¿Es posible que quien actualmente está considerado como el pionero de la moderna industria editorial colombiana sea un paraguayo, y, para peor, totalmente desconocido en su país de origen? La respuesta es sí. No solo es posible, sino real. Las escasas y breves referencias a la historia del libro y la edición en el Paraguay lo omiten.
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El itinerario de Luis Carlos Ibáñez condensa muchos aspectos de los problemas estructurales político-culturales del Paraguay de mediados del siglo XX por los cuales sus intelectuales más reconocidos debieron desarrollar su producción en el extranjero. Los casos de Augusto Roa Bastos, Gabriel Casaccia, Juan Bautista Rivarola Matto o Lincoln Silva son claros ejemplos. En el caso de Ibáñez, las persecuciones políticas se entremezclan con aspiraciones culturales que el Paraguay de 1947 no podía satisfacer.
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De padre paraguayo y madre argentina, Ibáñez nació en 1925 en el pueblo de Itapé, situado a veinte kilómetros de Villarrica, donde cursó los ciclos primario y secundario y fue fichado por la policía debido a que «se dedicó a pintar paredes de las calles con frases de insulto al Gobierno» en una oportunidad en que el dictador Morínigo visitó Villarrica, y a su «activa participación en los movimientos huelguísticos estudiantiles de Villarrica» (1). En las palabras introductorias del único libro que publicó como autor, Ibáñez recordó: «integraba una pequeña banda rebelde, para la que las ideologías extremistas no eran suficientemente extremas (…) Fundamos un partido de cinco miembros que se expresaba a través de un órgano periodístico llamado La Verdad, que tenía cuatro páginas y un tiraje de cinco ejemplares, porque el papel carbón no daba para más. Era mecanografiado, y yo su editor y director» (2). En la mencionada ficha policial se señala que uno de sus primos era Arsenio Ibáñez, natural de Villarrica y uno de los dirigentes del Partido Comunista Paraguayo que en los años sesenta sería responsable del enlace de los viajes a La Habana de los miembros del partido.

Finalizado el bachillerato en Villarrica, se trasladó a Asunción y se inscribió en la Facultad de Medicina, en donde militó en una agrupación inspirada en el APRA peruano, pero cuando estalló la guerra civil de 1947 fue apresado y estuvo meses en la Cárcel Pública de Asunción junto a cientos de militantes del bando revolucionario. Ya en libertad, se exilió en Buenos Aires en 1948, cuando contaba con solo 23 años.
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Una vez en la capital porteña, comenzó a trabajar en una de las tantas firmas que se encontraban aprovechando lo que posteriormente se conocería como la edad de oro de la industria editorial en Argentina, beneficiada principalmente por la retracción de la producción española por los efectos de la guerra civil de 1936-1939.
Su paso por Buenos Aires fue breve, pero significativo, ya que allí aprendió el oficio que le permitiría dejar la huella que perdura aún hoy en Colombia, país al que arribó en 1950 como representante de una casa editorial argentina que no se especifica en los pocos datos que se conservan de él.

En Bogotá conoció a quien sería su futura esposa, Elvira Carrillo Posse, con quien echó raíces en la nueva tierra y comenzó a pensar en un proyecto que impulsara y renovara la en ese entonces débil industria editorial colombiana. Diez años después, en 1961, fundaría Ediciones Tercer Mundo, considerada la primera editorial moderna con criterio propio que impulsó la producción literaria local (3). Ante la falta de un capital inicial para fundar la empresa, Ibáñez le preguntó a su socio, el psicoanalista José Gutiérrez, de donde saldría el dinero, a lo que este contestó «de los bancos». Entonces Ibáñez repreguntó si debían asaltarlos, pero Gutiérrez lo calmó aclarándole que estos prestaban dinero.
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Rápidamente conocieron al político Belisario Betancur, quien se convirtió en el tercer socio y amplió los contactos y posibilidades de crecimiento de Tercer Mundo, de la que Ibáñez siempre fue el principal director. Hacia fines de los años sesenta, Tercer Mundo constituía no solo una empresa editorial exitosa, sino un proyecto cultural que influyó mucho en la historia literaria e intelectual de Colombia, especialmente a través de la edición de autores del movimiento nadaista, una de las expresiones artísticas más fuertes del campo cultural colombiano de aquella época, llamado por Jotamario Arbeláez «un movimiento de atorrantes desesperados» (4). Algunos de ellos se reconocían en la beat generation norteamericana, aunque el movimiento en nada constituyó una emulación de aquella.
Ibañez dirigió la editorial hasta 1987, cuando optó por retirarse y la empresa pasó a ser sociedad anónima y modificó su denominación a Tercer Mundo Editores.

Pese a su pasado de militante antidictatorial durante el régimen de Morínigo, que le valió la prisión y el exilio, y a su reconocida trayectoria editorial en Colombia, su figura no está exenta de sombras, como lo fue su decisión de no publicar la obra Islanada, ganadora de un premio literario apoyado por la editorial en 1967.
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Considerado como un pionero de la industria editorial colombiana, Ibáñez entendió muy bien ciertos itinerarios a los que fueron empujados muchos paraguayos, y eso lo llevó a apreciar más la idea de una comunidad transnacional que se alejara de los particularismos nacionalistas, aspecto muy fuerte en el Paraguay. Así, en el epígrafe de su único libro como autor, un ensayo sobre Beethoven publicado en 1993, expresó: «A mi madre argentina, a mi esposa colombiana y a mi padre paraguayo, quienes me enseñaron que el mundo es ancho, pero no ajeno».
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La figura de Ibáñez, que aquí intentamos rescatar, constituye un ejemplo de la potencialidad cultural que tuvo aquel Paraguay de la primavera democrática de 1946, como también de las políticas de la ANR-Partido Colorado y el estronismo de expulsión de la intelectualidad crítica, preludio de la aridez cultural de las siguientes décadas.

Referencias
(1) Ficha policial No. 11, obrante bajo el número 00170F-1021 en el Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, Asunción, Paraguay.
(2) Ibáñez, Luis Carlos. Beethoven o el dolor de la genialidad. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1993, pp. 13-14.
(3) Llano Parra, Daniel. Enemigos públicos. Contexto intelectual y sociabilidad literaria del movimiento nadaista, 1958-1971. Medellín: Universidad de Antioquía, 2015.
(4) Ibid., p. 25.

*Mariano Damián Montero es historiador por la Universidad de Buenos Aires, maestrando en Historia Intelectual por la Universidad Nacional de Quilmes, investigador y autor de artículos sobre historia reciente del Paraguay publicados en revistas de diversos países. Ha publicado los libros Agapito Valiente. Stroessner kyhyjeha (Arandurã, 2019), Lincoln Silva: Obras completas (Arandurã, 2021) y Super Omnia Veritas. La Academia Paraguaya de la Historia y la dictadura de Stroessner (Arandurã, 2025).

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