Bergoglio y Bauman

El año pasado, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el papa Francisco se conocieron en el Encuentro Interreligioso de Asís, diálogo entre diversas tradiciones que se celebra desde hace tres décadas bajo el principio del respeto recíproco por todas las creencias; no es, así, extraño que Bergoglio reconozca la influencia de un pensador agnóstico como Bauman en sus propias ideas, nos cuenta este artículo.

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En Roma, agosto es un mes de verano, caluroso y húmedo. Desde la Antigüedad, emperadores, patricios y nobles dejaban esta ciudad en busca de climas más benévolos. También los papas solían dejar el Vaticano para ir a veranear en las colinas de las afueras de Roma. Sin embargo, Jorge Bergoglio, el papa Francisco, se distancia en varias cosas de las tradiciones de sus antecesores. Cuando era Provincial de los jesuitas en Argentina, durante el verano de 1975 fue invitado a pasar unos días de descanso en el mar. Había en aquel momento rumores de golpe de Estado, y prefirió quedarse en la ciudad. Aprovechó para leer libros. Y conservó el hábito de leer en su tiempo libre. En estos días de agosto y setiembre, el papa Francisco está leyendo, subrayando y estudiando las obras del eminente sociólogo polaco Zygmunt Bauman, fallecido en enero de este año.

Quizás alguien piense que las lecturas de un papa deberían ser preferentemente de carácter bíblico, teológico, litúrgico, catequístico o pastoral. Pero a Francisco, que poco o nada mira la televisión, le gusta leer, y releer también, a los clásicos –como, por ejemplo, a Alejandro Manzoni, o a Dante Alighieri, entre otros–. En estas semanas está profundizando en el pensamiento de Bauman, a quien conoció personalmente en Asís en el año 2016. Por lo visto, los dos quedaron impactados por las conversaciones que sostuvieron en aquella ocasión; tanto, que hace pocos meses, en una conferencia impartida en la Universidad Nacional de Roma ante miles de estudiantes y docentes, el papa Francisco afirmó que leer a Bauman ayuda a comprender la «globalización poliédrica en la que cada cultura conserva su identidad».

Desde hace unos años, Europa es «invadida» por pobladores de África, Medio Oriente, la ex Unión Soviética y Asia que huyen de situaciones de hambre, miseria, guerra o persecución ideológica o religiosa en sus países de origen, atraídos por el sueño europeo. ¿Encuentran realmente mejores condiciones de vida? No siempre. Son conocidas las graves dificultades de los migrantes para llegar a Europa, las tragedias al cruzar el mar Mediterráneo debidas a la explotación de los traficantes de personas, los hundimientos de barcos con miles de ahogados cada año. Aún resuena la súplica del papa Francisco a las autoridades europeas: «Les pido en nombre de Dios que no dejen que el Mediterráneo se transforme en un cementerio de pobres migrantes».

En el Encuentro de Asís, el sociólogo Bauman y el papa Francisco coincidieron en la necesidad del diálogo político, de las decisiones concretas y de la cultura del encuentro. Sin estos pilares, las sociedades indefectiblemente se hunden en las guerras. Bauman expresó al papa Francisco su profunda admiración por su continuo abogar en favor de la gente más sufrida y marginada y por su papel, en un mundo deprimido, de portador de esperanza. Esperanza que alivia la cabeza, y que mueve la voluntad, la inteligencia y los brazos en la paciente construcción de un nuevo orden social y económico en el que todos puedan tener acceso al banquete de una vida digna.

Zygmunt Bauman (Polonia, 19 de noviembre de 1925-Reino Unido, 9 de enero del 2017) es uno de los más influyentes intelectuales de nuestro tiempo. A él se debe la brillante definición de la «modernidad liquida», de la cual es uno de los más agudos observadores. Entre sus numerosos libros podemos destacar La sociedad sitiada, Vida líquida, Modus vivendi: Infierno y utopía del mundo líquido, Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Babel, Mundo consumo: Ética del individuo en el mundo global y Miedo líquido: La sociedad contemporánea y sus temores, entre otras. Aun muerto, Bauman vive en sus escritos; estos nos ayudan a comprender el mundo contemporáneo, a criticar los modelos políticos y económicos obsoletos e inadecuados y a recorrer con energía y entusiasmo caminos nuevos. El agnóstico Bauman apreció las experiencias de la fe, sosteniendo que «el mundo complejo en el que vivimos nos exige establecer alianzas entre las diversidades de las culturas y de los puntos de vista. La verdad habita en los encuentros humanos, y no tiene otro lugar donde manifestarse». Se puede inferir de aquí que ningún sistema político o económico o social o religioso es poseedor de toda la verdad. Todos necesitan de todos. No hay sistema, ideología o movimiento que pueda agotar por sí solo la totalidad del saber. Cada uno tiene su pequeña parte de verdad y de posibilidad. Es necesario, entonces, acudir al concepto de verdad como construcción, construcción en la que cada cual ofrece sus luces y sus ladrillos para levantar el templo de la vida, con perseverancia, con esfuerzo y quizás también con retrocesos. Pero sin cesar nunca de dialogar y de confrontarse, cuestionarse, modificarse y «fluidificarse».

josezanardini@hotmail.com

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