aportes, y nuevos valores se lanzan a la escritura teatral con cierta continuidad y con una conciencia sociocultural –llamémosla así– muy marcada.

Vemos una efervescencia de creaciones de distintos géneros, en general con buenos resultados. Tenemos, por ejemplo, con notable escritura a Natalia Patricia Santos, Diego Mongelós, Mario Santander, Gustavo Ilutovich, Dani Gómez, Vivi Amaral, Nelson Silva, Natalia Benítez, Nicolás Sotomayor, Marco Augusto Ferreira… De regreso de sus estudios en Estados Unidos, Paola Irún aporta producciones con una particular línea de trabajo colectivo, con dirección y dramaturgia final suyas, que denomina «En borrador».
David Amado es el nombre de un joven valor de la dramaturgia con una forma muy especial de escribir y dirigir. En sus espectáculos cruza diferentes disciplinas, toca temas bastante delicados para nuestra sociedad y logra salir siempre bien librado por la aceptación del público y la crítica. Tiene ahora incluso un pequeño pero importante espacio, demostrando que el talento no se mide en metros cuadrados.
Hay cuatro dramaturgos que trabajan de forma especial e importante de destacar: Fidel Rojas, Gerardo Báez, Wal Mayans y Raquel Martínez. Se caracterizan por desarrollar una partitura gestual: historias contadas con el cuerpo, con textos dramáticos insertados de tanto en tanto. En varios de sus espectáculos integran percusión y música –a veces en vivo–, que juegan un rol muy importante, aportando gran fuerza escénica. Centran su trabajo en una rigurosísima disciplina de entrenamiento físico, o mejor dicho, psicofísico, porque no son espectáculos atléticos sino que el cuerpo pasa a contar historias, sentimientos y situaciones con imágenes muy particulares.
Poco antes de la pandemia, Roberto Cardozo presenta un espectáculo escrito por otro nuevo valor de la dramaturgia, Nataly Valenzuela: Madrid, donde nos cuenta, a través del flamenco y de la relación con su madre, fragmentos de su vida en una excelente metáfora escénica. Ya en pandemia, exorciza momentos muy duros –tanto de salud física como psicológica– en Dos, espectáculo escrito y actuado por él mismo, donde el elemento ritual cobra mucho peso.

Podemos observar un número importante de dramaturgas; junto a las arriba mencionadas, están Ana Mello, por ejemplo, o Selva Fox, quien con el grupo Nhi Mu nos sorprende de tanto en tanto con representaciones de teatro aéreo y teatro negro. Ella desarrolla un interesante vínculo entre teatro negro, música en vivo y fragmentos de grandes dramaturgos.
El humor como mirada reflexiva a la sociedad
En los últimos años, dos teatristas vienen brindando constantemente obras de diversos géneros: drama, comedia, teatro testimonial. Se trata de la actriz, directora y dramaturga Patricia Reyna –con comedias brillantes en su haber, lo mismo que obras para el público infantil y adolescente– y de Hugo Luis Robles, actor, egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático, que ha tomado varios talleres con muy buenos maestros y se dedica actualmente a la dramaturgia y la dirección.
Robles ha pasado por distintas formas de hacer teatro y cuenta con una nutrida experiencia en el oficio. Su último trabajo tiene un valor muy especial para mí, porque confirma algo que siempre he pensado sobre la comedia y el humor: que llevan al espectador a espacios reflexivos que el drama a veces no alcanza a tocar. Además, en el pensamiento brechtiano entretener es un medio para llegar a la reflexión profunda: a partir de ahí se puede ganar la atención del público.
La obra a la cual me voy a referir se llama No somos nada, y voy a hablar específicamente de ella y de lo que yo, como hombre de teatro, he rescatado de forma muy particular.
(Continuará…)

*Agustín Núñez es actor, director, dramaturgo, creador del grupo Tiempoovillo y de El Estudio, la primera escuela de actuación y dirección de teatro de Paraguay. Ha recibido el Colombino de Oro por el montaje de Pedro Páramo (Colombia) y el premio Molière (Embajada de Francia) al Mejor Director entre otros reconocimientos nacionales e internacionales. Ha publicado Pasión de Teatro (1995, premio Fundación Arlequín), 108 y un quemado (2002) y Augusto Roa Bastos en la escena (2017), entre otros libros.
No somos nada / Ficha técnica
Pelucas: Edi Romero
Maquillaje: Luis Arce
Producción general: VITARE PRODUCTORA de Víctor Barrientos y Emilio Areco
Personajes:
Silvio Rodas es Papucho
Letizia Medina es Lilita
Jorge Báez es Rolo
Andrea Quattrocchi es Shirley
Leticia Sosa es Mirta
Emilio Areco es Junior
Víctor Barrientos es Roger
Vicky Erico es Yesi
Dirección: Hugo Luis Robles
Asistencia de Dirección: Fabu Olmedo
Fotografía: Abdala Oviedo
Diseño gráfico: Bruno Bogarín
