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El mismo documento menciona que estas tasas de rotación, que superan los niveles observados en otras economías emergentes, pueden atribuirse principalmente a la prevalencia del sector informal, que abarca más del 40% de la fuerza laboral en muchos países de ALC. El empleo informal, caracterizado por la falta de beneficios y regulaciones laborales adecuadas, presenta una duración considerablemente más breve en comparación con el empleo formal. Esta volatilidad laboral afecta la estabilidad económica y limita las oportunidades de desarrollo profesional para los trabajadores, quienes enfrentan una inestabilidad estructural que frena su capacidad de mejorar sus condiciones de vida.
Sin embargo, la rotación laboral no siempre se interpreta negativamente. En algunos casos, cambiar de empleo de baja a alta productividad puede impulsar los salarios, sobre todo en los primeros años de la vida laboral de un trabajador, y contribuir a la construcción de un perfil profesional más sólido y competitivo. No obstante, el informe del economista.com.mx señala que este escenario es menos común para los jóvenes y con menor nivel educativo, quienes son más propensos a transitar entre empleos sin poder acceder a capacitaciones ni obtener experiencia significativa. Esta rotación frecuente genera efectos adversos en su trayectoria laboral, pues obstaculiza la acumulación de capital humano, elemento fundamental para la escala salarial y la mejora de las condiciones laborales.
En términos económicos, la alta rotación en el sector informal también implica una menor inversión en el desarrollo profesional de los empleados, un aspecto que frena la productividad general de las empresas y de las economías. Además, al estar fuera del marco regulado, estos trabajadores carecen de acceso a beneficios sociales básicos, como la seguridad social y la protección de sus derechos laborales, lo cual incrementa su vulnerabilidad y marca un ciclo de precarización.
Como se ha expuesto, el panorama en América Latina plantea complejos desafíos para los formuladores de políticas, quienes deben balancear entre la flexibilización de las normativas para fomentar la formalización del empleo y la protección de los derechos laborales. Ante tal escenario, podrían tener impactos positivos políticas que incentiven el tránsito del empleo informal al formal, promoviendo un mercado laboral más inclusivo y dinámico. Sin embargo, esta transformación estructural implica reformar aspectos fundamentales del mercado laboral y garantizar que las empresas tengan los incentivos necesarios para ofrecer condiciones más estables y seguras a sus trabajadores.
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