Adiós a la reliquia del asfalto y a un pedazo de nuestras memorias*

Adiós a la Línea 16-2
Adiós a la Línea 16-2

En noviembre, la empresa La Unión SRL puso fin al servicio de la Línea 16-2, que cruzaba toda la capital, desde Tacumbú hasta Loma Pytã. Todo lo que tan escueta noticia encierra sobre las arbitrariedades del poder, los retrocesos en derechos, el destino de las ciudades, la memoria y los relatos colectivos que forjamos y nos forjan, nos lo revela Pelao Carvallo en este artículo.

Usos

La desidia municipal nos ha dejado sin la Línea 16-2. No solo privó a varios barrios de Asunción de transporte público, sino que también nos arrebató parte de la memoria urbana de la ciudad. Si los barrios huérfanos de transporte público desde hace ya algunas semanas no parecen preocupar a las autoridades (de todo nivel) relacionadas con el tema, más invisible es la orfandad cultural que la desaparición de esta línea de colectivos implica.

Es bastante cierto que las máquinas de la Línea 16-2 carecían del cuidado adecuado. Formaban parte de los que comúnmente, con tanta saña como realismo, se llaman «colectivos chatarra». El sufrimiento de sus pasajeros –y de los peatones, y de otros transportes– por sus múltiples fallas y accidentes era proverbial. El estado de las máquinas de la Línea 16- 2 era un síntoma –uno más– del estado de la ciudad… Un síntoma y una síntesis.

Pero los colectivos Mercedes Benz 1114 de la Línea 16-2 son también parte del paisaje cultural y social de Asunción. Son, porque la memoria no viaja al mismo ritmo que las decisiones de las autoridades. Con el transcurso del tiempo, con la costumbre del uso, se hicieron parte de nuestras rutinas, costumbres y tradiciones. El paisaje urbano, como todo paisaje, está conformado por lo variable y lo invariable. En esto último entran los edificios, las casas, las calles, los accidentes geográficos que estructuran la forma de la urbe. Lo variable es todo aquello que se mueve en ese territorio. La complementación de ambos aspectos le da a cada ciudad su carácter definitivo. El paisaje de la ciudad no es solo la calle Julio Correa, con los edificios y plazas que la rodean, sino también el Mercedes 1114 que la recorre y aporta cualidades al sonido y al aroma de Asunción. La paisajística urbana asuncena está afectada profundamente por esta ausencia. De súbito, la ciudad ya no es lo que era, y su relato gráfico sufrirá con ello.

Costumbres

Tan enraizado estaba el recorrido 16-2 en Asunción, que esas máquinas coloridas ya formaban parte de su atractivo turístico. Nos han dejado sin un elemento significativo de la cotidianidad de la capital que proporcionaba una especie de identidad estética y cierto orgullo a contrapelo del sentimiento de abandono ciudadano visible, paradójicamente, en esas mismas máquinas y sufrido a bordo de ellas. En principio, debieron ser tratadas como piezas de museo funcionales, reliquias que cuidar, para que, siguiendo en uso, fuesen aún más motivo de orgullo urbano. Modernizar la flota, pero manteniendo su maquinaria clásica.

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"Pero los colectivos Mercedes Benz 1114 de la Línea 16-2 son también parte del paisaje cultural y social de Asunción..."
"Pero los colectivos Mercedes Benz 1114 de la Línea 16-2 son también parte del paisaje cultural y social de Asunción..." (Acuarela de "Mon Tzé", 2025)

No hay mirada estratégica sobre la vida y la memoria urbana por parte de las seudo-autoridades. Han tirado a la basura parte de la cultura viva de la ciudad y dejado sin transporte público, por más que sea particular, a barrios también históricos de Asunción. Un despropósito al cuadrado. Más que abandono, esas piezas históricas requerían inversión, dado que eran parte del atractivo de la capital.

Esta guillotinada al sistema de transporte cortó también la construcción permanente de la memoria urbana a través de la costumbre –forzosa, pero adoptada hasta el orgullo– del uso de los colectivos Mercedes 1114 de la Línea 16-2, ejercicio intergeneracional que fortalecía el relato común de la ciudad que habitamos y que, de un momento a otro, ha quedado suprimido. Las ciudades son, ante todo, el relato que sus habitantes hacen de ellas y las costumbres que en ellas reproducen. Las novedades que no son adoptadas no entrarán nunca a ese relato-ciudad que se forja en los barrios, en las calles, en las comunidades territoriales, laborales, generacionales, etc., y del cual los colectivos de la Línea 16-2, que en algún momento fueron novedad, en algún otro momento se volvieron parte ineludible. Estamos ahora cojos de ese relato, con la experiencia a punto de ser fijada como recuerdo para entrar en ese espacio de disputa que es la memoria.

Tradiciones

Se ha dejado abruptamente a la población de una cantidad apreciable de barrios de la ciudad en el desabastecimiento total de transporte público, favoreciendo con ello la uberización** que, bajo el malentendido de un acuerdo entre privados, ampara el enriquecimiento de unos muy humanos dueños de las aplicaciones de gestión de transporte de pasajeros. No hay nada inocente en ninguna decisión de políticas públicas, y hasta lo que se vende como «ausencia de Estado» obedece a criterios que se quieren afirmar positivamente. El «cierre» de la Línea 16-2 es un mensaje afirmativo, positivo, para una ciudad monopolizada por el automóvil y marcada por la uberización del negocio del transporte, sin sindicatos y sin más derechos laborales que el de poner estrellitas en un cielo de ganancias para las lejanas billeteras de quienes nos aplican las aplicaciones.

En la queja barrial, urbana, social por el cierre hay también lucha por el simbolismo vivo de una ciudad que, sin la Línea 16-2, va dejando de ser la ciudad que conocemos y queremos, con todos sus bemoles. Las ciudades se construyen en un relato contradictorio, sin solución entre lo que nos satisface pero aborrecemos y lo que aborrecemos pero nos satisface: esos edificios feos pero que son nuestros edificios, esa pintura humedecida que da una inesperada homogeneidad estética a lo que conocemos en el caminar, esos colectivos que nos rompen la columna y los riñones pero que difícilmente encontraremos en otro lugar –capaz (y solo) en otras ciudades zigzagueantes de América Latina.

Servidumbre de paso<b> </b>

Esto se trata de pensar nuestra ciudad, y todas las ciudades, en la urgencia misma de quedarnos a pie a la fuerza por decisiones de otros que tienen con qué moverse. Pensamos nuestra ciudad en la urgencia de quien la vive en el sufrimiento y la disfruta en el vivirla. Este pensar no es pedagógico ni vanguardista: es un simple surfeo de supervivencia. Queremos que vuelva la Línea 16-2, ante todo porque es costumbre. Pensamos la realidad desde la filosofía agente para surfearla. Por cierto, la idea de la capacidad de la filosofía para transformar la realidad es una manifestación de soberbia, por un lado, y un grito de desesperación publicitaria por otro: ¿a quién le importa hoy lo que diga la filosofía? Y, por último, es plantear la semilla de todos los vanguardismos modernos y posmodernos que hemos conocido y hemos de conocer. La filosofía no transforma nada, ni aunque se lo proponga; lamentablemente, sí puede dar argumentos para nuevas y peores vanguardias que nos digan qué hacer, cuál es la utopía y cómo andar en colectivo, micro, pesero, bondi, ómnibus o como le llamemos en el lugar que esto se lea hoy.

Un bus de la Línea 16-2 varado en la calle Cerro Corá bajo el sol del mediodía.
Un bus de la Línea 16-2 varado en la calle Cerro Corá bajo el sol del mediodía.

La Línea 16-2 nos muestra cómo las comunidades, territoriales o no, surfean la realidad con filosofía, y, sobre todo, sin ella. En Chile, en esa eclosión del proceso revolucionario que fue el estallido social de octubre de 2019, el metro de Santiago, un motivo de orgullo social, demostró al ser quemado que era también un lugar de opresión para sus clientes. En Asunción, la Línea 16-2 muestra cómo, al contrario, ese lugar de dolor, maltrato empresarial, desidia municipal y opresión urbana se convirtió en el transcurso del tiempo en un motivo de orgullo social, en algo que mostrar. Las comunidades, los pueblos, surfean la realidad en la realidad misma mediante la acción nuestra de cada día y en la pura contradicción irresoluta de sentir orgullo y maltrato al mismo tiempo, y de reconvertir el maltrato en orgullo. Sin soberbias, sin vanguardismos, sin publicidades, surfeando la realidad.

Notas

*Debo este título a Montserrat Álvarez, poeta. Este artículo surgió a partir de un posteo en la red social X, posteo publicado en el periódico E’a (Ea.net.py).

**Sí, el término existe.

*Pelao Carvallo es anarquista, analista político, comunicador e integrante del Grupo Clacso de Trabajo Sobre Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia, de la red antimilitarista internacional War Resisters’ International (WRI-IRG) y de la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe (Ramalc). Y habitante de Asunción.

Pelao Carvallo, habitante de Asunción (Foto: Archivo de ABC)
Pelao Carvallo, habitante de Asunción (Foto: Archivo de ABC)