Hugo Rodríguez Alcalá: un homenaje

En este año del centenario de su nacimiento, recordamos al narrador, poeta, ensayista y crítico literario Hugo Rodríguez Alcalá (Asunción, 25 de noviembre de 1917-Buenos Aires, 16 de noviembre del 2007), fundador y primer director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de California, director del Taller Literario «Cuento Breve» en Asunción desde 1983, Premio de las Humanidades y las Artes de Estados Unidos en 1969, Medalla Gabriela Mistral del Gobierno de Chile en 1996 y Premio Nacional de Literatura en 1999.

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El poeta, docente, crítico literario y Premio Nacional de Literatura Hugo Rodríguez Alcalá nació en Asunción en 1917. En noviembre de 2007, falleció en Buenos Aires pocos días antes de cumplir noventa años. Tuvo un largo proceso formativo –doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Asunción en 1943, Master of Arts in Foreign Languages (Washington, 1949), PhD en Letras por la Universidad de Wisconsin, Madison, 1953–, y se jubiló después de casi dedicar casi cuarenta años a la docencia en universidades como Columbia Rutgers, Washington y la Universidad de California.

No solo fue un destacado poeta, sino también un prolífico narrador y el crítico más notable, de nivel internacional, que ha dado Paraguay. Presidió profundas investigaciones en varias bibliotecas internacionales sobre la poesía y la narrativa paraguayas y, como resultado de las mismas, publicó una Historia de la literatura paraguaya, diversas antologías poéticas y eruditos ensayos sobre el acontecer literario nacional.

Combatió como voluntario, antes de cumplir la edad reglamentaria, en la Guerra del Chaco, episodio bélico que le sirvió de inspiración para su primer poemario, publicado con un prólogo del entonces rector de la Universidad Nacional de Asunción, el Prof. Dr. Cecilio Báez. Uno de estos poemas cantó a la mítica hazaña del puñado de soldados que atravesó el desierto y tomó la salvadora aguada de Yrendagüé el día de la Virgen de Caacupé, el 8 de diciembre de 1934, al mando del teniente coronel Eugenio A. Garay, amigo de su familia: 

«Y este dios, este anciano de anchos hombros, 

de blanca greña y azulados ojos 

que ignora la fatiga, las distancias 

la sed, el hambre, el sueño, les repite:

¡Un poco mas de esfuerzo, compañeros,

para juntos morir en Yrendagüé

o para revivir con la victoria!»

(«El Coronel Garay llega a Yrendagüé»).

A su retorno de la guerra, terminó sus estudios secundarios e ingresó a la Facultad de Derecho. Culminada esa carrera, prosiguió sus estudios de posgrado en Estados Unidos, país en el cual, una vez obtenido el doctorado, recibió ofertas para ejercer la docencia universitaria y en el que forjó una trayectoria admirable en los tres campos que exige la vida académica estadounidense: enseñanza, investigación y servicio a la comunidad. Fue el fundador y el primer director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de California, Riverside. Vivió unos años en México, dedicado a la investigación. Fue redactor en jefe de las Commemorative Series y miembro del consejo editorial de revistas literarias como Hispanic Review, Revista Iberoamericana e Hispanic Journal, entre otras, con la crítica tarea de seleccionar las publicaciones de acuerdo a su calidad, lo que servía para promover los ascensos de los profesores universitarios novatos en el sistema meritocrático norteamericano.

Concluida su carrera docente en Estados Unidos, volvió a su ciudad natal en 1982 e inmediatamente empezó a contribuir con los suplementos literarios de los principales diarios asuncenos. Dirigió el Taller Literario «Cuento Breve» desde 1983 y prosiguió su tarea de maestro y colaborador de revistas especializadas.

Con su coetáneo Augusto Roa Bastos y los poetas Elvio Romero, Josefina Plá, Hérib Campos Cervera y Óscar Ferreiro, formó parte de la brillante generación poética del 40.

Entre sus galardones más importantes figuran el Premio de las Humanidades y las Artes de Estados Unidos, recibido en 1969, y la Medalla de Gabriela Mistral, conferida por el gobierno de Chile en 1996. En la vida universitaria norteamericana alcanzó la máxima jerarquía académica: Professor Above Scale (profesor por encima del escalafón), y obtuvo diversos premios y honores. En noviembre de 1982, la Universidad de California le confirió el título de Professor Emeritus.

De su vasta producción crítica y ensayística entresacamos El arte de Juan Rulfo (1965), Sugestión e Ilusión (1967), Historia de la literatura paraguaya (1970), Narrativa hispanoamericana (1973), Ricardo Güiraldes: apología y detracción (1986). Sus obras narrativas incluyen Relatos de norte y sur (1983), Historias de gente varia / Historias de soldados (1985), El ojo del bosque (1993), La doma del jaguar (1995). Ha publicado, entre otros, los poemarios Estampas de la guerra (1939), A la sombra del pórtico y poemas de la guerra del Chaco (1942), Abril que cruza el mundo (1960), La dicha apenas dicha (1967), El canto del aljibe (1973), El portón invisible (1983) y Terror bajo la luna (1983). Es autor de más de cuarenta libros de historia literaria, como Literatura latinoamericana de la Ilustración (Madrid, 1979), Literatura latinoamericana de la Independencia (Madrid, 1980), de ensayos filosóficos y literarios como Ensayos de Norte a Sur (México, 1960) y La incógnita del Paraguay y otros ensayos, y de libros de investigación como San Bernardino: Historia Imagen y poesía (en coautoría con su hermana, Beatriz Rodríguez Alcalá).

Fue presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española entre 1989 y 1994.

La mayor parte de su producción teórica apareció originalmente fuera de su país natal, como él mismo comenta: «Casi toda mi obra ensayística se publicó, durante casi cuarenta años, en Estados Unidos, México, España, Francia, Alemania, Italia, en revistas que no circulan en nuestro país». Esa falencia fue parcialmente compensada con la prolífica producción que siguió a su regreso a Paraguay. A pesar de su larga ausencia, está claro que la sensibilidad del poeta nunca lo alejó mucho del terruño, y la mejor prueba es esta estrofa de su poema La pregunta: 

«De noche, todas la noches, 

mirando el cielo pregunto 

cómo estarán los naranjos 

al otro lado del mundo».

 

En su centenario, le rendimos un justo homenaje, y para ello nada mejor que citar las sentidas palabras con que lo recordara en noviembre de 2007 Eduardo Neal-Silva, profesor emérito de la Universidad de Wisconsin: «Debemos saber a quién perdimos. Hugo Rodríguez Alcalá es otra estrella que se apaga en el ya oscuro cielo paraguayo».

beagbosio@gmail.com

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