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«De una, mancebía de la Moderna Atenas, que cual voluptuosa sultana vive reclinada en su lecho de placeres perfumados, la mano de un hijo soberbio de las selvas Paraguayas arrancó a Elisa Lynch y deslumbrándola con los rayos de oro de un porvenir de gloria y de grandeza, la trajo a que, embriagada de orgullo y de esperanza, se sentase en el trono de la Asunción» (Varela, 1870).
Con esta forma descriptiva de carácter romántico, el escritor uruguayo comienza su libro Elisa Lynch, editado en 1870, en el que narra su experiencia con la familia Solano López y el viaje desde Buenos Aires a Asunción con la madame. Varela es recibido por la pareja y comparte su tiempo con ella, describe la ciudad de Asunción, sus costumbres y a las personas de la época, dejando a la par un relato descriptivo de estas tierras.
Por otro lado, no son todas rosas. Los detractores del mariscal y de la Lynch no tuvieron absolutamente ninguna piedad en sus escritos, en los que trataron de lo peor a ambos, pero especialmente a Elisa, a quien tildaban de oportunista, cuando menos.
Es el caso de Héctor Francisco Decoud, quien en su libro Elisa Lynch de Quatrefages, editado en Buenos Aires en 1939, y ante los procesos de revisionismo histórico que buscaban sobresalir la figura del Mariscal López, escribió la biografía de la madame y no se ahorró en epítetos en su contra.
Por su parte, otra laureada escritora paraguaya, María Concepción Leyes de Chaves, en su novela biográfica Madame Lynch y Francisco Solano López, editado en 1957, relata un ficticio encuentro entre Gastón de Orleans, el tristemente famoso conde de Eu y responsable de la masacre de Piribebuy durante la Guerra Grande, y Elisa Lynch en París, donde se lleva a cabo un diálogo y una cierta relación fortuita entre ambos.
Según la novela, Gastón de Orleans visita en París a un pintor para encargarle un retrato, pero se equivoca de puerta en el viejo edificio y golpea la correspondiente al departamento en que vivía madame Lynch.
Esta le reconoce inmediatamente al visitante, y entre ellos se realiza un diálogo que, aunque muy improbable, no deja de ser atractivo. Elisa se hace reconocer y luego le invita a pasar a la sala al visitante, donde se encuentra con el retrato del mariscal.
Solo estos dos textos demuestran por sí mismos la fuerza de la imagen de la Lynch en la sociedad y la cultura paraguaya. Es el deber de todos nosotros seguir estudiando e investigando la historia en aquel contexto, de manera a incorporar mayores datos que puedan ayudar a comprenderlos mejor.