Los legionarios y claudicantes del sector

Este diario publicó en su editorial del día 24 de este mes una excelente ponencia sobre el entreguismo y la claudicación en Yacyretá. Es la más pura realidad sobre esta binacional. La verdad es que en esta hidroeléctrica siempre hubo dos equipos; el argentinista, que vendía a cualquier gobierno de turno, inclusive al de Lugo, el concepto “pragmático” de poner la suciedad bajo la alfombra, de seguir recibiendo las migajas de las obras auxiliares, no enojarle a los argentinos y forrarse en los negociados.

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La Comisión de Entes Binacionales Hidroeléctricos, CEBH, órgano auxiliar de la Cancillería paraguaya del gobierno Lugo, nunca ha tenido acceso a Yacyretá. Fue algo doloroso para nosotros, miembros de la misma, puesto que veíamos impotentes como los argentinos nos avasallaban.

En Itaipú también existen dos equipos: los Ingenieros de 60 Hertz, los brasileristas; y los de 50 Hertz, los nacionalistas.

Todo director y consejero de 50 Hertz que asume, misteriosamente y en breve tiempo, acaba convirtiéndose a 60 Hertz.

Creemos que sucumben ante la vieja política de “los patacones” de Irineu Evangelista de Sousa, vizconde de Mauá, hombre de negocios, político y banquero del Imperio del Brasil, principal sostén financiero de la política exterior del Emperador Pedro II y diputado nacional en el siglo XVIII.

Protocolo secreto contra Paraguay. Nada nuevo bajo el sol

Este adelantado emprendió negocios en los sectores de ferrocarriles, navegación, metalúrgica, introducción del gas y electricidad en todos los países limítrofes.

Se imponía o seducía con los billetes y monedas de oro del imperio; regalías y beneficios que repartían a los caudillos provincianos y presidentes pusilánimes de la colonia.

Estas prebendas hoy se podrían traducir como los “gastos sociales” de Itaipú o la compensación por la “cesión” de energía a precio de costo; o algo más barato, los millonarios beneficios de los “embajadores” de Itamaraty, disfrazados de consejeros y directores paraguayos.

El vizconde de Mauá, paralelamente a sus actividades industriales, fundó el Banco Mauá, elmás importante de Sudamérica en la época. Fue el brazo largo del Brasil, antes de la Guerra de la Triple Alianza.

Este protocolo, firmado ocho años antes del tratado secreto de la guerra contra el Paraguay que, pudorosamente se oculta en la historiografía académica, desapareció de todos los documentos oficiales de la Confederación argentina, después de Pavón.

Desafortunadamente para ellos, Rufino de Elizalde, ministro de Relaciones Exteriores en 1865, hizo copiar “el original que me muestra el señor Paranhos” archivándolo en el ministerio, donde hoy se lo encuentra en el legajo “Guerra de la Triple Alianza con el Paraguay, año 1865”, caja 1, folios 3/12. De allí lo tomaron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, “el bueno”, publicándolo en: Felipe Varela contra el imperio británico, páginas 268/274. (Daniel Alberto Chiarenza).

La culpa es nuestra y no de argentinos y brasileños

El entreguismo paraguayo, especialmente en el sector energético, solo acabará cuando se conforme un equipo de “intocables”, hombres sabios y prudentes, célibes políticos o casados con el Estado. Estos deben manejar nuestras negociaciones acompañados de técnicos que prefieran permanecer en la historia y no en alguna cuenta de Isla Caimán. Los “consultores” oficialistas, mercenarios de la pluma que responden a los legionarios de todos los partidos, siempre han sido un estorbo para los intereses nacionales.

Venden la imagen de idoneidad, de pragmatismo y de “iluminación” superior, pero lo único que tienen es ilusión óptica. Son especialistas en hacer lobby ante políticos corruptos, que los nombran en algún cargo o les consiguen una contratación a cambio de mostrarles el camino de la recaudación y el enriquecimiento ilícito.

Son maestros del copy-paste; alpinistas energéticos que tienen siete vidas y la cara dura como el basalto.

Hace unos años me invitaron en el Colegio de Abogados de Capital Federal, Buenos Aires, para presentar la posición nacionalista de Yacyretá. Todavía no sé por qué me llevaron. Hay técnicos más capacitados y diplomáticos de carrera que pudieron representar al país. Ya en el evento y dejando de lado mi exposición técnica, miré a la concurrencia y, especialmente, a los ojos de la diputada federal argentina María Aracelli Carmona, sentada a mi lado y le dije: “El Paraguay hizo la alternancia política luego de 60 años, nos desprendimos de una larga dictadura y varias décadas de corrupción; ustedes los argentinos han declarado a Yacyretá como monumento a la corrupción ..., así es que permitan erguirnos como nación y recuperar nuestra dignidad. Díganle a la presidenta que todavía existen patriotas en el Paraguay”. Jamás olvidaré los ojos de aquella señora. Parecía que todas las batallas de la Guerra Grande retumbaron en su corazón y su mente. Se quedó muda.

Después del análisis y recomendaciones de Jeffrey Sachs, de tantos años de luchas, de ponencias de columnistas destacados, de juristas, maestros de las relaciones internacionales, estrategas, de ejemplos de dignidad como Bolivia con su gas y Panamá con su canal; además, de las oraciones de los justos, solo nos resta esperar que la madre patria no sucumba ante los cazadores-recolectores de la política.

Es lo que hoy apelo al señor Presidente de la República, a los señores congresistas, a los consejeros y directores de ambas entidades binacionales y a los columnistas que aportan a estas páginas: ¡Recuperemos nuestra dignidad nacional! Solo así vuestros nombres quedarán en el bronce y no en un memorial de la vergüenza que, más temprano que tarde, será construido en el medio de alguna plaza. El pueblo olvida por un tiempo, pero la historia ¡jamás!

(*) Vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales del Paraguay, SILP

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