Comprar productos desde puntos de venta informales, vender productos sin realizar los procedimientos de inscripción y pago de impuestos correspondientes, tomar “atajos” en los trámites de obtención de permisos para los proyectos y emplear personas sin registrarlas en la seguridad social son manifestaciones de la economía subterránea ya casi folclóricas de la sociedad paraguaya.
Son prácticas de la informalidad muy bien conocidas y que existen a plena luz, pese a que en la jerga se las conozca como “economía en las sombras”. Se ha debatido ampliamente sobre sus causas y se han propuesto varios programas para combatirla, pero la economía subterránea continúa fuerte y vigorosa en la estructura productiva paraguaya.
El informe de la organización PRODesarrollo arrojó una estimación de US$ 15.777 millones para el tamaño de la economía subterránea al cierre de 2024, volumen que representa el 35,1% del PIB y que equivale casi a todo el Presupuesto General de la Nación (PGN). El tamaño de la economía subterránea en Paraguay supera al de varios países de la región, como México, Colombia, Brasil y Argentina; y se redujo en apenas 2,5 puntos porcentuales desde el 2008.

Este estudio se viene realizando desde hace doce años y, en cada lanzamiento, ocupa amplios espacios en la agenda pública. Se ha logrado instalar el tema como preocupación en el ámbito de políticas públicas, inclusive, pero los resultados siguen siendo reducidos.

Para intentar comprender esta situación, un aspecto cultural es quizás el que más está pesando de manera transversal a varios de los casos de la economía informal: la cultura de lo inmediato.
Volviendo a los ejemplos iniciales: cuando compramos un vino o un aceite desde un puesto callejero para el que sabemos que ingresaron de contrabando, no nos detenemos a pensar en el daño a la salud que puede generarnos ingerir un alimento o cocinar con un ingrediente que podría estar vencido, solo nos fijamos en lo que nos vamos a ahorrar en ese momento respecto a cuánto cuesta el mismo producto en un punto de venta formal.
Cuando preferimos continuar vendiendo nuestros productos sin RUC, pensamos en el dinero que no gastamos en trámites y en los impuestos que no estamos pagamos. Sin embargo, al mantener a un negocio en la informalidad, se le está condenando a que no pueda crecer en el futuro.
Algunos de los perjuicios que generan la informalidad a los emprendimientos y pequeños negocios consisten en que no podrán acceder a un crédito formal para expandirse, al no contar con un historial trazable de operaciones con el cual se pueda calcular su capacidad de pago. Por otro lado, se perderán oportunidades comerciales al no poder proveer a empresas de mayor tamaño, ya que estas pedirán la emisión de una factura a cambio de cualquier transacción.
Cuando optamos por “tomar un atajo”, por ejemplo, durante los trámites de obtención de permisos para alguna construcción, pensamos en el tiempo que nos ahorramos para la consecución de las gestiones. Pero ¿qué me garantiza que los planos hayan sido correctamente estudiados y el edificio construido no sea un peligro, más adelante, para quienes vayan a ocuparlo?
En un futuro, en caso de que se deban revisar los documentos, los hallazgos pueden terminar costando mucho más caro que haber preferido llevar los procesos según las reglas. En cuanto al último ejemplo, la defraudación a la seguridad social, hay que recordar que en caso de que los trabajadores presenten problemas de salud que no puedan ser correctamente atendidos, se terminará igualmente pagando los costos del ausentismo laboral y la reincorporación se puede tornar inclusive más dificultosa.

Por otro lado, en un horizonte de más largo plazo, el problema social que significará tener una amplia proporción de la población sin jubilación deberá afrontarse probablemente con más gasto público, cuya financiación terminará saliendo también de los bolsillos de quienes se negaron a aportar en su momento con este fondo previsional.
En el Informe de Economía Subterránea 2024, se deja en claro el impacto social y económico de la informalidad. “En los países donde la economía subterránea es menor, las personas acceden a mejores condiciones de vida, mayores oportunidades educativas, mejor atención en salud y mejores ingresos laborales. Mientras tanto, aquellos países que arrastran elevados niveles de economía subterránea ven estancado su desarrollo, atrapados en círculos de pobreza, desigualdad y fragilidad institucional. La economía subterránea no solo reduce la eficiencia económica, sino que perpetúa la exclusión social, debilita los sistemas de protección y mina la capacidad del Estado para garantizar derechos básicos”, advierte el reporte. Si bien es cierto que se deben mejorar varios aspectos estructurales para que la formalización sea menos costosa y más atractiva, el avance hacia una sociedad más seria, confiable y segura para hacer negocios también pasa por la suma de las decisiones personales que superen el espejismo de aparentes ventajas inmediatas.
Analista de Mentu.