Recordando a Edda de los Ríos, actriz de raza, hija y nieta de actores

Edda de los Ríos tenía «fe: la primera de las virtudes teologales, y fervor: la primera de las virtudes de un artista». (Armando Almada-Roche)

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A decir verdad, el público argentino no sabía quién era Edda de los Ríos en 1982, cuando vino a representar Queridas monstruos, de Pepa Kostianovsky, en el Theatron de Buenos Aires, salvo la colonia paraguaya radicada aquí. Quisimos ayudar a que la conocieran haciéndole una entrevista para el diario La Prensa. Era hija y nieta de actores. Su vocación se remontaba a la compañía Karr-Prandi, pseudónimo adoptado por sus padres, tíos y abuelos. Este elenco familiar había tenido exitosas temporadas en el Teatro Avenida de la capital porteña allá por la década del 20 o del 30. Y Edda de los Ríos era la única descendiente de aquella larga, prestigiosa y gran familia de actores. Le gustaba el ser humano y, casi sin darse cuenta, lo observaba. Por aquel entonces hacía más de veinte años que componía personajes gracias a su rica y sólida formación teatral e intelectual. Todavía recordamos su actuación en Sarah Bernhardt en 1968. Decía de esa obra Jesús Ruiz Nestosa: «Cuando el nombre de Edda de los Ríos pase a la historia del teatro paraguayo –aunque, en realidad, ya figura en ella– deberá estar ineludiblemente ligada al papel que interpreta en la obra Sarah Bernhardt, de John Murrell, que se acaba de estrenar en La Farándula bajo la dirección del uruguayo Mario Morgan». Y José Luis-Appleyard señalaba: «En síntesis, una Sarah Bernhardt que pone a Edda de los Ríos en uno de los momentos más altos de su labor escénica y que permite al espectador sentirse consustanciado con la expresión de un buen teatro, de un teatro de calidad en todos sus aspectos, de un teatro que merece el nutrido aplauso que recibió en la noche del estreno». Tampoco debemos olvidar el excelente trabajo de José Luis Ardissone en su papel de Georges Pitou.

LA COMPAÑÍA HÉCTOR DE LOS RÍOS

Se inició en las tablas en la famosa Compañía Héctor de los Ríos, capitaneada por su padre y que marcó rumbos culturales de alto nivel en el Paraguay. Luego de trabajar largos años y estudiar con ahínco, marchó a España a perfeccionarse. Allá trabajó al lado de prestigiosas figuras de la escena y la televisión españolas por tres años. A su regreso siguió en la Compañía Héctor de los Ríos y dirigió el Taller de Educación Artística para niños y adolescentes, fue directora artística del grupo La Farándula y presidió la Asociación Internacional de Teatro para Infancia y Juventudes. En 1968 la vimos en el papel de Ana Frank ofreciendo uno de los mejores espectáculos teatrales de la temporada. En su visita a Buenos Aires le preguntamos por qué después de Sarah Bernhardt, El diario de Ana Frank y otros éxitos, eligió Queridas monstruos; respondió: «Casi puedo decir que yo no elegí Queridas monstruos, sino que “los monstruos” me eligieron a mí. Es una serie de cuentos que fue adaptada al teatro. Si bien es cierto que la autora no es una profesional del texto dramático, sus historias poseen carnadura y funcionan bien en escena». Quisimos saber si le gustaban los unipersonales. «Nunca fui muy amiga de los monólogos. Me gusta mucho, sí, ver a las grandes actrices de Buenos Aires, Montevideo o Madrid haciendo esta clase de obras. Tengo experiencia de sobra puesto que he hecho El bello durmiente, de Cocteau».

«MONSTRUOSIDAD HERMOSA»

–Más que unipersonal, es múltiple personal. Me siento muy ocupada haciendo estos «monstruos». Se llama Queridas monstruos por ese lado monstruoso que tiene la mujer. Nada que ver con la fealdad o el terror, sino con esa «monstruosidad hermosa» con la que fue tocada la mujer. Son personajes muy de todos los días. La vida llevada a la escena.

–¿Se halla feliz de representar a su país con esta obra?

–Me siento orgullosa de presentar en Buenos Aires unos textos paraguayos que no son localistas –dijo Edda–. Estos personajes que interpreto pueden vivir en Hong Kong o en cualquier lugar del planeta… Yo diría más bien que esta obra no tiene nacionalidad. La nacionalidad está, si se quiere, en la compañía que la trae. Tanto es así que el director de la obra es el talentoso periodista, actor y director teatral Antonio Carmona, español de nacimiento pero paraguayo por amor. La ambientación y la asistencia de dirección están a cargo de Jorge Brítez, y la coordinación general la ejerce Luis Alberto Frutos.

–¿Usted cree que el teatro actual en el Paraguay ha cobrado nuevos bríos?

Edda de los Ríos pensó un momento antes de decir:

–Pienso que el teatro paraguayo tendría que conocerse más y mejor. Es muy poco lo que los argentinos conocen de nuestras artes. En cambio, nosotros estamos al tanto de las cosas que aquí suceden. Si bien no puedo decir que nuestro movimiento teatral es extraordinario, creo que el teatro paraguayo, a pesar de todo, elevó mucho su nivel. Existen varios grupos que trabajan concienzudamente y con éxito… Mi sueño dorado es que el próximo paso que demos sea que elencos de paraguayos vengan a trabajar acá para mostrar lo que sabemos hacer.

«RAZONES ECONÓMICAS»

–¿Por qué no vienen compañías paraguayas a Buenos Aires?

–Bueno –dijo, sin irritarse por la pregunta–, fundamentalmente por razones económicas. Y también, nobleza obliga a decirlo, porque aquí no hay interés por saber qué pasa en el Paraguay en materia cultural.

Hubo un momento de silencio. Hasta que el cronista, todavía con el bolígrafo y el anotador en la mano, y mirando a la actriz, le preguntó:

–¿Cuál es la finalidad de su grupo, La Farándula?

–El grupo al cual pertenezco propone, y trabaja para lograrlo, un intercambio cultural entre los países de América Latina. Hemos llevado elencos de Argentina, Brasil, Uruguay. Han venido a trabajar con nosotros actores y directores de otras naciones. Porque entendemos que el mutuo conocimiento de nuestros trabajos y aspiraciones hará que estemos más hermanados.

–¿Cree usted que haciendo teatro se va a conocer mejor al Paraguay?

–Deseo con toda el alma que a mi tierra no se la conozca solo por un partido de tenis, un encuentro futbolístico o por la música «Recuerdos de Ypacaraí», sino también por otras cosas. Por ejemplo, en este momento hay en Asunción un movimiento editorial increíble; se hace cine, pintura, cerámica y escultura. El Paraguay, repito, no es solamente el «Pájaro campana» ni una «tierra de naranjas y mandiocales»: es una nación que avanza económica y culturalmente en el corazón de Hispanoamérica y que tiene muchas cosas para dar a sus hermanos latinoamericanos.

Edda de los Ríos desde hace más de dos décadas se reveló en la plena posesión de sus medios actorales y llevó a alturas insuperables Las brujas de Salem, de Miller; Recordando con ira, de Osborne; Así es la vida, de Malafati y las Llanderas; Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams; La cantante calva, de Ionesco. Edda de los Ríos también decía poesía, recreaba poesía. A través de su voz –y perdónesenos el símil–, la poesía adquiría esa calidad de harina triple cero cuya pureza no acepta ninguna clase de ingredientes ni combinaciones. Todo en ella y por medio de ella era hondura y pasión.

Era una mujer cuya fluencia espiritual se traducía en comprensión y generosidad. Edda no era exuberante. Hablaba con serenidad no exenta de fuego interior y sus manos subrayaban, con elocuencia medida, sus ideas. Un caso extraordinario el suyo. Después de haber atravesado los estadios más abigarrados de la escena paraguaya e internacional, de haber interpretado las heroínas de las más renombradas obras, encaraba ahora Queridas monstruos, suerte de unipersonal. Pero, cabe decirlo, una carrera lograda con estudio y trabajo; tenía conciencia de su actitud, fe: la primera de las virtudes teologales, y fervor: la primera de las virtudes de un artista.

«LA ESPERANZA ES POSIBLE»

Edda de los Ríos, como actriz, despertó en todas sus actuaciones el decidido apoyo del público y el de la crítica. Digna representante de una familia de artistas, mantenía vigente el prestigio heredado. Era totalmente lógico que Queridas monstruos acabara siendo lo que presenciamos: algo para el recuerdo y el asombro, un asomarse a paisajes íntimos. Edda de los Ríos dotó de claridad a sus personajes y supo darles expresión, riqueza de voces distintas. Y es aquí donde de nuevo corresponde recordar a Antonio Carmona, que logró una puesta en escena llena de imaginación y talento.

Antes de despedirnos le hicimos la última pregunta:

–Para usted, ¿qué es la felicidad?

–La felicidad, la verdadera felicidad, consiste en dar siempre. Los tiempos son duros, las empresas mezquinas, el público menos espontáneo. Pero ha de llegar una reacción. Yo la espero. La esperamos todos los que hemos puesto nuestras fuerzas y nuestro corazón en la hermosa aventura. La bella durmiente del bosque deberá despertar en un teatro. Trabajemos con fervor para que el primer espectáculo que vean sus ojos no la decepcione. La esperanza es posible.

armandoralmadaroche@yahoo.com.ar

(Desde Buenos Aires, especial para ABC Color)

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