La escritora uruguaya afincada en Paraguay Irina Ráfols presentará el próximo sábado su novela ¡Tierra! (Asunción, Rosalba, 2025), continuación de Hernandarias (Asunción, El Lector, 2025) y segunda parte de una trilogía histórica sobre la figura y la época del gobernador criollo del Río de la Plata Hernando Arias de Saavedra (Asunción, Paraguay, 1561 - Santa Fe, Argentina, 1634). Conversamos con ella sobre su quehacer literario en general y sobre su nuevo libro en particular.
Cuento, novela, novela histórica… ¿En qué registro estás más cómoda? ¿O lo que buscas es el desafío, la incomodidad?
Comencé escribiendo poesía, después cuentos, teatro, novelas. Es a través de la novela donde siento mejor el trance de la escritura, la alquimia que se produce al estar enganchada a la química de la inspiración y del proceso. Al escribir, siempre encuentro comodidad. Pero sí, experimenté el desafío con esta saga histórica: estudiar cinco años un marco histórico, entender e interpretar lo que leía para después trabajarlo en la ficción de la escritura.

¿Qué te interesa explorar en la escritura de novelas históricas? ¿Cómo trabajas tu relación con la ficción y con la realidad en este género? ¿Investigas más de lo que sueñas, o al revés?
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Ya había explorado un poco la historia con mi novela Alcaesto, historia de un aprendiz de alquimia, que se desarrolla en España, en el año del descubrimiento de América, pero no fue como Hernandarias. Aquí tuve que trabajar con líneas temporales, fichas, tesis, leer libros, cartas anuas, actas de cabildos de época de diferentes gobernaciones, visitar el Archivo Nacional y más. Mucho tiempo de investigación, que hice con mucho gusto.
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Suelen publicarse estudios sobre la caída del número de lectores de libros en un tiempo de adicción a reels de Instagram y videos de TikTok. ¿Cómo ha cambiado el mundo literario en los últimos años? ¿Cómo ha cambiado tu mundo?
Yo encuentro que la gente sigue leyendo en otros formatos. Hay muchos estímulos para seguir escribiendo. Siento ese movimiento luminoso en Paraguay con los talleres, clubes de lectura, centros culturales, diarios, tantos eventos en donde se disfruta de la escritura y la lectura. La gente que tiene el hábito de entrar en las redes siempre se encuentra con algún tipo de lectura.

El escritor se adapta a los formatos. El lector sigue estando. Pero es un lector diferente, producto de las redes, de la tecnología que se consume de manera compulsiva, de la adicción. Es un lector impaciente, producto de la cultura de la inmediatez; es ansioso, se aburre rápido. Con el fenómeno de la atención múltiple, la capacidad de atender varias tareas a la vez: celular, televisor, redes, puede leerlo todo angurrientamente sin digerir. Este es el nuevo tipo de lector que ya se está formando. Por lo tanto, un escritor que todavía arrastra la vieja pluma lírica tiene un desafío al encontrarse con un lector así, que si no se engancha en la primera línea puede saltar a otra lectura. ¿Cómo cambió el mundo literario en los últimos años? Una vez que la publicación se democratizó (redes, libros digitales, etc.) cualquiera pública. No hay tamices. Entonces hay de todo. Y claro, cualquiera escribe, pero no cualquiera es escritor. ¿Cómo cambió mi mundo? No cambió. Sigue siendo un proceso interno, sigue el trance de la emoción al escribir. Lo que queda es amigarse con la tecnología que ya está tomando todo y encontrar cómo aprovecharla para seguir abriendo caminos.

¿Cuándo sentiste por primera vez la necesidad de contar algo?
De niña. Experimentaba tanto placer leyendo que la escritura me empezó a llamar. Empecé a los doce años. Mi primer amor fue la poesía. Sentía que era algo que estaba por encima de mí misma. Escribía poemas, los doblaba y los escondía en los cajones del ropero, bien al fondo, entre la ropa. Me sentía tan expuesta en mis propias palabras que sentía que tenía esconderlos. Más adelante les di su verdadero lugar en mi vida.
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Te habrán preguntado esto hasta en la despensa de tu barrio, pero ¿por qué Paraguay? ¿Azar o fatalidad?
Fatalidad, claro que sí, azar y destino, también. Tenían que nacer mis hijos aquí. Fue un decreto de alguna autoridad divina. No planeé quedarme, pero las cosas me fueron «quedando». Fue el lugar en donde mis proyectos se desarrollaron. Paraguay es un hermoso país al que le estoy profundamente agradecida.

Es el segundo libro que le dedicas a Hernando Arias de Saavedra; ¿qué hay en su figura, carácter, época, circunstancias, que te inspire particularmente?
A medida que iba juntando los retazos de su vida, se me fue haciendo más intrigante, conflictivo y atrayente. No quería tratarlo románticamente elevándolo a la categoría de héroe sagrado. Quería mostrarlo como un hombre de carne y hueso con sus luces y sombras. Me pareció más trascendente su realidad humana. Hernandarias es una figura que necesita ser mejor explorada, juzgada desde otros ángulos. No fue el culpable de que Paraguay perdiera la salida al mar, como algunos dicen. Fue un hombre que literalmente dio su vida por hacer las cosas de la mejor manera posible en aquel momento.
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Otro personaje en el que puse toda mi atención fue Eraxái, un nativo qom, que en muchos momentos se enfrenta a Hernandarias. En este personaje exploro cómo afecta la transculturación. Lo que puede experimentar internamente un nativo que tiene consciencia de sí mismo y sufre la conquista. El camino que hizo Eraxái lo transité yo acompañándolo, poniéndome en su lugar. Y ahí me di cuenta de la manera en que una cultura conquistada puede ser herida. Si el que es conquistado tiene consciencia de sí mismo, de lo que le están haciendo, es una herida irreparable. Esa herida es Eraxái.

Por último, ¿podemos contar con más aventuras de Hernandarias después de esta segunda parte?
Sí, podemos. Empecé a escribir la última parte de la saga. Estoy en el comienzo. Planeo que sea una trilogía histórica.
¡TIERRA!
¡Tierra!, novela histórica de Irina Ráfols, será presentada el sábado 8 de noviembre a las 19:30 horas en el Centro Cultural Punto Divertido (México 1144 casi Gaspar Rodríguez de Francia). Se referirán a la obra Javier Viveros y Hugo Vigray.
