«Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Se ve en él un ángel alejarse de algo en lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esa tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso».
Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia, 1940.
La primera vez en mi vida que sentí asco de mí misma por haber pretendido mancillar el silencio con la vanidad de las palabras fue el 25 de febrero de 2024. Nunca antes había intentado en vano escribir. Nunca antes me faltaron las ideas, nunca antes sentí que mi interior enmudecía. Nunca, hasta la inmolación de Aaron Bushnell.
Como sabrán, Aaron Bushnell era un soldado estadounidense, de la Fuerza Aérea, de 25 años de edad. Que dejó escrito: «Ya no seré cómplice de un genocidio» y luego se roció con gasolina y se prendió fuego frente a la embajada de Israel en Washington D. C. Que murió gritando: «Free Palestine! Free Palestine!» entre las llamas que lo devoraban.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Desde entonces, no pude terminar ni una sola página sobre Palestina. ¿Cómo pararme a pensar si sé que mientras golpeo el teclado algún misil es arrojado desde algún dron sobre alguna escuela? Que alguien deja de respirar por sed e inanición. Que alguien vuela en mil pedazos, que algún niño es amputado sin anestesia. Que la muerte avanza cada vez más rápido y a mayor escala y que ante eso escribir es una broma de mal gusto; opinar, una cobardía; pensar, una obscenidad.

El cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus representa a un ángel atónito, que se aleja de algo a toda velocidad sin dejar de mirarlo, fascinado o congelado de horror. En todo caso, no puede hacer nada salvo mirar lo que sea que está mirando, porque lo arrastra hacia adelante una fuerza irresistible.
En octubre vi arder hasta la muerte a Shaban al-Dalou. En diciembre vi perderse a lo lejos la bata blanca del doctor Husam Abu Safiya. En marzo vi a Hamdan Ballal brutalmente golpeado por una horda de colonos. Durante meses vi la destrucción borrando la vida en toda la tierra ocupada. Arrasando los pueblos y las aldeas, las ciudades y los hospitales, los campos de olivos, las casas y los animales. Y todas y cada una de las veces que me senté a escribir, me levanté con asco. Las palabras eran irreales, las palabras no valían nada.
Lea más: El poder de la orquesta más pequeña
Esto también era parte de lo que moría en Gaza, pensaba yo. El sentido y el valor de las palabras.
Hoy vi el último video que grabó con su celular Odeh Hadalin, terrible prueba del crimen que terminó con su vida. Hace unas semanas, mis ojos incrédulos vieron al gran Suleimán al Obed, «la Gacela Negra», leyenda del fútbol palestino, humillándose para poder llevar algo de alimento a su familia en la fila de un punto de reparto de la siniestra Gaza Humanitarian Foundation, solo para ser asesinado desde un helicóptero. Y al pequeño Amir, que había caminado descalzo doce kilómetros y al recibir un mísero puñado de arroz se sintió tan feliz que besó la mano que se lo entregaba, minutos antes de caer acribillado a balazos.
Vi a niños morir de hambre. Y a miserables negar la evidencia. Y burlarse de esos inocentes.
Todo esto está documentado y ha sido publicado por todas las principales agencias mundiales de prensa (1).

El domingo pasado, un bombardeo en medio de la noche destruyó la tienda de campaña en la que pernoctaban los reporteros Anas Al-Sharif, Mohammed Qreiqeh y Mohammad Al-Khaldi y los camarógrafos Ibrahim Zaher, Mohammed Noufal y Moamen Aliwa, a la entrada del Hospital Al Shifa. Las Fuerzas Armadas de Israel confirmaron que habían asesinado a Anas y lo acusaron sin pruebas de haber sido jefe de una célula terrorista. Anas era el más famoso de los seis periodistas muertos. Ni siquiera se dignaron mencionar a los otros cinco.
Más tarde, escuché al locutor de la BBC Stephen Nolan leer un mensaje póstumo de Anas Al-Sharif. «Si estas palabras llegan hasta ustedes, sepan que Israel ha logrado matarme y apagar mi voz…».
Lea más: Un niño frente a un tanque
Anas sabía que lo asesinarían, así que lo redactó hace meses y lo dejó listo, en árabe y en inglés. Al saber su muerte, alguien lo tuiteó también desde su cuenta de X. En esta suerte de testamento, se dirige a un «ustedes» indefinido; es decir, a todos nosotros, a la humanidad en general.
«Les confío Palestina, la joya de la corona del mundo musulmán, el latido del corazón de cada persona libre en este mundo. Les confío su gente, con sus niños agraviados e inocentes que no tuvieron tiempo de soñar ni de vivir en paz y seguridad. Sus cuerpos puros fueron aplastados bajo miles de toneladas de bombas y misiles israelíes, destrozados y esparcidos…».
«Les confío a mi querida hija Sham, la luz de mis ojos, a quien no pude ver crecer como soñaba. Les confío a mi querido hijo Salah, a quien quería acompañar hasta que fuera lo bastante fuerte para llevar mi carga y continuar nuestra tarea. Les confío a mi querida madre, cuyas oraciones me trajeron hasta aquí y fueron mi escudo y la luz que me guió en mi camino… Les confío a mi compañera de toda la vida, mi amada esposa Umm Salah, de quien la guerra me separó durante largos días y meses…».

Agotado, hambriento, entre bombardeos y entierros, en duros catres y tiendas de campaña, Anas escribió. Aaron escribió también, antes del fuego. Por eso vuelvo a escribir sobre todo esto, y me arrepiento de haberme creído con derecho a dejar de hacerlo.
Hay, les decía, un cuadro de Klee llamado Angelus Novus que representa a un ángel que se está alejando de algo sin dejar de mirarlo con los ojos desorbitados y la boca abierta. En él vio Walter Benjamin al Ángel de la Historia. Según Benjamin, está mirando el pasado, que deja atrás. Pero si observan la reproducción que ilustra esta página, verán que el ángel los está mirando a ustedes. A nosotros. Somos, pues, el pasado del vasto tiempo angélico. Su rostro estupefacto nos indica el interminable horror de nuestro presente. El ángel no se puede detener, despertar a los muertos, reparar lo destruido. Tan fuerte es el viento de la tempestad que lo arrastra hacia el futuro, al que vuelve la espalda, que no puede plegar sus alas extendidas. Violentamente arrebatado hacia el porvenir, clavándonos la mirada, salta el abismo que separa la eternidad del tiempo llevándonos grabados en las pupilas. Si mirara hacia adelante y no hacia atrás, si nos diera la espalda, vería tan solo la historia oficial, las rosadas fábulas de los vencedores. Pero el estupor del ángel nos promete la memoria. La memoria del futuro.
Lea más: El condenado premio
Los niños quemados en los bombardeos son lo que el ángel mira para siempre, con los ojos tan abiertos que ya nunca podrá cerrarlos.
Nos enseñan muy pronto a separar lo «propio» de lo «ajeno», a los «otros» de los «nuestros», y sin embargo Anas nos encomendó a su familia. A sus hijos, que no conocemos y no nos conocen. Sospecho que de algún modo descubrió que eso no importa, que todos los niños son hijos de toda la humanidad.
Hay en la tierra espacios donde el orden jurídico desaparece. Impera entonces la impunidad y se desata la locura. Prosperan en esos paisajes de pesadilla lo indecible y lo monstruoso. Sucedió en Auschwitz, sucede en Gaza. Y sin embargo incluso allí tiene algo de blasfemia la masacre de los niños. No solo porque son los más pequeños y los más desamparados, sino por su condición de porvenir, porque el niño es también el Ángelus Novus. Aquel que en su lengua y su retina guarda las palabras y rostros del pasado y les asegura la posteridad. Aquel que nos arrebata y nos lleva consigo hasta el mañana. Aquel a través del cual viven los muertos.
Este artículo está dedicado a los valientes niños de Palestina, a los «ángeles nuevos».
Olvidarlos es olvidar el futuro.

Notas
(1) Todo esto está documentado y ha sido publicado por todas las principales agencias mundiales de prensa:
-Sobre Aaron Bushnell: «Fallece el soldado de EE.UU. que se inmoló frente a la Embajada de Israel en Washington», ABC Color, 26/02/2024.
-Sobre Shaban al-Dalou: «He Dreamed of Escaping Gaza. The World Watched Him Burned Alive», The New York Times, 20/10/2024.
En línea: https://www.nytimes.com/2024/10/20/world/middleeast/gaza-escape-burned.html
-Sobre el doctor Husam Abu Safiyah: «Israel detiene a 240 personas en hospital Kamal Adwan de Gaza, incluido su director», ABC Color, 28/12/2024.
-Sobre Hamdan Ballal: «Arrestan a cineasta palestino ganador del Óscar, tras ser golpeado por colonos israelíes», ABC Color, 4/03/2025.
-Sobre Odeh Hadalin: «Activista y colaborador del documental ganador del Óscar fue asesinado por colono israelí», ABC Color, 28/07/2025.
-Sobre Suleimán al-Obed: «La UEFA manda un mensaje a Israel: “Dejad de matar niños, dejad de matar civiles”», ABC Color, 13/08/2025.
-Sobre el pequeño Amir: «Gaza: “Cet enfant m’a dit merci, et après il a été tué…” Un ex-employé de la GHF dénonce des “crimes de guerre”», 20 Minutes, 30/07/2025.
En línea: https://www.20minutes.fr/monde/4165996-20250730-enfant-dit-merci-apres-tue-ex-employe-ghf-denonce-crimes-guerre-gaza
-Sobre la Gaza Humanitarian Foundation (GHF) / Fundación Humanitaria de Gaza: «Análisis de MSF concluye que centros de GHF en Gaza son sitios de “asesinatos orquestados”», ABC Color, 07/08/2025.
-Sobre la negación de las muertes de niños palestinos por desnutrición en Gaza: «Enfermos y desnutridos, los niños de Gaza que Israel llama fake news también pasan hambre», ABC Color, 06/08/2025.
-Sobre el asesinato de Anas Al-Sharif y otros cinco periodistas palestinos por el Ejército israelí: «Israel mata al periodista palestino Anas al Sharif en un bombardeo en la Ciudad de Gaza», ABC Color, 11/08/2025.
