Borges dio a conocer su Historia universal de la infamia y varios cuentos en el diario Crítica. Publicaron libros y colaboraron en diarios, se pelearon, se ningunearon y se reconocieron, se sentaron en los cafés y debatieron en tertulias, entre otros, Borges y Bioy, los dos Leopoldos (Lugones y Marechal), Ricardo Rojas, Macedonio Fernández, Xul Solar, Witold Gombrowicz... Humoristas como Arturo Cancela, Enrique Loncán, Enrique Méndez Calzada llevaron sus escritos al gran público mediante periódicos y revistas de gran tirada, como La Nación o Caras y Caretas, y expusieron así entre risas sus críticas feroces a las instituciones de sus días.
El grupo de Florida llevó la cultura local a la universal, y viceversa, y el grupo de Boedo, el realismo social a las páginas de la revista Proa, o viceversa. Roberto Arlt publicó sus Aguafuertes porteñas en el diario El Mundo; Barletta desplegó el Teatro del Pueblo, se desarrollaron el cine, la radio, la comedia, el sainete, el fútbol y los estadios, el boxeo y los clubes de barrio.
Emilio Petorutti pintó telas futuristas y cubistas; Berni pintó su sociedad y su tiempo. Las mujeres salieron a trabajar de mecanógrafas, secretarias, telefonistas, manicuristas, peluqueras, y Petrona C. de Gandulfo publicó su archifamoso vademécum doméstico.
Llegaron las películas sonoras y cientos de cines aparecieron. La década abierta con la Gran Depresión (nombre de hito que se piensa único, como la Gran Guerra, pecando, ¡ay!, de exceso de optimismo) y cruzada por la Guerra Civil española se cierra con la Segunda Guerra Mundial cuando ya se han suicidado Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Lisandro de la Torre, Florencio Parravicini, Víctor Juan Guillot, Enrique Loncán y el escritor, humorista y periodista Enrique Méndez Calzada, a quien algunos atribuyen (y otros, a Ernesto Palacio) la legendaria división arriba mentada de la intelectualidad argentina de aquel entonces entre dos grupos asociados a las calles, vueltas sendos emblemas de estilos literarios y posturas vitales, de Flores y Boedo, y con cuyo apoyo vio publicado Roberto Arlt (miembro, sin embargo, de aquel grupo que Méndez Calzada llamó en broma Boedowskaia), en 1926, El juguete rabioso.
Enrique Méndez Calzada (General Belgrano, Buenos Aires, Argentina, 1898-Barcelona, 1940) dirigió el suplemento literario del diario La Nación entre 1928 y 1931 y publicó, entre otros libros, Las tentaciones de don Antonio (1927), que incluye «El archivero enloquecido», cuento sobre un personaje que, luego de pasar treinta años en un archivo «picoteando diarios, trilucidando revistas, desollando libros, llenando sobres y carpetas, haciendo fichas que eran un prodigio de minuciosidad», da signos de trastorno. «Un psicopatólogo medianamente perspicaz», diagnostica el narrador, «hubiera descubierto de inmediato que se trataba de un caso común de manía encasillante o encasillomanía». Dice el archivero:
«Los hechos, señor mío, no existen: existen las fichas que los registran en un archivo... Por eso afirmo que los hechos históricos no tienen ni han tenido existencia real sino en la medida en que yo, archivero, consiento en que la hayan tenido o la tengan. Sepa usted, señor mío, que si ha existido la guerra europea, de la que resultaron alrededor de doce millones de víctimas, entre muertos y heridos, es porque a mí me da la gana».
Dominado ya por el «delirio sistematizante», reduce el archivero todas las ciencias y las creaciones del intelecto humano a meras formas del magno arte del archivo, y explica que aquellos que tiene el vulgo por grandes genios no son en realidad más que simples archiveros como él. Por último, afirma:
«Ahora bien: como quiera que no hay en el mundo un archivero más perfecto que yo, como no hay quien haya archivado más, es evidente de toda evidencia que yo soy el hombre más importante del mundo...».
La obra de Méndez Calzada es muy diversa: poemas, «prosemas», ensayos, parábolas, cuentos satíricos, costumbristas, y como periodista también dejó un rico legado. Cansado de reír, este humorista, a los cuarenta y pocos tacos, se quitó la vida con barbitúricos en un hotel de Barcelona el 26 de julio de 1940.
Bibliografía:
Enrique Méndez Calzada, Las tentaciones de don Antonio, Buenos Aires, Biblioteca Nacional-Colihue, Colección Los Raros, 2006, 208 pp.