Existen dos formas ampliamente utilizadas para medir la informalidad, de acuerdo con el Banco Mundial (BM). La definición productiva identifica a los trabajadores no remunerados en empresas familiares, a los trabajadores por cuenta propia no calificados y a los asalariados que se desempeñan en unidades productivas pequeñas. Bajo este enfoque, la región mostró mejoras en los últimos años, con una reducción progresiva de la proporción de ocupados en estas categorías. Este descenso refleja un mayor dinamismo del empleo asalariado y una transición gradual hacia estructuras productivas más diversificadas.
Sin embargo, el panorama cambia cuando se utiliza la definición de protección social, que mide a los asalariados que no acceden a beneficios como jubilación o seguro de salud proporcionados por el empleador. A diferencia de la tendencia observada en la medición productiva, este indicador aumentó, revelando que muchos de los nuevos empleos generados carecen de cobertura formal. En otras palabras, el crecimiento del empleo no ha ido acompañado de una expansión equivalente en la seguridad social, dejando a un número creciente de trabajadores asalariados fuera del sistema de protección.
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La coexistencia de estas dos tendencias refleja la complejidad del mercado laboral regional. Mientras la estructura productiva avanza hacia una mayor formalización, la calidad del empleo no siempre acompaña ese proceso. Esto plantea un desafío central para los países de la región: promover no solo más empleo, sino trabajo con acceso efectivo a derechos laborales, un elemento clave para reducir vulnerabilidades y fortalecer el bienestar de los trabajadores.
Situación laboral en la región

Los datos del Banco Mundial muestran un mosaico heterogéneo en la región, donde conviven mercados laborales más consolidados con otros altamente vulnerables. En este contexto, Paraguay se posiciona entre los países con mayor proporción de trabajadores asalariados sin acceso a beneficios de protección social, un indicador clave para evaluar la calidad del empleo.
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Conforme con las estadísticas más recientes del Banco Mundial, 58,8% de los asalariados paraguayos no cuentan con cobertura de pensión ni seguro de salud proporcionado por el empleador. Este nivel coloca al país muy por encima de economías como Brasil (23%), Chile (15,4%) y Uruguay (10,6%), que presentan los menores niveles de informalidad en la región. Estas naciones han logrado consolidar mercados laborales más estructurados, con marcos regulatorios y sistemas de seguridad social más robustos.
La comparación también evidencia que Paraguay se acerca más a países donde la informalidad constituye un fenómeno estructural de larga data. Guatemala encabeza la lista con 69,6%, seguida por El Salvador con 53,1%, Ecuador con 48,6% y Bolivia con 47,1%. En todos estos casos, la informalidad refleja estructuras productivas con predominio del autoempleo, baja productividad y limitadas capacidades de fiscalización laboral.
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México (42,1%) y Perú (42,3%) se encuentran en un punto intermedio: si bien presentan un nivel de informalidad elevado, se ubican considerablemente por debajo del caso paraguayo. Esto indica que, pese a los desafíos, estos países han ampliado parcialmente la cobertura entre los asalariados.
Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el mercado laboral no agropecuario en Paraguay confirman que la informalidad sigue siendo una característica estructural del empleo. De acuerdo con el concepto oficial, se considera informal a todo trabajador asalariado que no cotiza al sistema de jubilación y pensión, así como a los independientes no registrados en el RUC. Bajo esta definición, los datos de 2024 y 2025 muestran que más de la mitad de los ocupados no agropecuarios permanece fuera del sistema formal.
En 2024, el número total de ocupados no agropecuarios pasó de 2.623.127 en el tercer trimestre a 2.767.170 en el cuarto trimestre. Sin embargo, este aumento no implicó una mejora sustantiva en la calidad del empleo. Los ocupados informales se mantuvieron como la mayoría: 1.601.701 en el tercer trimestre (61,1%) y 1.680.843 en el cuarto trimestre (60,7%). En 2025, la tendencia persiste. El primer trimestre registró 2.675.288 ocupados no agropecuarios, con 1.625.965 informales (60,8%). Para el segundo trimestre, la informalidad alcanzó 1.679.009 personas (61,8%), y en el tercer trimestre totalizó 1.610.466, equivalente al 58,2% del empleo. Si bien esta reducción porcentual es relevante, continúa indicando que más de la mitad del empleo urbano depende de ocupaciones sin protección social.
El análisis conjunto de ambos años revela una estructura laboral donde el empleo informal no solo predomina, sino que también muestra una resistencia a disminuir, incluso en contextos de mayor creación de empleo, persistencia que limita la capacidad del país para ampliar la base contributiva, fortalecer el sistema previsional y mejorar la productividad. Además, restringe el acceso de los trabajadores a derechos básicos, lo que refuerza las brechas de bienestar.
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La situación de Paraguay adquiere relevancia adicional considerando su estructura productiva y la composición de su mercado laboral. La alta proporción de informales entre los asalariados sugiere que incluso dentro del empleo dependiente persisten brechas significativas. Esto no solo afecta a los trabajadores, sino también a la sostenibilidad del sistema previsional, la recaudación fiscal y la capacidad del Estado para financiar políticas públicas.
A modo de remarcar, mientras países como Uruguay, Chile o Costa Rica avanzan hacia esquemas laborales más integrados, Paraguay continúa enfrentando un desafío profundo: transformar el crecimiento económico en empleo formal y protegido. Por tanto, reducir la informalidad requiere mejoras en la fiscalización, incentivos a la formalización y un fortalecimiento de los sistemas de protección social. De hecho, en un entorno regional tan dispar, el país debe acelerar este proceso para evitar que la informalidad siga limitando su competitividad y su potencial de desarrollo.
Calidad del empleo
Mientras la estructura productiva avanza hacia una mayor formalización, la calidad del empleo no siempre acompaña ese proceso.
Informalidad de larga data
Nuestro país se acerca más a naciones donde la informalidad constituye un fenómeno estructural de larga data como Guatemala y El Salvador.

