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Los franceses veneran a sus filósofos y el prestigio de Dufourmantelle, que se había formado como psicoanalista, se debía, principalmente, a su defensa de tomar riesgos en la vida. En sus clases les decía a los alumnos: «Una vida con cero riesgo es una fantasía porque en sí vivir es un riesgo». La autora del libro Elogio del riesgo consideraba que arriesgarse por los otros es fundamental para el bien de la humanidad. Lo contrario, la complacencia y el resguardo absoluto, conducen a una existencia hueca.
Bien, en una tarde de verano en la costa francesa Dufourmantelle puso a prueba su propia visión de la vida. Cuando las tormentas y el mar bravo sorprendieron a los bañistas, la filósofa divisó en el agua a unos niños a los que la corriente arrastraba. Sin pensarlo dos veces, se lanzó al agua y en su intento por llevarlos a la orilla murió de un paro cardiaco. Dufourmantelle solo tenía 53 años. Los niños finalmente fueron rescatados por los salvavidas.
Anne Dufourmantelle fue fiel a su predicamento. Dedicó su vida a divulgar el valor de arriesgarse frente a una conformidad que en muchas ocasiones oculta insolidaridad y cobardía. Y cuando llegó el momento de tomar un camino u otro, sin dudarlo arriesgó su vida por salvar a otros. Toda una lección. Para ella era necesario tener la capacidad de enfrentarse a la muerte para discernir en su totalidad el significado de sobrevivir.
Pocos días después de la triste noticia sobre Dufourmantelle veo en el cine Dunkirk, la última cinta de Christopher Nolan, y en la televisión Hacksaw Ridge, dirigida por Mel Gibson y candidata a los Óscar de 2016. A grandes rasgos, ambas son películas de género bélico y se centran en episodios dramáticos de la Segunda Guerra Mundial: la primera es sobre el asedio alemán a las tropas aliadas atrapadas en la playa de Dunkerque, en Francia. Y la segunda es acerca del feroz enfrentamiento entre tropas estadounidenses y japonesas en la batalla de Okinawa.
Más allá de lo que ya sabemos de estos hechos particulares de la Segunda Guerra Mundial, lo que verdaderamente ensalzan los filmes de Nolan y Gibson es el heroísmo de los hombres y mujeres que deciden tomar un riesgo adicional con el fin de salvar desinteresadamente la vida del prójimo. Tanto en Dunkirk como en Hacksaw Ridge resuena el elogio del riesgo que reivindicaba Dufourmantelle.
En la primavera de 1940 Churchill toma la difícil decisión de pedirle a la población civil que se lance al mar en embarcaciones privadas para ir en busca de soldados atrapados en la playa de Dunkerque, en Francia. A pesar de la cercanía entre las dos costas, los enormes destructores de la flota británica no podían fondear en la orilla donde los alemanes estaban diezmando a las tropas aliadas por tierra, mar y aire. De ese modo, en cuestión de algo más de una semana unos 700 botes conducidos por ingleses de a pie cruzaron el tramo sorteando bombardeos aéreos para salvar a los combatientes.
En aquella hazaña que se conoce como «El Milagro de Dunkerque» y que hoy Nolan reproduce con belleza y horror sobrecogedores, se logró rescatar a unos trescientos mil soldados. No fue una victoria (atrás quedaron cientos de miles de soldados), pero sin el acto heroico de quienes estaban dispuestos a morir, Dunkerque habría sido un paraje aún más desolador.
En cuanto a Hacksaw Ridge, Gibson se centra en la historia real del joven pacifista estadounidense Desmond Doss. A pesar de ser un objetor de conciencia por motivos religiosos, en 1943 se presenta voluntario al Ejército, convencido de que su misión es salvar las vidas de quienes entregan las suyas empuñando un arma. Sin tocar un rifle, ejerce de paramédico en las trincheras suministrando morfina y haciéndoles torniquetes a sus compañeros malheridos. Doss fue el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor tras haber pasado una noche rescatando a 75 soldados acribillados en combate sobre el acantilado de Maeda. A su regreso del Pacífico arrastró las secuelas de heridas tras haber visto la muerte de cerca en un acto de máximo heroísmo.
Después de ver Dunkirk y Hacksaw Ridge, dos historias sobre el valor de arriesgarse por el bien de los demás (se trataba nada menos que de derrotar el mal del nazismo), se comprende perfectamente lo que Anne Dufourmantelle defendió como académica y como persona: arriesgarse es vivir plenamente. La alternativa de cero riesgo es el camino a la servidumbre.
[©FIRMAS PRESS]
@ginamontaner