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Desde el inicio, el precio de cesión fue fijado en US$ 300/GWh, junto con un factor de ajuste, cuya actualización quedó inexplicablemente congelada en 2009 [Estas discusiones forman parte de la llamada “cláusula de oro”. Ver Canese y Mauro (1985)].
A pesar de que Paraguay solo consumía cerca del 20% de la energía generada, terminó pagando una tarifa artificialmente alta, mientras que el 30% de su energía cedida a Brasil se vendía a un precio extremadamente bajo.
Este esquema permitió a Brasil argumentar que estaba pagando una tarifa justa y que el acuerdo con Paraguay era equitativo. Sin embargo, un análisis detallado revela que esta estructura benefició desproporcionadamente a Brasil y limitó gravemente la autonomía económica y energética de Paraguay.
Una tarifa inflada y un precio de cesión fijado arbitrariamente

Paraguay solo utilizaba el 20% de la energía generada, pero pagaba una tarifa artificialmente alta por esa porción. El 30% de la energía paraguaya cedida a Brasil se vendía a un precio extremadamente bajo, fijado arbitrariamente en US$ 300/GWh en el Tratado de Itaipú, sin aplicar el criterio de valor de mercado.
Además, el mismo Tratado estableció un factor de ajuste del dólar para actualizar dicho valor. Sin embargo, desde 2009, este ajuste dejó de actualizarse sin justificación, que congeló aún más el ya bajo precio de cesión.
Es posible que la alta tarifa aplicada al 20% utilizado haya servido como excusa para no reclamar la actualización de este factor, consolidando así un esquema financiero perjudicial para Paraguay. Además, la tarifa inflada incluía gastos sociales y ambientales, administrados sin transparencia y sin control del Congreso paraguayo.
Si bien Brasil también pagó una tarifa alta por el 50% de energía que le correspondía, esa tarifa alta beneficiaba directamente a Eletrobras, que aseguraba que el dinero retornara a la economía brasileña a través de ganancias financieras.
Este diseño permitió a Brasil justificar su posición, argumentando que también pagaba una tarifa alta. Sin embargo, a diferencia de Paraguay, Brasil recuperaba sus costos a través de retornos financieros y el acceso a energía barata para su desarrollo industrial. La tarifa artificialmente alta permitió justificar el precio de cesión bajo, evitando que Paraguay pudiera exigir un precio justo por la venta de su energía excedente.
Impacto en Paraguay
1) Pérdida de Recursos Financieros
Paraguay nunca recibió el valor real de su energía. De haberse establecido un precio de cesión justo, los ingresos habrían sido significativamente mayores, aunque solo fuera mediante la aplicación de un factor de ajuste actualizado, tal como indica el Tratado.
Además, la ANDE pagaba precios elevados por la energía adquirida, afectando su capacidad de inversión en infraestructura eléctrica y de reducción de tarifas para la población. Mientras tanto, los ingresos fiscales provenientes de Itaipú sirvieron de amortiguador financiero, pero no fueron utilizados estratégicamente para el desarrollo del país.
2) Dependencia Energética
Paraguay no podía vender su energía a otro comprador, hecho que lo dejaba en una posición de negociación muy débil.
La tarifa alta perpetuó una dependencia financiera con Brasil, sin permitir el desarrollo de un mercado energético propio.
En lugar de usar su energía para fomentar la industrialización y modernizar su infraestructura eléctrica, Paraguay quedó atrapado en un esquema de baja utilización y rentabilidad.
Mientras tanto, Brasil aprovechó la energía barata para potenciar su industria y abastecer su mercado interno a costos reducidos.
3) El malgasto de los gastos sociales
Uno de los factores que sostuvieron la tarifa artificialmente alta en Itaipú fue la introducción de los gastos sociales y ambientales en su estructura tarifaria. Aunque estos fondos pudieron constituirse en una herramienta clave para el desarrollo del sector eléctrico paraguayo, fueron administrados sin controles adecuados y utilizados en proyectos discrecionales que poco o nada contribuyeron con el bienestar de la población.
En lugar de modernizar la infraestructura eléctrica del país, reducir costos y diversificar la matriz energética con fuentes más económicas, estos recursos terminaron en manos de las autoridades de turno, beneficiando su patrimonio personal en lugar del desarrollo comunitario.
La corrupción en la gestión de estos fondos no solo privó al Paraguay de mejoras energéticas estratégicas, sino que también consolidó un esquema tarifario injusto, que solo favoreció a Brasil y a quienes manejaban estos recursos de manera opaca.
Algunos podrían argumentar que el impacto de los gastos sociales en la tarifa era mínimo, de US$ 1-2 por kW/mes. Sin embargo, si la tarifa se hubiera reducido gradualmente, hoy estaría alineada con su valor real y no se habría sufrido una caída abrupta de un año a otro.
La falta de una reducción progresiva generó un escenario en el que la tarifa disminuye de manera drástica, pero sin una mejora en el precio de cesión ni en la actualización del factor de ajuste del dólar.
Como resultado, el impacto en las finanzas públicas de Paraguay es considerable, ya que la disminución de ingresos por Itaipú no se compensa con un mejor valor por la energía cedida a Brasil.
¿Fue adecuada la estrategia de tarifa alta-cesión baja para Paraguay?
Definitivamente no. Con la finalización de la deuda de Itaipú en 2023, Paraguay perdió una oportunidad histórica de obtener energía barata y generar ingresos más justos por la cesión de su energía.
El país no acumuló reservas, no desarrolló la infraestructura necesaria ni aprovechó la energía más barata para incentivar industrias antes de este momento clave.
Paraguay quedó atrapado en un modelo de dependencia, sin margen de negociación, lo que debilitó su posición de cara a la revisión del Anexo C del Tratado en 2023.
La reducción brusca de la tarifa, sin una compensación en el precio de cesión, afecta directamente al fisco paraguayo, en un contexto en el que su capacidad de endeudamiento ha alcanzado los límites de prudencia.
La tarifa alta benefició más a Brasil y a Eletrobras que al Paraguay, ya que estos ingresos volvían a la economía brasileña.
Si Paraguay hubiera exigido una reducción progresiva de la tarifa y un precio de cesión más alto, habría logrado mejores beneficios sin cargar con costos adicionales innecesarios. En cambio, se mantuvo un esquema injusto que Brasil supo justificar ante la opinión pública internacional.
La clave ahora es cómo Paraguay utiliza su 50% de energía y renegocia las condiciones con Brasil, buscando un mejor equilibrio entre tarifa y precio de cesión.
Para evitar que se repitan los errores del pasado, el Paraguay debe exigir total transparencia en la gestión de Itaipú y establecer una política energética que garantice su soberanía y el máximo aprovechamiento de sus recursos.
Otro no
El Paraguay no podía vender su energía a otro comprador, hecho que lo dejaba en una posición de negociación sumamente débil.
Atrapado
Paraguay quedó atrapado en un modelo de dependencia, sin margen de negociación, lo que debilitó su posición de cara a la revisión del Anexo C.