¿No les ha pasado nunca que vieron o leyeron una narración que les gustó mucho, pero por algún motivo les queda la sensación de que algo importante que la historia se proponía plantear se les estaba escapando? A mí me ocurrió con Arcane. Después de un tiempo dándole vueltas a esa sensación, decidí volver a verla y… ¡Eureka! ¿Cómo no lo había visto antes? Son los adolescentes.
La serie de fantasía distópica Arcane cuenta muchas cosas, pero lo hace sobre todo a través de la conflictiva relación entre dos hermanas adolescentes. Es una verdadera joya y también una rareza, porque por regla general (y con muy pocas, aunque honrosas excepciones) los videojuegos se transforman en series o películas de buena visualidad y mucha acción que apenas consiguen anular el tedio de la superficialidad de los contenidos y la deshilachada factura de los guiones.
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Lo malo que tienen las narraciones distópicas es que muestran una desagradable tendencia a corporeizarse como profecías y los «grandes hermanos» o «los unos más iguales que otros» se reproducen una y otra vez en el mundo real, idénticos a los de ficción, salvo por algunos detalles cosméticos que apenas disimulan su verdadera naturaleza.

Pasando por alto los detalles: los adolescentes de Arcane, no sólo las hermanas protagonistas, sino todos, tanto aliados como adversarios, no estudian, no trabajan y no tienen (y cuando los tienen les son rápidamente arrebatados) otros medios de contención y respaldo que sus grupos de amigos, organizados poco más o menos que como pandillas tribales, con sus jerarquías sobreentendidas y sus lealtades algo excesivas.
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El resultado de tal situación narrativa es, de manera inevitable, que todos caen invariablemente en la categoría de delincuentes, unos más y otros menos violentos, unos más y otros menos apegados a fidelidades y, en resumidas cuentas, unos más y otros menos integrados a una psicosis colectiva. No, no son enfermos mentales, sino que viven en un mundo en que el carácter sociopático y la actividad delictiva, al ser las únicas vías accesibles de supervivencia, han devenido normalidad, una normalidad desquiciada que, en consecuencia, exige comportamientos desquiciados.
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De hecho, la más violenta y salvaje de las dos hermanas deviene «la gran heroína» para una gran cantidad de admiradores: es la reina sin corona de su medio ambiente social. Es también (tomen nota de ello) el personaje más carismático, y los espectadores, al igual que los demás personajes, fácilmente empatizan con su frustración y simpatizan con su furia, por más que no se identifiquen con sus excesivos episodios de violencia descontrolada.

Como ya quedó dicho, la única prioridad de todos estos adolescentes es la supervivencia en un mundo en el que unos estudios o un trabajo no sólo no tienen ningún valor para tal objetivo, sino que se constituyen en una carga innecesaria, que ocupa el tiempo que se requiere para adquirir otras habilidades (como fabricar bombas o disparar certeramente) mucho más necesarias individualmente y mucho más valoradas para el medio ambiente social en el que están integradas y obligadas a hacer lo necesario para sobrevivir.
Por supuesto que tal situación está en contraste con la de una aristocracia económica, social y (ojo) científica e intelectual que vive como en otro planeta; en el mejor de los casos, ni se da por enterada de la existencia del otro mundo, y en el peor también está integrada por delincuentes, aunque de guante blanco. En cualquier caso, la autoridad está tan maleada y tan desvinculada de la realidad que los dos sectores literalmente viven en realidades distintas y poco compatibles.
Entre ambos mundos se ha quebrado cualquier equilibrio o posibilidad de negociación. No hay tampoco una lucha de clases o una pugna de intereses, porque ya ni siquiera dependen el uno del otro: son como dos mundos superpuestos que no se complementan, sino que coexisten en un conflicto primitivo, un choque de castas con odio resentido, por un lado, y desprecio racista, por el otro.

Como en toda buena trama, hay en Arcane muchos otros personajes con diversas líneas de conflicto, pero los adolescentes son el verdadero centro. En el día a día, ellos, que, como ya se dijo, son los auténticos protagonistas, viven en un mundo cuyo pasado apenas conocen y cuyo presente no les ofrece otra cosa que la urgencia de aferrarse a una supervivencia inmediata que se ha vuelto tan difícil que reduce el futuro a los minutos inmediatamente siguientes… Así son estos personajes de ficción; ¿y los de la realidad?
La ciencia ficción distópica utiliza con frecuencia una trampa para parecer profética: en realidad, no habla del futuro, sino del presente, al que le pone unos adornos y le agrega un punto de exageración. Aquí viene la pregunta más inquietante: ¿y si la profecía de esta distopía no hablara de un remoto porvenir sino de nuestro tiempo? ¿Y si unas generaciones como las que describe Arcane ya estuvieran consolidándose en la actualidad?
Yo mismo me objeto que pareciera que estoy exagerando, pero después doy un repaso a unos cuantos titulares de prensa... y se me pasa. Hablo de esos titulares que brevemente llaman la atención para pasar rápidamente al olvido. Recurro sólo a la memoria, no a los archivos, para no abrumarlos con cientos de noticias olvidadas.

Primer ejemplo: una señora se pasea por una casa «utilizando a su hijo para robar» (¿o será que, como en Arcane, le estaba enseñando a sobrevivir, o hasta a llegar a ocupar altos cargos públicos, para formar parte de la mafia de los pagarés o alguna otra trapisonda similar?).
Segundo ejemplo: hace unos días, y también en una ocasión anterior, hace un par de años, sendos criminales autores de varias muertes, una vez abatidos, fueron llorados como héroes. Habían favorecido, con parte del fruto de sus delitos, a mucha gente de su entorno, y se les despidió con algo más que muestras de dolor: se les rindieron honores con cortejos fúnebres y serenatas de mariachis. Aasí que, como el personaje de Arcane, para su comunidad no fueron delincuentes, sino algo parecido a los héroes distópicos de la serie de ficción.
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También podríamos preguntarnos qué diablos están haciendo esos doscientos cincuenta y pico mil jóvenes que (las estadísticas oficiales dixit) no estudian ni trabajan, o cuáles son las causas de que la deserción escolar se haya disparado; porque el día tiene muchas horas, y quienes ni estudian ni trabajan, en algo tienen que ocupar todo ese tiempo «libre de obligaciones laborales o escolares» del que disponen, y, además, algo tienen que hacer para sobrevivir.

Podríamos llevar las cosas a un extremo todavía más radical (como, de hecho, hacen los guionistas de Arcane con sus personajes inmersos en un mundo psicótico) y acordarnos de ese adolescente que mató a su profe porque no le gustaba estudiar y tenía malas notas y que, tal como están las cosas, probablemente tenga «oportunidades de trabajo» más abundantes y mejor pagadas que sus compañeros que no mataron a nadie y tienen buenas notas.
Suele decirse que la realidad supera a la ficción, pero lo cierto más bien es que la ficción consiste siempre en un comentario de la realidad, así que quizás cabría cerrar estas reflexiones no con una conclusión, sino con un par de preguntas: ¿está ocurriendo ya la distopía que Arcane propone? Si los políticos, desde el poder, les dicen a las nuevas generaciones que «nadie está en un cargo por sus capacidades o títulos», ¿por qué habrían de esforzarse en obtener capacidades o títulos? Y quizás la más importante: ¿tienen ustedes seres queridos (hijos, nietos, hermanos, etc.) transitando por la adolescencia en una sociedad que se va pareciendo cada vez más a una distopía, si no lo es ya?
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Mientras escribo estas líneas, el Parlamento está por aprobar una modificación de la ley que amplía las penas carcelarias para delincuentes menores de edad… Permítanme anticipar, ya que estamos en el territorio de las profecías distópicas, que es una tontería que no servirá de nada; si de verdad quieren tomar medidas disuasorias, hagan que la Justicia persiga menos ladrones de gallinas y más delincuentes de guante blanco, para que los delincuentes de pistola al cinto no terminen por parecerles héroes a sus comunidades.

Arcane: Ficha técnica
Creadores: Christian Linke / Alex Yee
Dirección: Pascal Charrue / Arnauld Delord
Elenco: Hailee Steinfeld / Ella Purnell / Kevin Alejandro / Katie Leung / Toks Olagundoye / JB Blanc / Reed Shannon / Amirah Vann / Ellen Thomas / Harry Lloyd
Producción: Riot Games / Fortiche Production
Distribución: Netflix
Duración: Aproximadamente 40 minutos por episodio
Género: Acción / Ciencia Ficción / Steampunk
Países: Estados Unidos / Francia
Plataforma: Netflix
Música: Alexander Temple / Alex Seaver
Intérpretes: Imagine Dragons / J.I.D
Temporadas: 2
Episodios: 18
Idiomas: Inglés / Francés
Basada en: El videojuego League of Legends
Premios: Premio Primetime Emmy a la Mejor Serie Animada (2022 y 2025) / Premio Annie a la Mejor Producción de Televisión Animada (2024)
Estreno: 2021

*Ángel Luis Carmona Calero es periodista, docente universitario y crítico de arte, de vasta trayectoria como columnista y autor de artículos de fondo en distintos medios de prensa, esencialmente en áreas culturales y de opinión, pero también en política internacional. Ha publicado Crítica de la sinrazón pura: epigramas ajaponesados o epihaikus (AranduBook, 2024).