(lupa), mundo aparte

La publicación de (lupa) de la joven autora paraguaya Lía Colombino (1974) hace cinco años atrás brinda al lector un mundo extraño, sorprendente, desconcertante, a veces inasible. ¿Quién es esa voz femenina que deambula por su casa y por su cabeza?

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(lupa), un libro peculiar en el que confluyen géneros distintos, influenciados por la práctica de la escritura de Colombino, quien viene publicando poesía desde el 2000 en las Ediciones de la Ura. Valga esta reflexión como invitación a la lectura.

UNA CARTOGRAFÍA DE LA ESCRITURA

Varias preguntas pueden asediar al lector que lea (lupa) de Lía Colombino. ¿Es poesía, es novela? ¿Se trata de una (auto)biografía o de un retrato?

El texto en prosa es trabajado como si fuera poesía. Al hojear el libro, las distintas configuraciones de los fragmentos ofrecen una imagen de miles de pompas que circulan por el aire. El fragmento puede ser pequeñísimo, arrinconado en la página, como el n. 6, puede ser clásicamente céntrico, como el n. 3, o reducido a una fina columna, como el primero. La ubicación del texto en la página está siempre íntimamente relacionada con lo que se expresa. El vigésimo fragmento concluye así: «Ella querría dor-/mir todo lo que/le den los/ojos». El sueño se apodera de ella, y se reduce poco a poco el espacio de la palabra, como bosquejando el lento cerrar de un párpado.

Pero yendo más allá, el fragmento también se configura como una imagen, y los distintos tamaños de letra van dibujando movimientos, como si las palabras fueran trazadas con pincel. Acaso no se puede ver en la palabra hoja del fragmento n. 17, tres veces mencionada, el trazo de su lenta caída. Caer, el verbo que abre el fragmento.

Cuadros y pinceladas, esta es la imagen que se desprende del texto al hojear el libro. Porque (lupa) es también una suerte de paleta de la autora. Verde, blanco y azul: tres colores que van habitando, pintando el texto a lo largo de los fragmentos. Son pinceladas que da la voz narrativa como queriendo dejar un trazo, una huella de su presencia en el texto.

Palabras, fragmentos y cuadros, el texto (lupa) es un entretejer de líneas del mapa de un yo que se va descubriendo, intentando conocerse a lo largo de las oraciones escritas.

YO Y ELLA

«Yo es Otro» anunció Rimbaud. En (lupa) de Colombino, «Yo es Ella». Este texto a medio camino entre poesía y prosa es una penetración en el fuero interno de «Ella», la voz narrativa. Así, se da lugar a un desfase constante entre lo que vamos conociendo del personaje principal, sus más profundas reflexiones, sus mayores temores, y el tratamiento de la voz. Todos los fragmentos están en tercera persona del singular, aunque se den a conocer los pensamientos. Este desfase entre escritura y temática, es como una distorsión; esa misma distorsión visual que tenemos al observar algo con una lupa. La (lupa) termina trastornando las sensaciones visuales, sensación que deja la lectura de este libro. Una rara impresión de conocer hondamente al personaje que, a pesar de todo, siempre queda distante con respecto al lector, pero también consigo misma. Porque Yo es Ella, Yo es Otra, dicha distancia es una suerte de no conocerse. Se entiende bien lo que se pregunta la protagonista: «¿Cómo es posible sentir extrañas las manos, si se/ ha vivido toda la vida con ellas?» No se conoce porque es incapaz de nombrarse.

DESNOMBRARSE

En ese mismo fragmento Ella se hace preguntas en cuanto a su nombre. A lo largo de las páginas, ese espacio de la palabra, el espacio del cuerpo, el lector nunca tiene una imagen entera de la protagonista. Su cuerpo aparece fragmentado en las frases, en las páginas: boca, ojos, pies, manos, son los elementos sueltos que van trazando los contornos del cuerpo, de un cuerpo posible así como los fragmentos son las pinceladas de un relato posible.

Y si Ella aparece sin un cuerpo entero, nada extraño que no sea nombrada. Queda Ella hasta el final, como si el anonimato fuera una identidad propia. Antagonismo puro.

La ausencia de nombre es falta de conocimiento, y precisamente nombre y conocer encuentran su origen en la misma palabra latina nomen. Si ella no puede escribir el/su nombre, entonces no se puede conocer a sí misma. Todo (lupa) se configura como un paulatino conocerse a sí mismo, o más precisamente un paulatino descubrimiento de lo que uno es, por partes, de forma fragmentada.

En esa misma línea, el fragmento n. 12 declina toda una serie de palabras o neologismos en torno al prefijo des:

Descubrirme y desatar/descargarte

rodar des y desmaniatarse como desalojando

desdientes

Despalmitarse y descalumniarme

descolumpiarme y redesmirarme

para robarte ese desojo descalzo

de desfallecidos lugares desencontradísimos ya

No descantes no deslumbres

descartá despertá desenraizate desdedesdate

desenroscame, deslenguame/Reptame el cuerpo

LA ESCRITURA 0.0

Lupa: un círculo. (lupa): un círculo entre paréntesis. La imagen circular se declina a lo largo del libro con variaciones múltiples. Son los pies de la protagonista que juegan con el agua en la escena princeps, el revolver una cuchara en el té, los charcos, las gotas de lluvia o las de la ducha, el número 0 del fragmento último. El final es el principio, el final como renacer, a la manera del círculo, forma perfecta por antonomasia. El agua, un círculo, la circularidad del libro, todos los elementos conducen a un mismo punto: la vida. Forma del vientre materno, el círculo es la forma que toma el agua al zambullirse Ella en el agua de la pileta en el primer fragmento. Qué es esa inmersión en el agua sino un bautismo, el de Ella como personaje, y el de Lía Colombino como autora.

En (lupa), la pluma de Lía Colombino está entre dos aguas estilísticas que nunca terminan de definirse del todo. A medio camino entre verso y prosa, el lector camina a tientas junto con la propia protagonista que se va buscando sin por ello llegar a un lugar definido, pero con la voluntad de seguir hurgando en ese mundo colombino.

Doctora en literatura latinoamericana

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