El aporte del apólogo y de la fábula como herramienta narrativa útil para acuñar enseñanzas morales

No solo debe ser válido el uso de este género con fines didácticos, sino también para la lectura solaz de jóvenes que necesitan reforzar su sentido crítico.

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Un apólogo es una narración cuyo propósito es instruir sobre algún principio ético o moral o de comportamiento, por lo general situado al final o al principio, denominado moraleja. Si en el texto se pierden de vista las personas en sus acciones individuales y sociales, desaparece el sentido del apólogo.

Durante mucho tiempo ha existido la confusión de señalar que apólogo y fábula son lo mismo, debido a que ambas formas literarias tienen similitudes que las hermanan; sin embargo, cada una posee rasgos característicos que las distinguen.

Las fábulas ayudan a fomentar actitudes y comportamientos en niños, adolescentes y adultos aprovechando las técnicas y recursos que la convierten en un medio pedagógico de primera calidad. Es el producto de un proceso cultural de masas, en cuanto permite un crecimiento de la identidad social y tiene una significación concientizadora.

La fábula es un género que privilegia la crítica social. A la fábula, nada de lo que es humano le es ajeno. Su centro o eje temático es la conducta humana. Todos los personajes en su variedad infinita son en realidad uno solo: el ser humano, su grandeza y su miseria.

Las fábulas son historias cortas ficticias, ya sea en prosa o en verso, que con frecuencia utiliza como actores a animales u objetos otorgándoles rasgos humanos tales como el hablar o el vestir. Estas historias son relatos populares y recogen generalmente experiencias de la vida cotidiana que arrojan una enseñanza moral, parte primordial de estos cuentos.

Todos los caracteres humanos están presentes en fiel retrato o en ridícula caricatura: el poderoso, el débil, el rico, el dirigente, el marginado, el explorador, el egoísta, el dadivoso, el usurpador, el victimario, la víctima, el usurero, el despreciable, el indiferente, el comprometido, el magnánimo, el mísero… Tanto la fábula como el apólogo son una galería infinita de la tipología humana que exhibe a las personas, nos exhibe, con crueldad o simpatía, con una mueca cómplice o con un gesto de censura.

¿Cómo diferenciar lo que es bueno de lo que es malo?

Cuando se vive en su mundo de fantasía, dentro de los propios juegos, es ilógico tratar de llegar con razonamientos complicados, es por eso que la misma imaginación se ha utilizado como herramienta recurrente para la formación y educación en valores, teniendo a las fábulas y a los apólogos como excelente medio de enseñanza.

Las fábulas y los apólogos están al servicio de la enseñanza por su corta extensión. Algunos autores reconocidos de fábulas son Esopo, Fedro, Jean Lafontaine, Tomás de Iriarte o Félix María Samaniego.

Algunas fábulas y sus moralejas

. Mercurio y el leñador enseña el valor de la honestidad. Este es un leñador que pierde su hacha en el río. Mercurio, su Dios, lo ve entristecido y al darse cuenta de que es por su hacha perdida, saca un hacha de oro y una de plata y en cada ocasión le pregunta si eran suyas. El leñador lo niega y por su honestidad lo recompensa con su hacha perdida además de las otras dos. Un compañero al escuchar la historia decide hacer lo mismo y cuando Mercurio saca el hacha de oro, el hombre apresurado afirma que es la suya, cuando Mercurio se percata de lo deshonesto que es, decide castigarlo y no le devuelve su hacha perdida ni le obsequia ninguna otra.

. La liebre y la tortuga enseña que la prudencia y la constancia ganan siempre cualquier carrera. Una liebre se burlaba siempre de la tortuga, entonces esta reta a la liebre a una carrera en la cual el zorro crea una ruta y es el juez. Al iniciar la carrera la liebre se aleja velozmente creyendo que, incluso, puede descansar. Sin embargo, se queda dormida y cuando despierta ve que la tortuga, que seguía sin pausa la carrera, llega primero a la meta.

. Las ranas y el pozo enseña que la reflexión orienta mejor en la toma de decisiones. Dos ranas quedaron sin casa pues el pantano donde vivían se secó, así que buscaron otras opciones y encontraron un pozo hondo con agua fresca, una de las ranas sugirió vivir ahí, pero la otra que era más sabia le hizo ver que si entraban en el pozo y este se secaba como el pantano no podrían salir de ahí.

. El cangrejo y su mamá enseña a valorar el ejemplo como base para toda buena enseñanza. La mamá cangrejo reclama a su hijo el porqué camina de lado, el hijo le pide que le enseñe cómo ha de caminar. La madre trata de caminar derecha pero no puede; se percata entonces lo tonto que es tratar de regañar a su hijo por aquello que ni ella logra poner en práctica.

. El niño y el lobo enseña a valorar la verdad por sobre la mentira. Un niño cuidaba a su rebaño de ovejas y se divertía engañando a los vecinos de la villa gritando que se acercaba el lobo. Cuando realmente se acercó el lobo, el niño gritó fuertemente pero nadie acudió en su ayuda y el lobo se comió a cada una de las ovejas.

. El cantante sin talento nos enseña que no debemos ser jueces de nosotros mismos, pues nuestra parcialidad nos llevará a mal razonamiento. Un cantante sin talento esforzaba su voz desde la mañana a la noche en una casa con las paredes juntas que presentaban muy buen eco y ampliaban la voz. Esto lo llevó a pensar que gozaba del privilegio de una voz magnífica, y tanto se vanaglorió, que decidió presentarse a un teatro, pero su actuación fue tan mala que lo precipitó a un estrepitoso fracaso.

. El pequeño pez pescado enseña que más vale una moneda en la mano, que un tesoro sumergido en el fondo del mar. Este era un pescador que, después de lanzar su caña, solo consiguió un pequeño pez. El pececillo suplicó al pescador que lo devolviera al agua dada su pequeñez, con la posibilidad de que podría pescarlo nuevamente cuando fuera mayor y con el tamaño ya bien provechoso. Luego de pensarlo, el pescador le contestó que él sería bien torpe si dejaba escapar la presa presente con la promesa de una captura futura por más grande que ella resultase.

. El leñador y el zorro nos enseña que debemos mostrar con nuestros actos lo que pregonamos con las palabras. Este es un zorro al que perseguían unos cazadores. En eso llega al sitio un leñador y el lobo le suplica que lo esconda en su cabaña. Cuando llegan los cazadores, le preguntan al leñador si había visto por ahí al lobo, a lo cual el leñador contesta que no lo vio, pero con la mano indica que se encontraba escondido dentro de la cabaña. Los cazadores no comprenden las señas y se marchan. El zorro, sale sigiloso de la choza y se retira, entonces el leñador le increpa que es un desagradecido, pues le había salvado la vida y este no le da las gracias. A lo que el zorro le responde que le hubiera agradecido si sus manos y su boca hubieran dicho lo mismo.

Actividades

1. Ámbito lingüístico

. Recreamos cada fábula conservando la idea central.

. Cambiamos o intercambiamos los personajes de las fábulas escuchadas.

. Analizamos cada argumento desde la perspectiva permitida de la historia, la geografía, las ciencias naturales, otras.

. Contamos experiencias relacionadas con cada contenido.

2. Ámbito estético

. Dibujamos en forma grupal a los protagonistas de las fábulas escuchadas. Luego ubicamos las gráficas en la cartelera preparada en el grado.

. Buscamos melodías que pudieran acompañar la lectura oral de cada historia.

3. Ámbito de los valores

. Aplicamos lo que se analiza en cada fábula con el referente pertinente (político, familiar, religioso, otros).

. Elaboramos un cuadro comparativo de los aspectos positivos y negativos que rodean a cada historia.

. Brindamos ejemplos actualizados de los argumentos expuestos en cada historia escuchada.

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